¿UNA DISCULPA?

Aguardo unos segundos antes de tocar la puerta, respiro profundamente y doy un golpe suave y otro un poco más fuerte. Como si estuviese esperando, rápidamente contesta:

—Adelante.

El tono de su voz es menos severo que de costumbre. Abro la puerta sigilosamente, intentando calmar mis latidos cardíacos que comienzan a hacerse más fuertes ante su presencia.

Él está sentado en su silla, con las manos reposando sobre el escritorio y la punta de sus dedos pegados unos con otros. Conozco esa posición en el lenguaje corporal, usualmente es usada como una señal de autoridad y seguridad en sí mismo.

—Buenas noches —me quedo parada en la entrada de la biblioteca.

—Cierra la puerta por favor.

Entre junto ligeramente la puerta.

—Cierra bien por favor, nadie debe escuchar lo que debemos conversar.

Asiento, aseguro la puerta y doy dos pasos adelante.

—Siéntate Rebecca.

Obedezco como una buena niña que recibe ordenes de su padre. Él no aparta la vista de cada uno de mis movimientos
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