El sol se sentía en la piel muy suavemente, era un día frio que por suerte estaba bastante bonito para ser un día de invierno. Era de mañana, ella tomaba tranquilamente su café y unas tostadas mientras que el pequeño pelirrojo tomaba su desayuno de leche con cereal con mucho ánimo y energía, mucho más que de costumbre, felicidad notada a simple vista por la rubia.¿estás feliz porque conocerás el parque de diversiones? –pregunto la madre del pequeño a su hijo notando la completa felicidad de este quien asintio varias veces con cereal en la boca, razón por la que no contesto con palabras—Sí, y no solo por eso, sino porque iremos con tio Frank –menciono feliz el pelirrojo haciendo sonrojar a la rubia por recordar lo que paso en la escuela del pequeño y cierta otra ocasión en la oficina, cosa que no paso desapercibida por el propio pelirrojo quien sonrió de medio lado, después de todo, el rubio Douglas hizo correr el rumor por todo el edificio y él sabía que era un rumor bastante real—
Su frente, a la que por lo demás su mejor amiga siempre molestaba por su enorme tamaño, estaba coloreado de un azul muy intenso, el resto de su rostro estaba más que pálido y sus ojos muy, muy abiertos, por más que quisiera cerrarlos no tenía control de su cuerpo, el cual por lo demás temblaba.Miro a su lado, lo primero que diviso fue la frente color azul del azabache quien miraba todo de la misma forma que ella. Pareció sentir su mirada ya que ladeo su cabeza mirándole con un tic nervioso en la caja, una sonrisa forzada y la frente aún más azul.¡Frank Maxwell no sé cómo fue que me convenciste de subirme a esta cosa! –grito aterrado la rubia quien ni siquiera quería mirar abajo—El juego era alto, estaban varados allí desde hacía más o menos cinco minutos, aunque para ellos era la mismísima eternidad. Esta atracción consistía en elevarlos hasta que pudieran ver casi toda la cuidad de Londres, dejarlos arriba por un tiempo indeterminado y luego soltarlos dejándoles caer de golpe en l
¡AHHHHH! –grito la rubia quien se abrazó al azabache ocultando su cara en su brazo y volviendo a temblar—¡ahora entiendo porque no dejan entrar a niños solos! –Grito el pequeño quien se aferró de igual forma al azabache temblando de miedo, esos dos sí que eran iguales—Sonrió de medio lado. Esta vez la elección no estaba del todo mal.La casa de los horroresEn aquel parque había dos de ellas, una para niños, a la cual el pequeño se adentró y encontró de lo más falsas y aburridas, sintiéndose poco menos que estafado, y había otra para los más grandes. Como el no cumplía aun los 10 años, los cuales para su desgracia cumplía la próxima semana, debía entrar acompañado por adultos, cuando se los pidió, ambos asintieron al saber que no sería algo extremo.Esa casa realmente si daba miedo, estaba muy bien ambientada, toda oscura y nada más se les daba una linterna para alumbrar el camino que parecía laberinto. Pero él no era de las personas crédulas, debía admitir que en más de una ocasión
Se separo de su rostro respirando agitado, incluso su boca aun estaba abierta.Veía esos cabellos rubios revueltos por toda su cama, el busto de ella subiendo y bajando acelerado entregándole a sus pulmones el aire antes contenido. Sus ojos brillaban, sus mejillas rojas delataban que le gustaba la situación tanto como a él.Su piel blanca tenia marcas rojas de sus caricias, las cuales él gozaba haciendo, marcando su territorio, haciéndola suya y escuchando cada gemido escaparse de la boca de ella. El sudor hacia que su piel brillara con la luz de las ampolletas de su recamara, él también sudaba, mucho, tanto que sentía las gota caer por su barbilla y su cabello pegarse a su cuello. Sus ojos lo miraban brillando, una torcida sonrisa apareció en el rostro de ella, al igual que en el de él.Seguía dentro de ella, sentía el semen antes liberado aun dentro de su cuerpo, sentía los aun aquellos espasmos ocasionados por el orgasmo recién vivido, sentía todo aquello aun en su cuerpo y en el d
Veía la lluvia por la ventana del autobús, hacia bastante frio había que admitirlo, pleno invierno. Pensaba y pensaba en todo lo que había vivido desde que llego a Londres, desde el primer instante que se encontraron con aquel pelinegro de fría fachada pero que al convivir tanto con él conoció su gran y cálido corazón, ese corazón que se la estaba ganando en pleno, ese que con solo latir hacia que su pulso se acelerara.Estaba confusa, demasiado, lo había pensado mucho, pero tomo una decisión al final de todoTenía que hablar con Frank y lo haría esa misma mañana a primera hora, apenas llegara a la oficinaMamá ¿Qué hora es? –Pregunto el pequeño pelirrojo quien iba sentado a su lado en el asiento que daba al pasillo del autobús—Son las 7:40 –informo la rubia, esa hora estaba sumamente bien, en unos minutos llegarían a la oficina según sus cálculos—O quizás no…Al guardar su celular en su bolso miro al frente quedándose en pleno con el rostro helado.¡Armand al suelo! –grito la rubia
Se separo del pequeño para mirar al policía a la cara, debía admitir que se enfureció por el tono que le usaron, pero admitía que debía preguntar, era parte de su trabajo.Pensó, pensó y pensó en un solo segundo, ¿Qué podía decirle que era de Armand para que le diera toda la información que quería y le dejara tranquilo con el niño?Soy su padre –aseguro el Maxwell mirando directo a los ojos del policía quien luego miro al pequeño pidiendo la afirmación de este quien asintió sin poder hablar, agradeciendo de que él pequeño fuera lo suficientemente inteligente para seguirle el juego—De acuerdo –acepto el policía sin dejar de ver cada reacción del pequeño pelirrojo y el azabache, después de todo si el pequeño salió corriendo así donde ese hombre y luego le reafirmaba lo dicho por él no tenía por donde desconfiar—¿Cómo está Emily? –Pregunto de inmediato el Maxwell pidiendo con la mirada respuestas de aquella mujer, no la veía por ningún lado—Su esposa fue llevada a urgencias puesto que
Despertó de repente cuando sintió que alguien le movía con levedad. Abrió pesadamente los ojos, refregándoselos con flojera, no recordaba haber dormido así en su vida. Al concentrar más su vista, se encontró con un azabache quien estaba sentado al lado de él, cosa que lo extraño de primera.Dirigió su mirada al resto de la habitación, el color ocre llamo su atención, no era su cuarto. Un agudo dolor en la cabeza fue lo que lo hizo reaccionar del todo, recordó el día anterior, el accidente, su madre, la ida al médico y luego como el azabache le comento que se quedaría con él toda esa semana.Las ordenes del doctor habían sido claras, no podía caminar mucho, de hecho casi no lo tenía permitido ya que su rodilla debía sanar al igual que su cabeza, los siguientes días sufriría mareos e incluso podría sufrir desmayos y afiebrarse si los dolores de cabeza eran muy fuertes.Será mejor que tomes tus medicinas –escucho la voz del azabache quien le pasaba tres cajitas diferentes con pastillas,
Espero que no se te ocurra salir a jugar y enfermarte como el año pasado –escucho el regaño del pelirrojo quien le advirtió en la primera lluvia de ese año que no se enfermara—Si padre –respondió el pequeño quien poco a poco le fue perdiendo el cariño a ese hombre, ya no era el mismo de cuando jugaban en el orfanato, no era el mismo Gustav al que alguna vez llamo papi—Después de cuando se enfermo el año pasado a sus 5 años dejo de llamarle papi a ese hombre, comenzando a llamarle papá, y ese último año, desde que había cumplido 6 años, le llamaba padre lo más fríamente que podía, aceptando y acatando sus ordenes solo por respeto a su mamá.Mira que si te enfermas de nuevo no nos haremos responsables de ti nuevamente –advirtió el pelirrojo mayor al pequeño quien solo rodo los ojos, era la misma advertencia de siempre—Aunque diga que si padre, realmente esa decisión la toma mi mami –respondió el pequeño con frialdad, había adoptado esa personalidad con ese hombre para no llorar cada