Sentía su cuerpo volar, no, ser cargado por otra persona, estaba entre los brazos de alguien. La primera persona en que pensó era en la rubia de su madre, esa que le tomo así desde que podía recordar, pero la figura que distinguió no era ella, era una silueta.Veía su entorno con sus ojos bien despiertos a pesar de que sentía como el sueño le ganaba. Paredes de un color celeste muy suave, dibujos de nubes y autitos pintados en aquel tenue color celeste, un estante repleto de juguetes, un armario con mucha ropita y en medio de aquella habitación, una cuna, amplia y cómoda. Un lugar que jamás había visto en su vida y que ni siquiera estaba en sus recuerdos.A pesar de que en ese momento estaba en la misma casaSintió como aquellos brazos lo dejaban en un suave colchón, quizá el más suave que alguna vez sintió, era extraño, a parte del extremo cuidado que la silueta tenia con él, le veía muy grande, más que a un adulto, aunque después el se sintió más pequeño, tanto que ni su cuerpo podí
Lo hago, Armand es mi hijo, es lo único que aun llena mi vida–afirmo con seriedad la rubia desafiando a ese hombre con la mirada—Los ojos del pelirrojo menor se agrandaron por este comentario. El en su mente siempre pensó lo mismo que Gustav, ¿pero que más podía hacer?, el era un niño después de todo, dependía de un adulto lo quiera o no y ella, la rubia a la que llamaba madre, era la única que alguna vez le abrazo con ese incondicional cariño y amor, solo en ella confiaba, solo con ella quería estar hasta que ella misma se lo permitiera y luego, con el dolor de su alma, si llegaba un hombre a su vida él se iría dejándole libre, la quería y quería verla felizSi quieres… deja ir…Vamos Emily, no me digas que prefieres a ese mocoso que a un hombre–menciono con superioridad acercándose peligrosamente a la rubia bajo la molesta mirada del pequeño pelirrojo quien estaba dispuesto incluso a morder a ese hombre si tocaba a su madre—Cuando veas a un hombre de verdad preséntamelo–le miro co
Después de ir a comer, ya se hacía bastante tarde, era invierno por lo que oscurecía algo más temprano. El frio se sentía, ambos iban ya abrigados con chaquetas al igual que el pequeño, realmente le envidiaban, de niño no se siente frio puesto que tienes tanta energía que al moverte te mantienes caliente.Llevaban un buen rato caminando, Armand corriendo y saltando como cualquier niño, subiéndose a cada cosa que podía, desde escalones hasta rocas que se encontraban por allí. Ella lo veía fascinada y Frank iba pensativo, de vez en cuando veía a Armand, aunque la mayor parte de su atención se la llevaba Emily a quien veía de reojo disimuladamente, o se ponía a pensar en alguien “relacionado “a Emily, aquel pelirrojo que se presentó como…“Gustav, el novio de Emily”Emily… ¿realmente él es el padre de Armand?... ¿realmente él te importa tanto como para llorar y sufrir por ese sujeto?... y sobre todo… ¿Por qué me importa tanto?, reaccione a defenderla, como hombre no me gusta ver como gol
A pesar de hacer frio, el ambiente era muy cálido, los globos y demás abundaban dentro de esa mansión, esa que hace demasiado no tenía vida, esa que hace mucho no veía dentro de sí a un niño, esa, la mansión más grande que algunos de ellos se pudieran imaginar, más lujosa y hermosa que la de muchos de ellos, esa era la casa/mansión de Frank Maxwell, y el motivo de tan alegre espectáculo era muy simple. ¡Feliz cumpleaños Armand! –se escuchó que todos decían al mismo tiempo cuando el pequeño miraba justo las 10 velas encima de un gran pastel— Un cumpleaños, y no cualquiera, era el cumpleaños de ese pequeño travieso de cabello rojo. No acostumbraba a hacer nada para sus cumpleaños, de hecho esa ni siquiera era la fecha con la que celebraba su cumpleaños ya que había sido durante la semana en que estuvo en cama y la rubia hospitalizada, pero este año era especial pues “tío Frank” no lo dejo pasar desapercibido, él mismo dijo que lo harían en su “casa” la cual era una enorme mansión con m
Ya se hacía tarde, quedaban apenas la mitad de todos los invitados que habían asistido, muchos se retiraban ya cuando sus niños tenían un accidente, se dormían o simplemente tenían que hacer otra cosa y retirarse. El cielo estaba bastante rojizo, los pequeños jugaban a la escondida, nadie sabía dónde estaba cada uno para darle más realismo al juego.En cierta terraza que daba al patio estaba la rubia contemplando el gran patio de aquella enorme mansión, jamás pensó que existiría un lugar así en aquella cuidad, no contaba con que la gente de más dinero cuidaría de tal forma la naturaleza. Había grandes arbustos de rubios, muchos árboles y en medio un estanque tipo piscina, muchos lugares para tomar sombra, también una pequeña terraza al aire libre donde un techito daba sombra y bajo este una mesa redonda con cuatro sillas, un lugar perfecto para comer en las tardes.Cerró los ojos un solo instante, si, había una cosa que ella podía decir que conocía de la gente de dinero, solo un inoce
Se sentía frustrada, de verdad deseaba decirle que si al azabache, deseaba con todas su alma y fuerzas el corresponderle, sus sentimientos por el sobrepasaban lo que alguna vez llego a sentir por Gustav, sabía que, si alguna vez iba a olvidar a ese pelirrojo, si alguna vez alguien podría hacerla olvidar y hacerla completamente feliz, esa persona solo era una, el mismísimo Frank MaxwellTenía miedo, miedo de otra vez enamorarse, de nuevamente ilusionarse y terminara todo mal como antes paso con el mismo pelirrojo, no deseaba sufrir nuevamente, es más, si pasara esta vez, dudaba reponerse porque sus sentimientos por el Maxwell ya eran muy fuertes.Y estaba feliz, porque por un misero instante se sintió lo suficientemente especial como para haberse ganado de forma tan sincera el corazón de un hombre como el que tenía al frente de ella.Armand –susurro ella desviando la mirada al recordar a su pequeño, no lo dejaría, no ahora, por nadie, ni por el mismísimo Frank Maxwell, así tuviera que
Desabrochaba aquella blusa con desespero. Apenas vio abierto dos botones la hizo a un lado dejando descubierto el hombro de la rubia y comenzó a lamer desde su cuello hasta su hombro mientras sus manos seguían la labor de desabrochar la blusa de esa mujer.No era todo, se excitaba a cada momento con solo tocarla, solo con sentir el roce de su cuerpo con el de ella era la gloria y eso que aun estaban con ropa, la cual pronto ya no les serviría y quedaría tirada en el suelo.Beso su boca nuevamente, había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho en ese rato. Las manos de esa rubia se posaron en su pecho y le empujo levemente haciendo que él cayera de sentón en la cama que estaba tras ellos.Sonrió de medio lado al ver como ella misma se terminaba de desabrochar la blusa y muy sensualmente la dejaba caer por sus brazos. La observaba comiéndosela con la mirada, ahora solo aquel brazier de color negro cubría su busto, deseaba tocarlo, lamer sus pezones, morderlos con sus dientes h
No le desagradaba en nada la idea, sonrió ante ello. Un pequeño o una pequeña, deseaba que heredaran sus ojos jades, esas hermosas piedras verdes brillantes que relucían de felicidad y amor con mirarle.No lo había pensado, bueno, él aun estaba joven, no llegaba aun a los 30 de edad, la rubia aun podía tener un hijo, quizá dos más, era joven, más joven que él quien le ganaba por 5 años, si fueran adolescentes sí que se hubiera visto mal, pero ambos eran ya adultos, responsables de sus actos.Sin pensarlo, la idea de ser padre otra vez no le desagradabaSabía que ella era su mujer ideal, esa madre cariñosa que siempre deseo para algún hijo suyo, esa mujer responsable, inteligente y gentil, esa amante candente como se demostró serlo en la cama esa noche, si, quería una familia de nuevo, y la quería a ella, como su esposa y como la madre de algún niño que pudiese nacer de su relación, podría ser ahora como podría ser después en años, no importaba, no mientras fuera ella.Escucho como se