Ya se hacía tarde, quedaban apenas la mitad de todos los invitados que habían asistido, muchos se retiraban ya cuando sus niños tenían un accidente, se dormían o simplemente tenían que hacer otra cosa y retirarse. El cielo estaba bastante rojizo, los pequeños jugaban a la escondida, nadie sabía dónde estaba cada uno para darle más realismo al juego.En cierta terraza que daba al patio estaba la rubia contemplando el gran patio de aquella enorme mansión, jamás pensó que existiría un lugar así en aquella cuidad, no contaba con que la gente de más dinero cuidaría de tal forma la naturaleza. Había grandes arbustos de rubios, muchos árboles y en medio un estanque tipo piscina, muchos lugares para tomar sombra, también una pequeña terraza al aire libre donde un techito daba sombra y bajo este una mesa redonda con cuatro sillas, un lugar perfecto para comer en las tardes.Cerró los ojos un solo instante, si, había una cosa que ella podía decir que conocía de la gente de dinero, solo un inoce
Se sentía frustrada, de verdad deseaba decirle que si al azabache, deseaba con todas su alma y fuerzas el corresponderle, sus sentimientos por el sobrepasaban lo que alguna vez llego a sentir por Gustav, sabía que, si alguna vez iba a olvidar a ese pelirrojo, si alguna vez alguien podría hacerla olvidar y hacerla completamente feliz, esa persona solo era una, el mismísimo Frank MaxwellTenía miedo, miedo de otra vez enamorarse, de nuevamente ilusionarse y terminara todo mal como antes paso con el mismo pelirrojo, no deseaba sufrir nuevamente, es más, si pasara esta vez, dudaba reponerse porque sus sentimientos por el Maxwell ya eran muy fuertes.Y estaba feliz, porque por un misero instante se sintió lo suficientemente especial como para haberse ganado de forma tan sincera el corazón de un hombre como el que tenía al frente de ella.Armand –susurro ella desviando la mirada al recordar a su pequeño, no lo dejaría, no ahora, por nadie, ni por el mismísimo Frank Maxwell, así tuviera que
Desabrochaba aquella blusa con desespero. Apenas vio abierto dos botones la hizo a un lado dejando descubierto el hombro de la rubia y comenzó a lamer desde su cuello hasta su hombro mientras sus manos seguían la labor de desabrochar la blusa de esa mujer.No era todo, se excitaba a cada momento con solo tocarla, solo con sentir el roce de su cuerpo con el de ella era la gloria y eso que aun estaban con ropa, la cual pronto ya no les serviría y quedaría tirada en el suelo.Beso su boca nuevamente, había perdido la cuenta de cuantas veces lo había hecho en ese rato. Las manos de esa rubia se posaron en su pecho y le empujo levemente haciendo que él cayera de sentón en la cama que estaba tras ellos.Sonrió de medio lado al ver como ella misma se terminaba de desabrochar la blusa y muy sensualmente la dejaba caer por sus brazos. La observaba comiéndosela con la mirada, ahora solo aquel brazier de color negro cubría su busto, deseaba tocarlo, lamer sus pezones, morderlos con sus dientes h
No le desagradaba en nada la idea, sonrió ante ello. Un pequeño o una pequeña, deseaba que heredaran sus ojos jades, esas hermosas piedras verdes brillantes que relucían de felicidad y amor con mirarle.No lo había pensado, bueno, él aun estaba joven, no llegaba aun a los 30 de edad, la rubia aun podía tener un hijo, quizá dos más, era joven, más joven que él quien le ganaba por 5 años, si fueran adolescentes sí que se hubiera visto mal, pero ambos eran ya adultos, responsables de sus actos.Sin pensarlo, la idea de ser padre otra vez no le desagradabaSabía que ella era su mujer ideal, esa madre cariñosa que siempre deseo para algún hijo suyo, esa mujer responsable, inteligente y gentil, esa amante candente como se demostró serlo en la cama esa noche, si, quería una familia de nuevo, y la quería a ella, como su esposa y como la madre de algún niño que pudiese nacer de su relación, podría ser ahora como podría ser después en años, no importaba, no mientras fuera ella.Escucho como se
Ya eran las diez de la mañana. En el comedor la mesa ya estaba servida, la ama de llaves había preparado desayuno para tres al recordar que la rubia y el pequeño pelirrojo se habían quedado esa noche después de la celebración del cumpleaños 5 del pequeño.Entro estirándose perezosamente, sonreía complacido, sus ojitos negros parecían estar completamente descansados para comenzar el día, después de todo el domingo era el único día en que se daba el lujo de no despertar a las seis de la mañana como casi todos los días.Se sentó de lo más sonriente, en la mesa ya estaban el Maxwell y su madre, aunque claro, sonrió con algo de malicia en su interior, tenía ciertas sospechas de ellos por tres razones…Porque esa noche habían dormido en el mismo cuartoPorque a pesar de que se habían ido a sus habitaciones alrededor de las once de la noche ellos se veían muy cansadosPorque ambos en el rostro se les reflejaba la flojera.Y porque distinguió en ambos unas pequeñas marcas rojizas en el cuello
Se revolvía el cabello con desesperación total. Miraba y miraba papeles, no encontraba solución a ello, ni una pequeña solución…¡Nada!Sintió como dejaron un tazón de café cargado en su escritorio, él lo había encargado y se lo trajo justo como le gusta, en ese momento lo único capaz de tranquilizarlo era un tazón de café y la compañía de aquella mujer que se lo trajo.No todo está perdido Frank, aun puedes hacer algo, sé que se puede –expreso con preocupación la rubia mirando a su ahora novio estresado hasta el colapso, había estado así desde que volvió de la reunión que ella misma le agendo con aquella gran empresa—Los RelishMe exaspera como no tienes idea volver a ver a mi ex esposa y ahora más encima me amenazan con justa razón si quiero romper el vínculo entre las empresas, ¡Les gusta joderme la existencia! ¡Eso quieren! –Reclamo el azabache parándose de golpe golpeando el escritorio con las palmas de las manos abiertas, desesperado era poco para expresar su condición—Se que
Estaba sentado en la silla en frente del que siempre conoció como su jefe, no habían sido muchas las oportunidades en que hablara directamente con él exceptuando cuando le regañaba por llegar tarde, cosa que en esta ocasión no hizo y por ello estaba curioso de lo que le diría.Por la puerta entro la rubia quien dejo dos tazas de té verde en el escritorio y luego se paró tras el azabache, el juego de miradas comenzaba.Bernard, ¿tu conocías a Emily? –Pregunto directamente el Maxwell colocando sus codos en el escritorio y entrelazando los dedos de sus manos para allí dejar reposando su mentón—De hecho, si, ella es mi sobrina –aseguro el Sinclair quien afirmo nuevamente lo que la rubia le dijo, ahora solo necesitaba más detalles de lo que había ocurrido—Emily pertenece a la familia Relish, ¿Qué parentesco tienes tú con ellos? –Pregunto casi como en un interrogatorio el azabache, debía hacer todas las preguntas que pudiera, extraer hasta la más mínima gota de información que pudiese y p
Seguía lloviendo, claro que dentro de ese lugar no se notaba, solo se escuchaba la lluvia cada que la campanilla de la puerta sonaba delatando que esta se abría dejando entrar a más personas quienes cerraban sus paraguas mojados.Veía atento a cada una de esas personas, tenían muchos papeles en aquella mesa y hablaban cosas que apenas entendía. Estaba tranquilo, tenía un sándwich de jamón y queso derretido en las manos, estaba calientito justo para el día, además de un tazón de té con leche, aun era temprano, de hecho, ese era su desayuno, así como todos tomaban el suyo.Las ocho de la mañanaSegún me relatan, no es un caso fácil –expreso cruzándose de brazos a forma pensativa cierto hombre de cabello rojo y ojos verdes aguamarina—Que no sea fácil no quiere decir que sea imposible, ¿verdad? –Pregunto con seriedad el Maxwell, estaba confiando todo en manos de aquel pelirrojo, no podía pedirle a cualquier abogado que manejara un caso tan complicado como el suyo—No he dicho eso –asegur