Roses.

꧁ Adalyn ꧂

—Te gustaría ponértelo ¿no? Eso quieres

—lo miro a los ojos, se acerca desafiante, me mira y se inclina colocando las manos en la mesa.

Sus ojos centellean tal vez sea de disgusto o que se yo.

—Con gusto lo haría, pero no lo haré voy a dejar que te estrelles sola —se para erguido, acomoda su corbata, da media vuelta y sale de la sala de juntas.

—Lo detesto —digo golpeando la mesa. —Es un fastidioso y engreído.

—No le hagas caso, estás haciendo un buen trabajo.

—Sé que hago un buen trabajo, pero este tipo con acento italiano me la tiene montada Irina, nunca le parece nada, juro que lo voy hacer pagar.

—¿Y como?

—No lo sé, ahora debo encargarme de otro asunto, nos vemos luego —Salgo de la sala pasó a mi oficina y tomó mis cosas y unas carpetas para ir a la siguiente reunión.

Hoy tengo una reunión con la editora en jefe de la revista además debemos escoger las mejores fotografías para sacar la edición de la nueva temporada.

Al salir de la oficina voy al elevador, las puertas se abren, me adentro y marcó la planta baja. Antes que la puerta se cierren una mano las detiene, por ella entra, el hombre que se ganó mi odio. Me mira detenidamente, pero no dice absolutamente nada.

Entorno los ojos.

—Buenas días señorita Maxwell —me saluda una de las colaboradoras, no sé qué es lo que hace en el piso de presidencia y socios.

—Buenos días —respondo.

Se para al lado de Giovanni y le sonríe con complicidad, hasta que caigo en cuenta de la situación. Tal vez deba prohibir las relaciones entre compañeros.

Pero qué dices Adalyn, no seas tonta —me digo mentalmente.

—Qué pase buen día señorita Maxwell, nos vemos Giovanni, ciao —dice queriendo tener ese acento.

Las puertas se cierran dejándome a solas con él, pero nadie dice nada, es más hay un silencio sepulcral dentro de esta caja, hasta que es ambientado por el sonido de un móvil.

—No piensas contestar —comenta el engreído.

Frunzo el ceño, pensé que era el de él, cómo puedo sacó mi móvil, y lo contesto.

—Sí diga —respondo sin mirar la pantalla.

—¿Adalyn dónde estás? —pego un brinco al escuchar su voz, una de las carpetas se me caen.

—Ya voy en camino —él hombre a mi lado ni siquiera se inmuta en ayudarme.

Me agacho, pero al hacerlo mi cabeza choca contra algo duro, miró la causa de tan fuerte golpe y ahí está él metiéndose en mi camino como siempre. Nuestras miradas no se apartan.

Reacciona Adalyn —me grita mi conciencia.

Desvío mi mirada de la suya a las fotografías que están regadas en el piso, estiro mi mano para tomarla pero su mano se interpone en mi camino.

—¿Por dónde? Estoy hace veinte minutos esperándote —la voz de Edeliz me hace reaccionar y aparto mi mano.

—Ten paciencia, te di una hora específica.

—Me gusta llegar temprano y lo sabes.

—Sí, estoy clara, ya casi llego, adiós —tomó las fotografías y las meto en la carpeta.

—Son hermosas —menciona el hombre.

—Sí —me limito.

—Son para la revista —lo miró con el ceño fruncido. —Sí, se que tienes una revista, quizás por eso no le dedicas tiempo de calidad a esta empresa —sus palabras son como escuchar que no puedo manejar dos cosas a la vez.

—Quieres decir que como soy mujer no puede manejar dos empresas a la vez —le arrebató la fotografía de su mano.

—No fue lo que dije.

—Claro que sí, a buen entendedor pocas palabras —las puertas se abren, choco mi hombro con el suyo y salgo. —no me había topado con alguien tan machista —gruñó.

—No soy machista, pero hay veces que debemos aceptar la realidad —lo miro, mis dientes rechinan de lo contraída que tengo mi mandíbula.

No tengo tiempo para perderlo con este hombre, giro sobre mis talones y salgo solo espero que el chófer esté afuera esperando.

—Señorita Maxwell buenos días —me saluda el chófer abriendo la puerta del auto.

—Buen día —digo subiendo.

Ya hasta la bilis se me quiere subir, tendré que tomarme nuevamente el medicamento para el vómito.

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