—No debería estar aquí,— anunció, golpeando su puño contra el reposabrazos de la puerta. —¿Quién demonios se cree que es? ¿Piensa que me puede tirar como basura pasada y luego llamarme cuando las cosas se ponen difíciles? ¿Dónde están todos esos guaperas ricos, eh? ¿Por qué no llama a uno de ellos? —Edmond, pesado por el cansancio, apoyó la cabeza en el reposacabezas. —Camille era sólo una chica de pueblo en busca de una experiencia de la gran ciudad. Probablemente pensó que la seguirías.——No me pidió que la siguiera,— dijo Ernest con todo de burla. Solo dijo que ella tenía que ir.——Y se fue,— señaló Edmond. —Y volvió de nuevo.——Pero no lo hizo, de todas formas.— Ernest miró a Edmond. —Ya sabes que se está mudando.——Pero no se ha ido todavía.——¡Eso es porque está en la cárcel!— resonó la voz de Ernest.—¿Vas a sentarse ahí y pretender que ella no podía haber llamado a Belinda para que viniese a pagar la fianza? Te llamó por alguna razón, Em.——Porque sabe que soy un tonto y que
Edmond estaba más descansado de lo que se había sentido en meses cuando se despertó a la mañana siguiente. Alargó el brazo buscando el calor del cuerpo de Belinda, pero su mano se encontró con una superficie de sábanas frías en su lugar. Frotándose la cara, Edmond se incorporó y echó un vistazo al reloj de su alarma. 9:16 am —¡Mierda!— exclamó mientras apartó las mantas. Con cuidado, colocó su erección matutina y se puso los pantalones del pijama antes de bajar por las escaleras, donde encontró a Belinda y Anthony en la cocina. —¡He hecho galletas!— Anthony dijo tan pronto como vio a su padre. Edmond pasó la mano por el pelo de Anthony en respuesta antes de dirigirse a Belinda. —Me quedé dormido. Debíamos estar ya de camino.— Belinda sacudió la cabeza. —Dijiste que saldríamos más tarde, así que pensé que eso significaba que querías salir después del tráfico de la mañana. Si nos vamos en los próximos cuarenta y cinco minutos más o menos, estaremos bien.— La adrenalina desapareció
—¡Aaah!— Edmond gritó mientras se desvió de forma inesperada. —¡No muerdas!— Antes de que Belinda pudiera ofrecer una explicación, la iluminación de luces rojas y azules se apoderó del interior del coche. Y entonces un auge de voz vino por un altavoz. —¡Deténgase!— —¡Mierda!— Edmond escupió mientras trataba de maniobrar el coche al arcén de la carretera al mismo tiempo tratando de metérsela de nuevo en los pantalones. —Simplemente bájate la camisa,— Belinda gesticulaba frenéticamente. —¿Crees que nos vio? ¿Crees que sabe lo que estábamos haciendo?— Edmond no respondió. Después de subir la cremallera de sus pantalones vaqueros, buscó en la guantera la tarjeta de su seguro, y luego sacó su licencia de conducir antes de bajar la ventanilla. —Buenos días—, saludó el oficial de policía mientras tomaba un vistazo en el interior del coche. —¿Algún problemilla para mantenerse en la carretera hoy?— —No, señor,— respondió Edmond con prontitud. La experiencia le había enseñado a responder
El cielo teñido de azul se volvió negro y Edmond concedió el deseo de su hijo de un baño lleno de espuma. Mientras preparaba el agua, podía oír a Belinda moverse en la habitación contigua, colgando ropa en el armario, sacando artículos de aseo y explorando su entorno. Cuando Edmond salió del baño con Anthony envuelto en una toalla, vio que se había tomado la molestia de colocar el pijama de Anthony y abrir su lado de la cama. Por supuesto, más allá del gesto considerado, Edmond vio que ella estaba reiterando que no iba a dormir con él. Lanzó una mirada con el ceño fruncido en su dirección y ella le devolvió una sonrisa inocente. —¿Quieres ducharte primero?— preguntó ella con dulzura. —Es toda tuya,— respondió Edmond rotundamente. Belinda usó las instalaciones con rapidez, y cuando salió, su pelo ondulado estaba oscurecido por la humedad y la camiseta sin mangas y pantalones de yoga ocultaban su cuerpo lo justo para el dar con el punto de excitación óptima de Edmond. Él murmuró obsc
—Bueno, no sé dónde está mi abuelo,— Anthony le dijo a Santa como si estuviera esperando que el hombre de la barba se lo dijera. —¿Oh? ¿Te mudaste?— Santa le preguntó. Anthony asintió. —Vivo en la casa de mi padre ahora.— Anthony señaló a Edmond. Edmond sonrió ligeramente, deseando al mismo tiempo poder comunicarse silenciosamente con este Santa y advertirle de no preguntar nada más acerca de los abuelos de Anthony. Santa miró a Edmond de arriba abajo. —Bueno, tu padre se ve muy contento contigo, ¿y sabes por qué?— esperó mientras Anthony negó con la cabeza. —Porque has sido un chico muy bueno este año. ¿Y sabes lo que ganan los chicos buenos en Navidad?— —¡Deseos Navideños!— Anthony gritó. Santa pareció desconcertado por un momento. —Bueno, yo iba a decir regalos,— se rió entre dientes, —pero creo que a veces los regalos se desean, ¿no es así?— Anthony asintió. —¿Así que, qué estás deseando este año, Anthony?— —Um… una motocicleta y un tren y una pelota de béisbol y poner ci
—Bien. Me preocupaba que fuera a parar a una situación en la que él fuese el niño nuevo las 24 horas del día. Él era el centro de nuestro universo, aquel universo.— —Sí, se ha convertido rápidamente en el centro del mío también.— David parecía contento de escuchar eso. —Tengo que verle. Por favor, Edmond.— —Si. Por supuesto,— dijo Edmond, confiando ahora en que el hombre no arrojaría confusión sobre Anthony por menospreciar a su padre. Edmond volvió al vestíbulo y les hizo señas a Belinda y Anthony. Malentendiéndole, Belinda dirigió a Anthony hacia su padre, pero se mantuvo en su lugar al lado de las ventanas. —Tú también,— le dijo Edmond. Belinda le miró sorprendida, pero no se demoro. —¿Dónde estamos?— Anthony preguntó. —¿Quién es toda esta gente?— —No sé quienes son la mayoría de estas personas, sólo conozco a una,— dijo Edmond mientras acercaba a Anthony a la puerta de su abuelo. David se había colocado justo en frente de la puerta, así que cuando Edmond la abrió, él fue l
Así que al día siguiente, Belinda y Anthony visitaron a David durante toda la mañana y tarde, mientras Edmond fue a la Administración de la Seguridad Social para cambiar oficialmente el apellido de Anthony de Stanley a White. Ese proceso no le tomó tanto tiempo como Edmond había anticipado, sin embargo el tiempo que se ahorró allí fue desperdiciado en el Departamento de Servicios Sociales donde Edmond trató de entender los trámites que había que seguir con respecto a las posesiones de Anthony. Después de tres personas confirmaron que no era responsabilidad del Estado entregar los bienes dejados a Anthony, un humilde empleado fue capaz de descubrir el nombre de la compañía de seguros nombrada en el testamento. Sin embargo, para el momento en que Edmond obtuvo la información, la oficina había cerrado, con lo que Edmond tendría que volver a ella al día siguiente en vez de llevar a Anthony a hacer algo divertido. —El abuelo ha estado mirando estas cuatro paredes todo el día,— dijo Belind
Mientras conducían por la ciudad, Edmond rápidamente se dio cuenta de que Anthony no estaba realmente familiarizado con ninguno de los monumentos de la ciudad o ninguna lugar predominante en su memoria. Nombraba genéricamente parques, heladerías y tiendas de juguetes, pero ninguno por su nombre.—¿Qué tal el parque? Me puedes ensañar lo alto que te columpias,— sugirió Edmond.—¡Vale!— Anthony exclamó con entusiasmo.Edmond paró en el primer parque que encontró que parecía seguro y tenía columpios. No llovía, pero hacía bastante frío fuera, así que Edmond sabía que iba a ser una visita corta.A su lado, Anthony sacó un par de guantes de lana de su bolsillo y se los puso antes de asir las cadenas de metal frío del columpio.—Puedo ir realmente rápido y realmente alto,— advirtió Anthony para que su padre se separara unos pasos. Declinó el empujón inicial que Edmond le ofreció y movió sus piernas hasta que consiguió un buen ritmo por sí mismo.—Me encantaba columpiarme cuando tenía tu eda