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Mientras conducían por la ciudad, Edmond rápidamente se dio cuenta de que Anthony no estaba realmente familiarizado con ninguno de los monumentos de la ciudad o ninguna lugar predominante en su memoria. Nombraba genéricamente parques, heladerías y tiendas de juguetes, pero ninguno por su nombre.

—¿Qué tal el parque? Me puedes ensañar lo alto que te columpias,— sugirió Edmond.

—¡Vale!— Anthony exclamó con entusiasmo.

Edmond paró en el primer parque que encontró que parecía seguro y tenía columpios. No llovía, pero hacía bastante frío fuera, así que Edmond sabía que iba a ser una visita corta.

A su lado, Anthony sacó un par de guantes de lana de su bolsillo y se los puso antes de asir las cadenas de metal frío del columpio.

—Puedo ir realmente rápido y realmente alto,— advirtió Anthony para que su padre se separara unos pasos. Declinó el empujón inicial que Edmond le ofreció y movió sus piernas hasta que consiguió un buen ritmo por sí mismo.

—Me encantaba columpiarme cuando tenía tu eda
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