Ariana lanzó una servilleta usada a la mesa antes de golpear su palma abierta con fuerza contra la madera. —Se acabó. Voy a matar a Edmond. Me dijo que te lo iba a decir hace semanas.— Ariana después empezó una larga explicación acerca de cómo ella y Jayden nunca llegaban a tener amigos en casa durante las fiestas porque todo el mundo siempre se iba para estar con la familia. —Y todo el mundo quiere reservar el jamón y los pavos para la cena de Navidad, así que pensamos que podríamos hacer barbacoa de pollo y solomillos y todas esas cosas buenas. ¡Va a ser muy divertido!— Ariana chilló. Lo hizo lo suficientemente fuerte como para molestar a Anthony, que apareció del cuarto de atrás, donde había estado construyendo un reino con Lego. Caminó hasta donde estaba sentada Belinda y se apoyó en ella hasta que fue capaz de deslizarse en su regazo. Apoyó la cabeza contra su pecho y perezosamente pasó los dedos por su larga y oscura melena. —¿Está cansado, cariño?— Belinda le preguntó. Ant
Edmond miró la carta y Belinda pudo ver que estaba forzando la falta de interés que mostraba en su rostro. Sostuvo la carta lejos de su cuerpo, como si estuviera tratando de decidir si continuar leyendo o entregársela de nuevo a Belinda. Sin embargo, no podía apartar la mirada. Sus ojos se desplazan por el papel sin esfuerzo mientras leía. Cuando terminó, dobló la carta y la guardó en el bolsillo de atrás como si fuera el nuevo menú del restaurante chino, de comida para llevar, del final de la calle. —Sí, lo que sea,— dijo. —Me da igual si le quiera dar algo a Anthony.— Belinda apoyó su peso contra la encimera de la cocina mientras observaba a Edmond, en busca de la reacción que tendría hacía lo que estaba a punto de decir. —Creo que espera que seas tú el que llame y le diga que no hay problema.— —Ella te pidió específicamente que la llames tú,— dijo Edmond, evitando el contacto visual con Belinda. —Sí, pero ella dejó caer una serie de indirectas diciendo que ella quiere que seas
—¿No hubo suerte con la casa?— Él simplemente preguntó cuando paró en la calle frente a la casa que Belinda quería comprar. Su estado de ánimo pareció cambiar un poco y parecía un poco… ¿esperanzado? Sin entender la pregunta, Belinda miró a la propiedad que estaba de la misma forma en que había estado la última vez que ella la había visto. —¿Qué quieres decir?— preguntó ella. —No hay cartel de ‘En venta’,— dijo. —No hay cartel de ‘En venta’ todavía,— le corrigió. —Oh,— él se hundió en su asiento. —¿Así que todavía lo estás considerando?— —Sí,— dijo Belinda con autoridad. —Me gusta mucho la casa, Edmond. Y todo parece apuntar en la dirección de ser una buen negocio.— —Genial,— Edmond añadió con ilusión falsa. —Suena muy bien.— —¿En serio?— Belinda insistió. Ella sabía que el momento no podía haber sido peor, pero él había sacado el tema, y quería aprovechar la oportunidad. O lo que ella había pensado que era una oportunidad. —Sí,— Edmond se bajó del coche de repente y sacó a
Cuando no lo encontró allí, se trasladó a la parte delantera de la casa, pensando que podría estar en el camino de entrada, mirando el nuevo coche clásico de uno de sus compañeros de trabajo.Sin embargo, cuando llegó a la parte delantera de la casa, encontró a Jayden allí con un montón de otros amantes del automóvil, pero no a Edmond. Tampoco estaba cerca de su coche. Belinda estaba a punto de entrar para una segunda barrida del interior de la casa cuando oyó la voz de Ernest a través de la delgada puerta metálica del garaje. Con pasos rápidos, Belinda rodeó el costado de la casa, hacia la entrada lateral del garaje, que estaba ligeramente entreabierta.—Estás haciendo un gran problema donde no lo hay— escuchó decir a Ernest.—Si que lo hay,— insistió Edmond.Belinda se sintió aliviada por haber encontrado a Edmond. Se apoyó en el marco de la puerta y estaba a punto de llamarle cuando le oyó pronunciar su nombre.—Yo nunca haría algo tan grande si estuviera considerando un futuro con
Edmond observó la forma en que Ariana y Camille trataban de actuar como si no le miraban a él y Belinda, cuando volvieron a entrar en la casa desde el garaje. Sonrió para sí mismo al darse cuenta de que estaban tratando de evaluar si Belinda y él habían terminado su relación o no.Bueno, tal vez sus palabras habían llegado a calentarse un poco, pero seguramente nadie esperaba que él pusiera fin a las cosas con Belinda. Era lo mejor que le había pasado a él nunca, además de Anthony y Edmond estaba bastante seguro de que él no era el único que podía verlo.—Belinda, estoy a punto de poner la comida en la mesa. ¿Quieres ayudar?— Preguntó Ariana.No era necesario que se lo deletrearán. Ariana podría haberle pedido a Belinda entrar en la cocina para hacerle veinte preguntas sobre lo que había ocurrido en el garaje. Era evidente que las inquisitivas mentes querían saber.—Oh… Voy a ver a Anthony y después ir al cuarto de baño un minuto. Comprobaré si todavía necesitas ayuda cuando haya term
—¿Así que no estabas diciendo que tal vez ibas a casarte conmigo?— Preguntó Edmond.Belinda sonrió y negó con la cabeza a Edmond. —Estás haciendo trampa,— le dijo. —No puedes preguntarme si voy a decir que sí a una proposición. No funciona de esa forma. Primero te propones y entonces obtienes tu respuesta.—Edmond sonrió. Belinda estaba siendo juguetona. Eso era sin duda algo bueno.—¿Así que quieres una propuesta?— preguntó.—Si quieres una respuesta, yo quiero una proposición,— le dijo Belinda. —No creo que sea mucho pedir, Edmond.——No. No lo es,— sonrió. —Está bien,— se encogió de hombros. Él puso los pies sobre la mesa y cogió el mando a distancia antes de encender la televisión. Sonrió cuando miró y vio que Belinda lo miraba en estado de shock. —¿Qué?——¿A qué te refieres con ‘qué’? No hemos terminado,— dijo.—Claro que sí,— dijo Edmond. —Has dicho que querías una proposición, ¿no?——Exacto.——Y las proposiciones son generalmente inesperadas, ¿no?—Belinda asintió, dándose cuent
—Oh… pero pensé… no importa.— Caroline puso una sonrisa en su rostro y se apartó para que Edmond pudiera entrar en la casa.Él dudó un momento y Caroline fingió no saber por qué.—Siento que la casa esté tan fría,— dijo con ligereza. —El aire caliente molesta a Carlisle con su sinusitis. Como no está aquí, subí la temperatura, pero me temo que tardará un poco antes de que se sientan los efectos.——¿No está, entonces?— Edmond se aseguró. La última cosa que quería era una repetición de su último encuentro.—Sí. Tenía… una cita. No volverá por lo menos en un par de horas,— explicó Caroline.Edmond asintió con la noticia y después poco a poco entró en la casa. Sus ojos se movieron por el interior, en busca de pequeños detalles que podía recordar de su juventud.Había muchos.Una foto muy antigua de su abuela colgaba en la entrada. Una paragüero con forma de elefante que tenía una pequeña fisura desde que Edmond con cuatro años, había tratado de —montar— en ella. Una vajilla de porcelana p
—¿Así que fuiste a la cárcel?— Edmond preguntó con escepticismo. Volvió la cabeza hacia un lado, pero él no levantó los ojos hacia los de Caroline.—Un centro de detención,— informó Caroline.—¿Cuánto tiempo?——Casi dos años.——Así que tenía catorce años cuando saliste.——Sí—.—¿Y no te permitían escribir cartas en ese centro de detención?— Edmond escupió la palabra. Todavía se negaba a mirar a Caroline.—Escribí,— Caroline aplacó rápidamente. —Todos los días, al principio. Pero no tenía a donde enviar las cartas, Edmond. Tienes que entender, que pensaban que yo era una amenaza para ti. Ellos no me decían dónde estabas.—Edmond se volvió hacia su madre entonces, y su expresión era desafiante.—Me dijeron que podía cambiarme el nombre. A los dieciocho, una señora del estado dijo que podía cambiar mi nombre, pero no lo hice. Lo mantuve igual para que tú o papá me pudierais encontrar. Pensé que me estarías buscando. Pero no lo estabas —.—Si te busqué, Edmond. Te busqué online, en el dir