—Bien. Me preocupaba que fuera a parar a una situación en la que él fuese el niño nuevo las 24 horas del día. Él era el centro de nuestro universo, aquel universo.— —Sí, se ha convertido rápidamente en el centro del mío también.— David parecía contento de escuchar eso. —Tengo que verle. Por favor, Edmond.— —Si. Por supuesto,— dijo Edmond, confiando ahora en que el hombre no arrojaría confusión sobre Anthony por menospreciar a su padre. Edmond volvió al vestíbulo y les hizo señas a Belinda y Anthony. Malentendiéndole, Belinda dirigió a Anthony hacia su padre, pero se mantuvo en su lugar al lado de las ventanas. —Tú también,— le dijo Edmond. Belinda le miró sorprendida, pero no se demoro. —¿Dónde estamos?— Anthony preguntó. —¿Quién es toda esta gente?— —No sé quienes son la mayoría de estas personas, sólo conozco a una,— dijo Edmond mientras acercaba a Anthony a la puerta de su abuelo. David se había colocado justo en frente de la puerta, así que cuando Edmond la abrió, él fue l
Así que al día siguiente, Belinda y Anthony visitaron a David durante toda la mañana y tarde, mientras Edmond fue a la Administración de la Seguridad Social para cambiar oficialmente el apellido de Anthony de Stanley a White. Ese proceso no le tomó tanto tiempo como Edmond había anticipado, sin embargo el tiempo que se ahorró allí fue desperdiciado en el Departamento de Servicios Sociales donde Edmond trató de entender los trámites que había que seguir con respecto a las posesiones de Anthony. Después de tres personas confirmaron que no era responsabilidad del Estado entregar los bienes dejados a Anthony, un humilde empleado fue capaz de descubrir el nombre de la compañía de seguros nombrada en el testamento. Sin embargo, para el momento en que Edmond obtuvo la información, la oficina había cerrado, con lo que Edmond tendría que volver a ella al día siguiente en vez de llevar a Anthony a hacer algo divertido. —El abuelo ha estado mirando estas cuatro paredes todo el día,— dijo Belind
Mientras conducían por la ciudad, Edmond rápidamente se dio cuenta de que Anthony no estaba realmente familiarizado con ninguno de los monumentos de la ciudad o ninguna lugar predominante en su memoria. Nombraba genéricamente parques, heladerías y tiendas de juguetes, pero ninguno por su nombre.—¿Qué tal el parque? Me puedes ensañar lo alto que te columpias,— sugirió Edmond.—¡Vale!— Anthony exclamó con entusiasmo.Edmond paró en el primer parque que encontró que parecía seguro y tenía columpios. No llovía, pero hacía bastante frío fuera, así que Edmond sabía que iba a ser una visita corta.A su lado, Anthony sacó un par de guantes de lana de su bolsillo y se los puso antes de asir las cadenas de metal frío del columpio.—Puedo ir realmente rápido y realmente alto,— advirtió Anthony para que su padre se separara unos pasos. Declinó el empujón inicial que Edmond le ofreció y movió sus piernas hasta que consiguió un buen ritmo por sí mismo.—Me encantaba columpiarme cuando tenía tu eda
Edmond estaba tan concentrado observando a Anthony que estuvo a punto de perderse la intensa manera con la que David lo estaba mirando, pero Edmond desvió la mirada y vio a David mirando. —Eres bueno con él,— comentó David bruscamente. —Gracias,— respondió Edmond tímidamente. —Es un gran chico—. —Ella siempre dijo que hubieras sido un buen padre, sabes.— Edmond no necesitaba aclaración para saber sobre quién estaba hablando David. —Estoy contento de ver que él es tan importante para ti,— continuó David. —Pasaba mucho tiempo con su abuela y conmigo, pero cuando su madre estaba cerca, él era el centro de su universo.— Edmond asintió. Una de las cosas que Edmond recordaba vívidamente sobre Amanda era que ella era la persona más ensimismada que nunca había conocido y el hecho de que Anthony había cambiado su afinidad fue sin duda un tributo a la calidad de su carácter. Edmond también escuchó lo que David le estaba diciendo acerca de la clase de madre Amanda había sido: cuando estab
Belinda apoyó la cabeza contra la pared y descansó los ojos por un momento mientras sus amigas charlaban a su alrededor. No había tenido un sueño reparador en un par de días, y Anthony había llegado muy despierto y temprano por la mañana cuando Edmond le dejó en su camino al trabajo.—Mmm,— canturreó Ariana en regocijo mientras metía un bocado de carne mechada picante en su boca. —Esto es celestial.——Vas a tener el peor de los ardores de estómago,— Camille le dijo mientras miraba la carne con desprecio. —¿Y cuánto vas a comer de eso?——Eso está bastante picante, Ariana,— Belinda intervino cuando abrió los ojos para ver que Ariana había abierto el segundo envase que ella había jurado que estaba guardando para después.Ariana entrecerró los ojos y movió su tenedor de plástico entre Camille y Belinda. —¿Cuántas veces has estado embarazada?— miró a Camille antes de mirar a Belinda. —¿Y tú?—Cuando se quedaron en silencio, Ariana gruñó un —eso pensaba yo—, y volvió a disfrutar de su comid
Ariana lanzó una servilleta usada a la mesa antes de golpear su palma abierta con fuerza contra la madera. —Se acabó. Voy a matar a Edmond. Me dijo que te lo iba a decir hace semanas.— Ariana después empezó una larga explicación acerca de cómo ella y Jayden nunca llegaban a tener amigos en casa durante las fiestas porque todo el mundo siempre se iba para estar con la familia. —Y todo el mundo quiere reservar el jamón y los pavos para la cena de Navidad, así que pensamos que podríamos hacer barbacoa de pollo y solomillos y todas esas cosas buenas. ¡Va a ser muy divertido!— Ariana chilló. Lo hizo lo suficientemente fuerte como para molestar a Anthony, que apareció del cuarto de atrás, donde había estado construyendo un reino con Lego. Caminó hasta donde estaba sentada Belinda y se apoyó en ella hasta que fue capaz de deslizarse en su regazo. Apoyó la cabeza contra su pecho y perezosamente pasó los dedos por su larga y oscura melena. —¿Está cansado, cariño?— Belinda le preguntó. Ant
Edmond miró la carta y Belinda pudo ver que estaba forzando la falta de interés que mostraba en su rostro. Sostuvo la carta lejos de su cuerpo, como si estuviera tratando de decidir si continuar leyendo o entregársela de nuevo a Belinda. Sin embargo, no podía apartar la mirada. Sus ojos se desplazan por el papel sin esfuerzo mientras leía. Cuando terminó, dobló la carta y la guardó en el bolsillo de atrás como si fuera el nuevo menú del restaurante chino, de comida para llevar, del final de la calle. —Sí, lo que sea,— dijo. —Me da igual si le quiera dar algo a Anthony.— Belinda apoyó su peso contra la encimera de la cocina mientras observaba a Edmond, en busca de la reacción que tendría hacía lo que estaba a punto de decir. —Creo que espera que seas tú el que llame y le diga que no hay problema.— —Ella te pidió específicamente que la llames tú,— dijo Edmond, evitando el contacto visual con Belinda. —Sí, pero ella dejó caer una serie de indirectas diciendo que ella quiere que seas
—¿No hubo suerte con la casa?— Él simplemente preguntó cuando paró en la calle frente a la casa que Belinda quería comprar. Su estado de ánimo pareció cambiar un poco y parecía un poco… ¿esperanzado? Sin entender la pregunta, Belinda miró a la propiedad que estaba de la misma forma en que había estado la última vez que ella la había visto. —¿Qué quieres decir?— preguntó ella. —No hay cartel de ‘En venta’,— dijo. —No hay cartel de ‘En venta’ todavía,— le corrigió. —Oh,— él se hundió en su asiento. —¿Así que todavía lo estás considerando?— —Sí,— dijo Belinda con autoridad. —Me gusta mucho la casa, Edmond. Y todo parece apuntar en la dirección de ser una buen negocio.— —Genial,— Edmond añadió con ilusión falsa. —Suena muy bien.— —¿En serio?— Belinda insistió. Ella sabía que el momento no podía haber sido peor, pero él había sacado el tema, y quería aprovechar la oportunidad. O lo que ella había pensado que era una oportunidad. —Sí,— Edmond se bajó del coche de repente y sacó a