Tal y como la junta lo había decidido, Williams pagó las deudas de la farmacéutica y aquello, de forma inmediata, instaló un clima de tranquilidad que los tenía a todos gozando de una felicidad artificial tan delicada como un suspiro. A todos menos a Zack, Sheily y Lili. —Empezaré a ir a terapia —le contó a Sheily la asistente mientras almorzaban. Ya se había enterado de la verdad sobre Ángela y la inocencia de Zack—. La esposa de mi vecino lleva desaparecida unos días, él dijo que fue a visitar a su hermana, pero no pude evitar pensar que la mató. Estoy pensando lo peor de todo el mundo y es agotador. Cometí un error terrible con Zack, cuando el psicópata siempre ha sido Williams. —¿Desconectaste la tele? —Sí, ya no veo ni las noticias, sólo hablan de crímenes atroces. Esta ciudad ya no es lo que era. —Necesitas salir más, distraerte, disfrutar de lo bonito de la vida. Podrías invitar a Jorge e irse de parranda los dos. Mañana es sábado, no hay necesidad de dormir —le s
El cuerpo de Sheily ardía entre los brazos de Johannes. Su ingente calor le atravesaba la ropa y más la aferraba. —¿Puedes darte prisa? —apuró al conductor. Él la tenía entre sus brazos en el asiento trasero del auto, pero la perdía... De nuevo. *—Una aburrida cena de negocios más, ya me duele la cara de tanto sonreírle a estos ineptos y arrogantes chupapollas —la rubia bebió un sorbo de su martini, con expresión indiferente—. De ahora en adelante les sonreirás tú por mí, perro. ¿Entendido? —Sí, ama —acató obedientemente Johannes. El invitado había sido él, como el empresario de alto nivel que era. Había que juntar a varios más para poder igualar su fortuna, pero ni entre todos lograban emular su prestancia o su magnetismo, que tenía a varias mujeres de allí ya encandiladas, eso incluía a las que estaban acompañadas. Él era el invitado y la había llevado a ella porque no tenía permiso para salir solo. —¡Johannes, qué gusto verte! —lo saludó un hombre, un sujeto humilde dueño
Sheily había guardado el teléfono en su bolsillo a la espera de la ambulancia y, al despertarse y luego de recibir información de su estado, se lo pidió a la enfermera. Tenía cuatro llamadas perdidas de Zack, así que lo llamó y le dijo donde estaba. Él llegó con cara de haberse pasado la noche en vela celebrando, pero ahora todos los motivos para hacerlo se le hubieran acabado. —¡¿Apendicitis?! ¡¿Tenías apendicitis?! ¡¿Por qué no me lo dijiste?! —Porque lo supe ahora, cuando me desperté. Zack se aferró la cabeza, frustrado. —¡¿Y por qué no me llamaste cuando empezaste a sentirte peor?! Soy tu novio y me entero hasta ahora. ¡Estaba celebrando mientras tú sufrías! Sheily no supo qué responderle, llamarlo nunca fue una opción para ella, Zack no era médico, no podría haberla ayudado. Habría perdido tiempo llamándolo a él en vez de a la ambulancia. —Tenía mucho dolor y fiebre, no pensaba con claridad. Llamé a emergencias y me desmayé —dijo ella por fin—. No alcancé a avisarte.
Sheily releyó el mensaje, pensativa. Llamó al número del remitente, pero nadie le contestó. «¿Qué quieres?», le escribió justo cuando entraba Zack. Guardó el aparato en su bolsillo y le sonrió.—¿No te han agradado mis amigos? —preguntó él, rodeándola entre sus brazos. —¿Quién soy yo para juzgarlos? Ni siquiera tengo amigos, pero si los tuviera, serían como... —como Williams, pensaba Sheily—, serían fetichistas sadomasoquistas.—Eso sería interesante. ¿Quieres que me deshaga de ellos? —preguntó y Sheily negó.—No, puedo aguantarlos un poco más, siempre y cuando Vicki no me hable de cómo te la follabas a ella o a cualquiera de los otros. Tengo la mente abierta, pero no tanto.—Me gustaría poder dar una buena explicación, pero así hago amigas. O así las hacía, ya no porque estoy contigo. Si algún día terminamos, me gustaría que pudiéramos ser amigos. Aquello a Sheily le parecía tan difícil como dar la vuelta al planeta Tierra caminando. Si él terminaba con ella sería porque la horror
Acorralada, así se sintió Sheily parada junto a Williams mientras Zack se acercaba dispuesto a todo.—¿Aceptaste recibirme sabiendo que él estaría aquí? —murmuró, mirando a Johannes de reojo, segura de que había caído en su espantosa trampa.—No sabía que vendría, tal vez vino a ver a Mateo.Sheily resopló. En esa empresa no debía moverse una hoja sin que él lo supiera, así eran los amos, reyes del orden y el control. A ellos no los sorprendían. Zack llegó junto a ellos, miró a Williams como si quisiera descuartizarlo y a Sheily como si fuera un extraterrestre.—¿Qué haces aquí? —le preguntó y ella consideró las posibilidades, pensando en la mentira que pareciera más creíble para seguir ganando tiempo y proteger sus secretos. —Vino a decirme que no siga gastando mi dinero en comprarle flores —se apresuró a decir Johannes, con esa rapidez mental que resultaba muy atractiva y sin ningún titubeo, era un mentiroso de primera. Zack miró a Sheily a la espera de que confirmara la informac
*Sheily entró a la oficina de Edward con unas carpetas. Tomó asiento y comenzó a contarle los detalles de los últimos informes, muy profesional y sin hacer contacto visual con él. —¿Es todo? —preguntó Edward cuando ella terminó de hablar. —Por ahora sí, señor Bertram. Si no tiene alguna objeción, presentaré el proyecto en la próxima junta de directivos. —¿Señor? —cuestionó él y ella asintió—. ¿Así serán las cosas ahora? Eres una chiquilla muy inmadura, no conseguirás nada de mí con esta escena de celos. Desde que Sheily se enterara de que él tenía una amante, se había distanciado. Había «terminado» con él, como si tuviera atribuciones para hacerlo. —No me malinterprete, señor Bertram, porque ya no quiero nada de usted. Tiene a su amante para complacerlo y yo era menos que eso, me lo dejó claro, yo era nada. Qué más da si soy nada para usted o alguien más. Edward negó, decepcionado. —No importa cuánto esfuerzo dediqué en disciplinarte, eres un desastre de sumisa. No tienes de
Instalar su propio restaurante, Zack lo imaginaba luego de su conversación con Sheily. Un local en el centro de la ciudad, moderno, bohemio, que concentrara a una clientela exigente, pero de paladar adaptable, dispuesta a probar cosas nuevas y dejarse sorprender, por ejemplo, por algún espectáculo artístico a media semana o por los cuadros de pintores emergentes que revistieran sus muros, un restaurante galería. No había nada así en el país hasta donde él sabía, tendría que hacer un estudio de mercado.Un local en la playa tampoco estaría mal, lleno de turistas atraídos por los frescos sabores marinos, con una terraza con vista al mar y con fogatas para comer a su abrigo y bajo las estrellas. También podía escoger el campo, algún bosque, la montaña y montar un hotel boutique que fuera un refugio para los viajeros, con un restaurante que ofreciera lo mejor de la comida casera, acogedor y doméstico para hacerlos sentir en su hogar, pero a la vez aventurero, con actividades como senderi
Desde el pequeño refugio que Sheily había encontrado y donde recuperaba apenas la conciencia, oyó el desorden que hacía Monroe al buscarla. Tiraba cosas, movía otras. Se oía cada vez más cerca y ella no podía moverse, el cuerpo no le respondía. —¿Quieres saber cómo supe que eras la perra de Edward? Sal y te lo diré. Sheily intentó rodar los ojos, pero se le fueron para cualquier parte. No iba a salir ni aunque le pagaran. —Pensé que era un buen hombre, pero me equivoqué. Los hombres buenos no cogen con callejeras como tú. Terminó siendo un asqueroso y pagó por eso. ¿Quieres saber qué fue lo último que dijo antes de morir? Sal y te lo diré. En la farmacéutica, Zack pensó en ir a la oficina de Sheily, pero cambió de parecer a mitad de camino. No iba a presionarla y menos a arrastrarse por ella. No estaba desesperado, sólo muy emocionado por todo lo que quería que hicieran juntos. Hasta había pensado en casarse. Fueron sólo unos segundos en que la idea pasó fugazmente por su cabeza