La noche estaba corriendo tan caliente.Luces, música ensordecedora, tragos en forma de pene, gritos y dólares por doquier, es una combinación perfecta cuando vienes a ver a los papitos bailar en tanga.Iris, Dany, Santi y yo estamos gritando como verdaderas perras locas cuando el vaquero frente a nosotras se quitó el pantalón, mientras otro con pantalones de cuero de vaca y de torso desnudo le baila muy cerquita a Rain y Lisa le pasa la mano por el cinturón para dejarle otros cuantos dólares.Se pueden ir muy al carajo mis ahorros, ahora los estoy viendo bailar y si valen la pena.Otro morenazo apareció con chaleco de tiras blancos y calzoncillos rojos, tenía una tableta de chocolate por abdomen, traía en las manos una esfera de cristal donde se podían ver papelitos de muchos colores.Con su radiante sonrisa podía robarmelo en cualquier momento.—Veamos si la novia tiene suerte para un privado—sacudió la esfera con el papel—, o cualquiera de ustedes—guiñó el ojo—, el papel que salga
Me dejé caer en la silla más cercana, saqué de mi bolso el libro que había tomado a las apuradas, Virginia Woolf era la que había ganado, así que comencé a leer, con el celular al pendiente por si algo sucedía.Un poco más de hora y media mi tranquilidad y un cuarto de libro después terminaron.—¿Así que estás leyendo?Solté un ligero suspiro.—¿Qué otra cosa puedo hacer para evitarte?Adam soltó una especie de carcajada.—Al final terminé aquí—murmuró—¿Qué sucedió?Continúe viendo mi libro.—Te estabas muriendo por temperatura… tienes un esguince y… una hernia en la columna.—¿Qué? —irguió la cabeza, pero el movimiento rápido lo hizo soltar un quejido. —Solo necesitarás analgésicos y mucho reposo—lo miré de reojo.Rendido dejó caer su cabeza en la almohada.—O sea que no puedo trabajar.Rodee los ojos.—No puedes esforzarte.Enarcó una ceja y estiró su mano hacia mí, me quitó el libro de las manos.—¿No puedo esforzarme? —sonrió descarado, con ese característico mirar de medias luna
Salí de esa habitación, de nuevo, y solté todo el aire que tenía. Aunque esa faceta que le estaba dando a Adam de mujer hastiada y a punto de sacar las garras me la jugaba muy bien, en realidad, me estaba muriendo de miedo por dentro. Esta mezcla de incertidumbre, rabia y miedo por lo que este hombre pudiera hacer. Pensando bien lo que le había dicho a Dany hace unas horas, Adam terminó haciendo eco a ese mezquino pensamiento. Tal como el desgraciado que era, es probable que pudiese hacer cualquier cosa, como mero capricho, y yo, pagando como una estúpida las consecuencias de un berrinche sin escrúpulos. Podría ir a la cárcel. Esa era mi realidad. Quizá mi padre y toda la flotilla de su bufet pelearían por no dejarme como una paria, pero, Adam tenía mucho dinero y esa era una verdad nauseabunda. Él podría hacer lo que quisiera. Y yo simplemente podía arrastrar mi gelatinoso cuerpo tras las rejas. ¿Y mis hijos? ¿Qué futuro les depararía? Mis pensamientos estaban teniendo rienda
De vez en cuando, al despertar, salgo muy temprano, me calzo los tenis y una sudadera para salir a trotar la cuadra.Son las cinco de la mañana cuando salí despacio de mi casa, sin despertar a nadie, cerré con llave y me amarré el cabello. Aún estaba algo oscuro cuando comencé a trotar por la calle del vecindario, algunas luces de las casas ya se habían encendido.Mientras hacía mis respiraciones, vi el cielo entre las pocas copas de los árboles, respiré profundo, llenándome del aire fresco por el roció de la mañana. Toda la noche mi cabeza no hizo más que pesar y ahora, que el aire me entraba a los pulmones, intenté llenarme, porque este día no iba a ser más que de puras catástrofes.A la lejanía vi a la pareja de siempre, los Johnson, que salían juntos a correr todos los días, llevaban diez años de casados y parecían tan enamorados como desde el principio.Sonreí cuando los vi, ellos siempre parecían estar tan unidos.Me vieron a lo lejos y me saludaron agitando la mano, luego comen
Holly abrió el cajón donde debería estar su ropa interior, la vi remover todo, me estaba divirtiendo.—¿Dónde está mi ropa? —me miró molesta.Me llevé los brazos tras la cabeza y la miré divertido, anoche había pasado tiempo deambulando por su habitación, lo sé, me sentí un poco pervertido, pero no me arrepiento de haber hecho trizas esas horrendas bragas de algodón que seguramente había comprado en el supermercado.—Están donde deben estar, agapitós—(cariño).Me miró como si mi presencia le resultase nauseabunda.—¿Qué se supone que tengo que hacer con todo esto? —volvió a remover las prendas como si fuesen horrendas.—Usarlo—sonreí anchamente—, aunque sería algo distintivo, al final terminaré quitándolo igual.—Eres un pervertido—gruñó—, esto—hizo una seña hacia nosotros—, no te da derecho a tocar mis cosas ¿Dónde está mi ropa?—Ya te dije que esta donde debería estar… así que usa eso.Apretó los labios, removió de nuevo el cajón con la lencería, soltando un bufido, tomó algo.—Eres
—Sé que mentiste sobre lo de hace un rato—dijo sin mirarme.—¿De qué hablas?—Mi hijo no es una blanca palomita y sé sus intenciones sobre ti—me miró en cuanto terminó y se limpió las manos con una toalla.Quizá ese niño ya tenía experiencia en espantar algún interesado en su madre.—¿Lo ha hecho antes? —pregunté intentando parecer indiferente.—Nunca he traído a un hombre a casa, como te dije, pero a Tony le gusta manipular las cosas a su favor—se rio por lo bajo—, eso sí lo ha hecho antes y reconozco sus travesuras cuando las hace—se acercó para guardar las cosas de la mesa—, pero tampoco es para ponerse al nivel de un niño de cinco años—recriminó.Solté un bufido, es cierto, me comporté infantil.—No es un niño normal de cinco años, es un enano muy inteligente y manipulador.—Creo que te has reflejado en él—se cruzó de brazos y sonrió sarcástica.¿Yo? ¿reflejarme en él?, está bien, está bien, admito que sus rasgos son parecidos, pero no lo conozco para decir que tiene comparación c
James Mads Hawking, me cortó el aliento desde el primer momento en que lo vi entrar al salón de clases, con una máscara de chico tranquilo, educado, mostrando valores que muy pocos ahora tenían, aunque siempre hubo algo más bajo todo ello. No es de los que sonríe todo el tiempo o que está feliz con su vida, él es un hombre al que siempre lo abruma algo. Todo ese tiempo, creí haberme enamorado de él, porque sabía quién era, o, al menos eso era lo que mostraba; un hombre trabajador, que respetaba a todo el mundo, de fuerte personalidad y que ante los problemas se enfrentaba con la frente en alto. Pero, con el pasar de los años, descubrí quien era en realidad, un hombre atormentado por su pasado, pesimista, que llegado un tiempo siempre creía que todo era porque algo malo pasaría después, tirado al vicio del tabaco, que sentía que su vida no tenía razón de ser. Además de que, prefería esconderme de todos y que solo… me quería para una cosa. Cuando, al fin me di cuenta de que estando
—¡Nicky! Era el tercer raund, no podía creer que resistiera tanto. Nicky me miró algo cansado, gotas de sudor surcaban su rostro, jadeaba. —Estas acabando conmigo—se tumbó de espaldas a la cama, mientras me quedé ahí, mirando el techo e intentando recuperar el aliento. Solo solté una leve carcajada, me levanté para ir al baño y me encerré, me miré al espejo, sinceramente parecía otra persona, pero esto a Nicky le gustaba, los mechones humedecidos por el sudor parecían telarañas en mis hombros. Cabello negro en mi piel desnuda. Quizá no era tan raro, era solo las preferencias de Nicholas. Tiré de la peluca y la dejé con cuidado en un estante del gabinete, comencé a lávame la cara, pero, no fue suficiente, me lavé los brazos y el cuello. Al final me metí a la ducha, me lavé el cabello con fuerza, enjaboné mi cuerpo una y otra vez hasta que sentí que estaba bien, que estaba limpio. Salí a la habitación y vi a Nicky dormido, estaba tan cansado que su semblante estaba relajado, arroj