Tomé el abrigo que había colgado detrás del respaldo del asiento, arrojé los enormes aretes y salí corriendo del auto, entré al hospital con los nervios carcomiéndome por dentro, todo el cuerpo me temblaba.—¡Anthony Austen! —chillé a la recepcionista.—¡Holly!Me giré hasta dar con el rostro de mi madre, que estaba también afligida.—¿Qué sucedió? —casi grito desesperada.—Aún no lo sé—sollozó—, tenía mucha fiebre y poco después se le hincharon los labios. Sentí de pronto unas ganas inmensas de llorar, pero no quise hacerlo.—¿Tomó algo? ¿comió algo que no debía?Parpadeó limpiándose las lágrimas.—Solo cosas que ya ha comido antes—suspiró y luego miró a mi padre—, bueno…—¿Qué? —casi pego el grito.Mi madre me miró con culpa.—Tu tía Vira les dio unas leches.De pronto, después de sentirme abrumada, me embargo poco a poco el enojo.—¿Les?Alguien carraspeó a nuestras espaldas—¿Familiares de Anthony Austen?Dejamos nuestro drama familiar.—¿Si?El doctor parpadeó ante nuestra respu
—Al parecer no es nada grave—decía la chica—, con esta sesión terminará como nuevo. La chica masajeó mi espalda y sentí el dolor por todo el cuerpo—. Compresas frías y calientes para desinflamar el golpe—continuaba diciendo—¿Cómo se le ocurre saltar de un auto en movimiento?—Solo has tu trabajo y cállate—gruñí, mientras apretaba los puños conteniéndome, la espalda me estaba matando.Pero esta me las va a pagar, ¿Cómo se atreve a tirarme de su auto de esa manera?Después de esa visita rápida al quiropráctico regresé a mi habitación en el hotel para encontrarme con una maleta que encendió mi rabia a mil, ese retorcido de Marcell, mandó esa maleta con la ropa que le había comprado a Holly.Debió haber tirado toda esa ropa.No pude quitarle los ojos de encima a esa enorme maleta, ni siquiera cuando me tumbé en el sillón para descansar. La furia hacia Holly no hizo más que alentar una idea disparatada.Minutos después me encontré arriba en mi auto, manejando con esa miserable maleta llena
—…las cuadrántidas se encuentran en la constelación de Boyero en dirección al norte; el paso de nuestro planeta a través de ella provoca que las partículas de hielo, polvo y rocas entren en contacto con la atmósfera terrestre…No podía identificar esa voz amplificada en mi cabeza, ¿por qué estaba hablando de constelaciones y partículas de hielo?Me removí y abrí los ojos.Me sentía un poco mareado, la vista nublada, pero poco a poco se despejó, hasta que percibí un ligero movimiento. Frente a mí, agazapada en un sillón, una pequeña Holly abrazando un peluche deforme de ojos saltones, la pequeña me miró sorprendida.—¡Hick! —hipó.Intenté incorporarme, pero la espalda me atenazó con un fuerte dolor.—¡La comida esta lista! —canturreó una voz…Holly.La niña se removió temerosa con prisa, bajando del sillón y corriendo hacia donde la llamaban, se le cayó el peluche, pero regresó por él, me miró, se estremeció y volvió a correr.Vaya chiste.Si esa era la voz de Holly, y esa niña su hija,
Mi madre posó en los espejos, el vestido celeste le acentuaba bien, finísimas tiras le sostenían en el hombro izquierdo, resaltándola como una dalia en plena primavera.—Me gusta.—Al fin—bufó—, ya estaba comenzando a acalorarme.—Siempre podemos ir por unas bebidas—aventuró Nicholas mientras me palmeaba la espalda—¿no te parece? —inquirió alzando las cejas.—Ella se pondrá ebria con dos cosmos, así que no la alientes.—No seas aguafiestas, cariño—protestó mi madre—, que no pretendo frenarme en la boda.Puse los ojos en blanco.—Eres capaz de ligarte al tío Yuli con esos cosmos.—Y tres daiquiris, así que no me subestimes.Mi madre entró de nuevo al vestidor para quitarse el vestido.—¿Segura que no quieres probarte nada? —inquirió Nicholas.—No—suspiré—, ya tengo mi vestido de dama y si veo algo más me voy a exaltar—me levanté—, ya es hora de irnos.No quería decirle que por la noche tendría la despedida de soltera de Dany. Anoche Holly se desapareció y por más que estuve llamándola
—Gracias papá—dije algo sofocada. —Tranquila, todo está bien, los niños ya están durmiendo—hablo tranquilo—, avísame si sucede algo. —Sí, papá. Dany no decía nada, estaba molesta conmigo cuando se metió al auto. —No debes dejar que esto estropee tu noche—le dije con suavidad, ya que, nada nos llevaba a algo bueno si le gritaba, era como tratar con mis hijos, criar a Dany fue parte de la práctica—tienes que divertirte mucho. Después de que mamá tuvo a Dany, continuó furtivamente con su carrera, y básicamente tuve que cuidar a Dany, mamá y papá trabajaban y solo éramos nosotras dos, fue más difícil cuando Dany cruzó por la pubertad, con su carácter explosivo hubo muchas veces en las que nos peleamos a golpes. Pero, se cómo tratar con ella, con mucha, mucha paciencia. Sentía su mala vibra a punto de explotar —¿Entonces es taaan importante como para que no me acompañes? Bien, lo había dicho. —No lo es—suspiré—, pero yo tengo la culpa de que esté en ese estado. —¿Y qué? —gritó go
La noche estaba corriendo tan caliente.Luces, música ensordecedora, tragos en forma de pene, gritos y dólares por doquier, es una combinación perfecta cuando vienes a ver a los papitos bailar en tanga.Iris, Dany, Santi y yo estamos gritando como verdaderas perras locas cuando el vaquero frente a nosotras se quitó el pantalón, mientras otro con pantalones de cuero de vaca y de torso desnudo le baila muy cerquita a Rain y Lisa le pasa la mano por el cinturón para dejarle otros cuantos dólares.Se pueden ir muy al carajo mis ahorros, ahora los estoy viendo bailar y si valen la pena.Otro morenazo apareció con chaleco de tiras blancos y calzoncillos rojos, tenía una tableta de chocolate por abdomen, traía en las manos una esfera de cristal donde se podían ver papelitos de muchos colores.Con su radiante sonrisa podía robarmelo en cualquier momento.—Veamos si la novia tiene suerte para un privado—sacudió la esfera con el papel—, o cualquiera de ustedes—guiñó el ojo—, el papel que salga
Me dejé caer en la silla más cercana, saqué de mi bolso el libro que había tomado a las apuradas, Virginia Woolf era la que había ganado, así que comencé a leer, con el celular al pendiente por si algo sucedía.Un poco más de hora y media mi tranquilidad y un cuarto de libro después terminaron.—¿Así que estás leyendo?Solté un ligero suspiro.—¿Qué otra cosa puedo hacer para evitarte?Adam soltó una especie de carcajada.—Al final terminé aquí—murmuró—¿Qué sucedió?Continúe viendo mi libro.—Te estabas muriendo por temperatura… tienes un esguince y… una hernia en la columna.—¿Qué? —irguió la cabeza, pero el movimiento rápido lo hizo soltar un quejido. —Solo necesitarás analgésicos y mucho reposo—lo miré de reojo.Rendido dejó caer su cabeza en la almohada.—O sea que no puedo trabajar.Rodee los ojos.—No puedes esforzarte.Enarcó una ceja y estiró su mano hacia mí, me quitó el libro de las manos.—¿No puedo esforzarme? —sonrió descarado, con ese característico mirar de medias luna
Salí de esa habitación, de nuevo, y solté todo el aire que tenía. Aunque esa faceta que le estaba dando a Adam de mujer hastiada y a punto de sacar las garras me la jugaba muy bien, en realidad, me estaba muriendo de miedo por dentro. Esta mezcla de incertidumbre, rabia y miedo por lo que este hombre pudiera hacer. Pensando bien lo que le había dicho a Dany hace unas horas, Adam terminó haciendo eco a ese mezquino pensamiento. Tal como el desgraciado que era, es probable que pudiese hacer cualquier cosa, como mero capricho, y yo, pagando como una estúpida las consecuencias de un berrinche sin escrúpulos. Podría ir a la cárcel. Esa era mi realidad. Quizá mi padre y toda la flotilla de su bufet pelearían por no dejarme como una paria, pero, Adam tenía mucho dinero y esa era una verdad nauseabunda. Él podría hacer lo que quisiera. Y yo simplemente podía arrastrar mi gelatinoso cuerpo tras las rejas. ¿Y mis hijos? ¿Qué futuro les depararía? Mis pensamientos estaban teniendo rienda