Capítulo quince: Play boy divertidoGabriella no sabía que la subasta benéfica a la que Alonzo la había invitado sería en casa de los padres de él hasta que llegaron a la mansión. Era gigantesca. Gaby la había visto por internet, pero nunca había visto más de tres mil cuatrocientos metros cuadrados de casa en directo. La mansión era casi como una pequeña localidad.—Vaya… Es impresionante… ¿Creciste en esta casa? —le preguntó a Alonzo. Los dos iban sentados en el asiento posterior de una limusina.—No. Compraron esta casa hace unos siete u ocho años. Nosotros crecimos en una casa muy grande, pero no tanto como esta.El conductor detuvo el coche y un asistente fue a abrirles la puerta. Gaby aceptó la mano que él le ofrecía para descender. Después, ofreció la misma mano a Alonzo.El esmoquin que llevaba puesto era como el que había llevado a la fiesta de cumpleaños de Alonzo, pero iba todo de negro, camisa y pajarita incluidos. La oscuridad hacía que su piel reluciera y que los brillan
Capítulo dieciséis: Fecha para la bodaLa expresión de preocupación de Alonzo fue lo primero que Gaby vio cuando abrió los ojos. Se tocó la frente porque notaba algo húmedo sobre ella y se quitó un trapo negro.Alonzo se lo arrebató enseguida.—Fiona, ¿te importaría humedecer esto de nuevo?Fiona se apresuró a ayudar. Regresó unos segundos más tarde con un trapo mucho más fresco, que Alonzo volvió a aplicarle en la frente a Gaby.—Nada de tacones altos en lo sucesivo —le dijo él.—Déjala en paz —le recriminó Fiona. Tenía una botella de agua en las manos—. Toma un sorbito, Gaby.Alonzo la ayudó a incorporarse para que pudiera beber de la botella. Se sentía mucho mejor. Estaba en un enorme salón repleto de sofás y de mesitas de café.—Te has desmayado. ¿Has comido algo hoy? —le preguntó Alonzo con voz algo enojada, aunque su innata ternura delineaba todas las palabras.—He comido un poco —murmuró Gaby. Sacó los pies del sofá y los puso sobre el suelo. Los pies desnudos, sin emb
Capítulo diecisiete: Tu casa es mi casaAlonzo palideció de un momento a otro. Cuando se comprometió con Gaby, jamás creyó que terminaran casándose. Incluso con un bebé en camino no había planeado casarse con ella, pero tampoco había considerado que todo el mundo esperara que lo hicieran oficial, sobre todo cuando había un bebé que llevaría el apellido Varca.—Tengo que dejarte. Ciao!Fiona le colgó el teléfono. Él buscó el calendario en su móvil y miró el mes de mayo.Su hermana tenía razón. Su bebé venía tanto si había fecha de boda como si no. Si Gaby y él no se casaban, dentro de unas pocas semanas tendrían que anunciar un embarazo y también la decisión de que no iban a casarse.Resultaba anticuado pensar que se tenían que casar porque estuvieran esperando un bebé, pero sus padres así lo desearían, en especial después de que se hubieran enterado de que se había casado con Yvonne siguiendo un impulso.Sin embargo, nadie sabía la verdadera razón que había tenido para casarse con Yv
Capítulo dieciocho: Mi dueño—¿Se acabó? —Alonzo frunció el entrecejo, sintiendo una repentina inddignación—. De eso nada.—¡Alonzo! —exclamó Gabriella.Él la miró de la cabeza a los pies hasta llegar a los zapatos que debería haber tirado en vez de dejar escondidos en su armario.—Llevas puestos los zapatos que te dije que no te pusieras —gruñó.—Estamos en un país libre.—Te vienes a mi casa —reiteró él. No podía arriesgarse a que ella se cayera con aquellos zapatos o se olvidara de comer. No quería ni pensar en que ella estuviera sola si volvía a sentir náuseas cuando llegara la mañana. Quería que Gaby estuviera a salvo. La quería con él—. No hay más discusión.—No puedes mantenerme prisionera, ¿sabes?Gaby era muy testaruda. Alonzo dejó caer la bolsa y estrechó a Gabriella contra su cuerpo. La besó profundamente, deslizándole la lengua entre los labios. Le agradó ver que la mano que ella tenía libre pasó de empujarlo a agarrarle con fuerza la camisa para tirar más de él. El gozo
Capítulo diecinueve: En la calleAsher Serra y Marieta Longo estaban sentados a una mesa redonda que había junto a la piscina. Gaby estaba frente a ellos en una silla de mimbre a juego con las demás. Los había conocido en la mansión de Asher, a petición de este, y estaba tan agradecida por lo que él le estaba ofreciendo como por la calidez del sol de verano.Estaban buscando en aquellos momentos a un especialista en relaciones públicas para que se ocupara de un incidente que había ocurrido durante una fiesta particularmente alocada en la que Marieta, que estaba comprometida con Miguel Leone, su jefe, había sido fotografiada besándose con Asher.¿Quién podía culparla? Marieta y Asher tenían poco más de veinte años y Miguel estaba ya cerca de los cuarenta.En realidad, Marieta y Asher parecían pareja, no solo por las gafas de aviador idénticas que llevaban puestas, sino también porque tenían las manos entrelazadas sobre la mesa, en la que descansaban tres vasos de limonada helada.—Quer
Capítulo veinte: Mi cama, mi casa y mi mundo—De eso nada —replicó Alonzo de inmediato y Gaby en cambio rezongó. Ya sabía por dónde iban los tejos.—No me pienso mudar a tu apartamento, Alonzo.—No, claro que no.Ella parpadeó al mismo tiempo que apretaba el botón del ascensor.—¿Cómo has dicho?—Estoy buscando una casa en estos momentos. En mi casa no hay suficiente espacio para un bebé. Sí, creo que me voy a quedar —añadió, como si estuviera hablando con otras personas.—¿Alonzo?—Tengo que dejarte, preciosa. Tengo que ocuparme del papeleo.—Alonzo…Con una mirada a su teléfono móvil, comprobó que él ya había dado por finalizada la llamada.Alonzo volvió a llamar al teléfono de Gaby, pero, una vez más, le saltó el buzón de voz. Tocó la pantalla que tenía en el salpicadero del coche para dar por terminada la llamada y salió de la autopista para poder cambiar de dirección y dirigirse al apartamento de Gaby. Si no estaba allí, la buscaría en su despacho. Si tampoco estaba all
Capítulo veintiuno: Vive peligrosamente—Te quiero a mi lado, Gaby —añadió Alonzo al mismo tiempo que le acariciaba suavemente el labio inferior.—No tienes que…—Permíteme. Permítete permitírmelo. No tienes que tener planes rígidos para tu propia vida, Gaby. Vive peligrosamente —añadió con una perezosa sonrisa—. Es más divertido.Ella se lamió los labios antes de responder. Alonzo la besó. ¿Tal vez para desviar su atención? Posiblemente. En lo que se refería a ellos, había una manera muy rápida para conseguir que se centraran el uno en el otro, y estaba en el dormitorio.—Me prometiste que me invitarías a cenar…—¿Tienes hambre?—Me muero de hambre —replicó ella disculpándose con la mirada—. ¿Qué te parece después de cenar?—¿Acaso tienes que preguntar? —preguntó Alonzo—. Cena. Cámbiate inmediatamente.Gaby se marchó con una alegre sonrisa que hizo que Alonzo fuera casi tan feliz como cuando la tenía contra su cuerpo. Entonces, él miró al papel que Gaby le había entregado antes. Aga
Capítulo veintidós: Reunión con los suegros.—¡Es maravilloso que hayáis venido para quedaros todo el fin de semana! —exclamó Sabrina De Luca con una sonrisa al mismo tiempo que amontonaba filetes adobados crudos y pechugas de pollo en un plato—. Te echamos tanto de menos, cariño.—Y yo a vosotros, mamá —replicó la joven abrazando a sus padres.Darío, el padre de Gabriella, fue a recoger el plato y pareció partir a Alonzo en dos con un seco movimiento de cabeza.Alonzo estaba acostumbrado a las reacciones de sospecha por parte de los padres de las mujeres con las que salía. Las madres lo adoraban, pero los padres eran más duros de pelar. Tomó un sorbo de su botella de cerveza. Tan sólo tenía que encontrar cómo hacerlo.Había decidido utilizar la ropa que se ponía en sus días de Roma, dejando a un lado su faceta de millonario. Por eso llevaba puesto un par de vaqueros y una camiseta gris.Gabriella llevaba puesto un vestido amplio, con el que esperaba ocultar su barriga de emba