Mía sostuvo las dos manos sobre el timón del barco mientras Leo, parado a sus espaldas. La abrazaba, dejándola dirigir el barco.
—Me molestaba tanto que fueras mejor que yo navegando un velero —se rio.
—Era mayor que tú, y era más fuerte también —respondió Leo—. No podías esperar otra cosa. Pero te convertiste en una mujer muy capaz, Mía. Eres una mujer increíble en todos los sentidos.
Le dio la vuelta, apoyando la curva de su trasero en el timón mientras él era el que navegaba.
—Te prometo que esto va a ser maravilloso. Vamos a tener una vida increíble juntos —le aseguró—, pero primero hay algunas cosas que quiero hacer.
—¿Cosas como qué? —quiso saber ella.
—Son sorpresas, todas —respondió él, haciendo que se girara de nuevo para que dejara de pr
Mía sintió sus manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo, y se hizo uno con el de Leo, abrazándolo, atrayéndolo hacia su boca para besarlo. Le encantaba que fuera mucho más alto que ella, le encantaba que pudiera levantarla como si fuera una pluma, le encantaban aquellos brazos poderosos que la aprisionaban y la excitaban.—Leo… —el nombre salió de su boca, no supo si como una petición o como una súplica, pero aquella descarga de electricidad que bajaba desde su vientre hasta su entrepierna, y a través de su sexo con un latigazo, solo podía calmarse teniéndolo a él.—¿Qué quieres, amor? —susurró Leo contra sus labios, haciéndole cosquillas con la barba, mientras Mía echaba atrás la cabeza y se sostenía de sus brazos, porque las piernas ya no respondían—. Dime qué quieres&helli
Debían ser cerca de las diez de la mañana cuando uno de los coches de la compañía dejó a Leo y a Guido en el estacionamiento privado de las oficinas de Marsella. El gerente a cargo los estaba esperando en la sala de conferencias, para responder por todas y cada una de las cosas que habían sucedido, pero no fueron a verlo inmediatamente.En lugar de eso, Leo y Guido se dirigieron al astillero, a ver con sus propios ojos el destrozo que se había causado. Pasaron un par de horas revisando hasta el último metro del lugar, y la conclusión fue la misma para los dos, parecía «demasiado» un accidente.—No lo entiendo —murmuró Leo interrogando a su mejor amigo con la mirada, como hacía cada vez que estaban listos para lanzarse a la tormenta de ideas e hipótesis sobre cualquier tema--. Muller me mandó las cifras y las pérdidas por este barco fuer
Mía cortó la llamada y miró a Sam, que también terminaba la suya con Guido. Le había quedado bastante claro que Samantha y Guido no habían hablado antes de que él se fuera, y estaba segura de que había sido ella la primera en posponerlo.—¿Estás preocupada? —preguntó Sam sentándose a su lado en el sofá de la terraza.—Bastante —admitió Mía—. Al parecer encontraron algo sospechoso y van a demorarse un poco más. Eso no me gusta nada.—No tienes nada que temer, todos estamos aquí contigo y con Liam…—No tengo miedo por nosotros, sé que estamos perfectamente protegidos, pero no puedo decir lo mismo de ellos. Me inquieta que de verdad haya sido un atentado contra la naviera, eso significa que hay alguien que los quiere lastimar.Sam suspiró, se levantó y fue al bar, d
Leo entrecerró los ojos con aquel recibimiento. Ryan se había tomado bastante bien la noticia de que Guido tuviera cierto «enredo» con su hija, pero no era como para que lo abrazara ni lo llamara «campeón» apenas verlo. Así que por si acaso buscó la botella por algún lado, pero no, ni rastro de alcohol en sangre.—¿Estás bien, Ryan? —le preguntó, saliendo en auxilio de su amigo, que lo miraba con ojos desorbitados.—Perfectamente, solo un poco desvelado pero me alegro, porque así los pude recibir —contestó el hombre—. Leo, Mía se quedó en tu villa, dice que para cuidarla pero la verdad es que te extrañaba mucho. ¡Solo no vayas a decir que yo te lo dije! Y tú —dice volviéndose hacia Guido y palmeándole la espalda—, Sam está en la otra villa, asumo que ya sabes cuál es
Guido levantó la mano para tocar a la puerta, pero se detuvo; no quería despertar a Sam. Abrió la puerta lentamente y se la encontró dormida, acurrucada en medio de la cama. El televisor todavía estaba encendido, así que era probable que Sam se hubiera quedad dormida viendo aquella serie de… ¿asesinatos? ¡Qué sangrienta era aquella chica para todo!Se acercó a la cama. La lámpara en la mesita de noche estaba encendida y Guido podía ver su rostro, estaba dormida pero no precisamente relajada. Sus ojos se movían sin cesar detrás de sus párpados, era evidente que estaba soñando algo que no le gustaba.Guido la abrazó con dulzura para que no se sobresaltara y le dio un beso en la mejilla para despertarla. Sintió la tensión del despertar, pero duró solo un segundo, lo que tardó en darse cuenta de que era &eacu
—¿Estás bien?Era una pregunta muy tonta. Leo conocía a Guido mejor de lo que conocía a su propia hermana, y cien veces mejor de lo que conocía al resto de su familia, así que estaba seguro de que Guido no estaba bien, pero era inmensamente feliz.—Supongo que estoy nervioso, estoy emocionado, tengo miedo… ¡Todo a la vez! —se rio su mejor amigo—. ¿Es eso posible?—Por supuesto que lo es —contestó Leo con una sonrisa de aceptación.Guido empujó hacia él la taza de café recién hecho y luego se sentaron en la terraza. Apenas estaba amaneciendo y tanto Mía como Samantha estaban profundamente dormidas, pero ellos no habían conseguido pegar los ojos.—De verdad me hubiera gustado que hubieras podido vivir todo esto con el embarazo de Liam. Lo siento mucho, hermano —dijo Guido de repente&mdas
Mía estaba terminando de bañar a Liam cuando sintió que tocaban a la puerta. Malena se asomó con una sonrisa y juntas lo miraron con los ojos llenos de ternura.—¡Es hermoso! —exclamó su madre haciendo un puchero—. Nunca tuve preferencia entre tener niñas o varoncitos, pero no cabe duda de que este príncipe es una dulzura.Lo cargó, ya vestidito y escuchó a Mía suspirar.—Mía, voy a entrenar a tu tío Ryan en el noble arte de cuidar nietos, porque pronto le va a tocar, así que me lo llevo un ratito. ¿No hay problema?—No, claro que no. —Mía agradecía cualquier ayuda porque Liam era una dulzura pero también era un pequeño ciclón—. Acaba de comer así que va a estar tranquilo por algunas horas.—Perfecto. Oye, cielo, te traje algo —dijo Malena señal
—Mi mamá va a infartar —se rio Mía con malicia mientras salían corriendo de la casa.Estaba amaneciendo. Ella llevaba el mismo vestido de la noche anterior y él se había puesto una playera, porque no podía llegar a casarse medio desnudo. Se subieron a uno de los coches y se escabulleron como si fueran dos prófugos de la justicia.Iban riendo. ¿Qué otra cosa podían hacer?—¿Tienes todos los documentos? —preguntó Leo apenas tomaron carretera.—Todos, los tuyos y los míos.—¿Estás segura de que quieres hacerlo así? —preguntó Leo acariciando su barbilla mientras conducía—. Podemos hacerlo según la tradición… las flores, el vestido, los invitados. ¡Amor, haremos lo que tú quieras!—¡Y haremos todo eso, cielo! —aseguró