CAPÍTULO 14. CIERRA LOS OJOS

Leo abrió los ojos al sentir la presión sobre uno de sus muslos. El sol se estaba yendo y la tormenta parecía haber cedido un poco, pero todavía podía sentirse el aullido del viento opacado por el grosor de los cristales. Miró a un lado y encontró el rostro de Mía muy cerca del suyo, estaba profundamente dormida, con una pierna enroscada entre las suyas y la cabeza apoyada en su hombro.

Trató de sacar el brazo pero solo logró que ella se acurrucara todavía más contra él, buscando su calor, y terminó envolviéndola sin poder hacer nada contra aquella cercanía que lo mismo le aceleraba el corazón que se lo paraba de un golpe… el corazón.

La expresión en el rostro de Mía era suave y dulce, como si se sintiera a salvo, como si estuviera en su lugar perfecto en el mundo. Y para él era así. Mía nunca estar&iacu

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