Una perra celosa

—Bueno, fui a ver a Soraya y tuve una pequeña charla con ella sobre todo lo que había estado sucediendo, pero de repente se puso violenta, como siempre, y comenzó a arrastrarme fuera del dormitorio hasta la habitación de Kai. Me dijo que me llevaría allí para que percibiera su feromona y entrara en estado maníaco, después de lo cual me dejaría en el dormitorio con él para que pudiera devorarme, pero, desafortunadamente para ella, cuando llegamos allí, no tuvo tiempo de escapar. Antes de que Kai pudiera atacarme, ella también fue atacada —explica ella con la mirada más triste, y la ira apuñala el corazón como un millón de dagas.

Hay tantas lagunas en esta explicación suya. Tantas lagunas que Alfa Ace las toma.

—¿Estás segura de que eso fue lo que pasó? —inquiere con toda seriedad.

—Lo juro. Eso fue lo que pasó.

—Sabes, Mia, has dicho tantas cosas que parecen imposibles. Dijiste que Soraya te arrastró hasta la habitación de Kai, pero no lo creo, ¿y sabes por qué? —Ella se queda quieta—.
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