Sus atrocidades

—¿Qué estás haciendo aquí? —Beta preguntó divertido cuando llegó al pasillo de su oficina y se encontró.

Cuando lo vio, sonrió de buena gana mientras se ponía de pie y caminaba hacia él.

—Regresaste.

—Sí. ¡Y ​​ésta es una agradable sorpresa! Me siento como un hombre casado.

Tatiana se rió entre dientes y juguetonamente le golpeó el brazo.

—¿Qué te trae por aquí?

—¿Por qué no vamos primero al dormitorio? Se suponía que debía esperar allí, pero está cerrado. Quiero decir, ¿quién cierra su dormitorio?

—Sí. —Beta se rió entre dientes mientras subía las escaleras.

Estaba a la vez conmocionado y sorprendido por la repentina y no anunciada presencia de Tatiana en sus aposentos. Ella nunca antes había aparecido sin previo aviso.

Cuando llegaron a la puerta de su habitación, la abrió con su llave y ambos entraron a la habitación familiar donde se habían cometido la mayoría de sus atrocidades.

—Bienvenida.

—¡Gracias! ¿Cómo estuvo el trabajo hoy?

Beta Leo hizo una pausa, dio una mirada extraña y
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