Golpeando los nervios equivocados

DOS SEMANAS DESPUÉS.

Helena estuvo a punto de morir de frustración por el arresto domiciliario que le dio el rey Ares. No se le permitía salir de la habitación ni hacer nada por su cuenta.

Tenía sirvientes que le servían la comida, le bañaban y le escogían la ropa. Hizo todo con la ayuda de otros y lo odiaba, pero no podía ir en contra de las órdenes del rey.

Esa noche, el rey estaba en sus aposentos leyendo un libro cuando escuchó un golpe en la puerta de su habitación.

—Adelante. —Hizo una señal e inmediatamente, la puerta se abrió.

Estiró el cuello para ver quién era, pero la decepción le dio un tirón en el corazón cuando vio a Tatiana entrando a su habitación vestida con una bata blanca.

—Tatiana. —Llamó y se puso de pie.

Tatiana caminó hacia él y sólo se detuvo a unos centímetros de distancia. Parecía que estaba a punto de llorar.

—Han pasado ya más de un mes desde la última vez que me llamaste para pasar la noche contigo. Esto nunca había sucedido antes. ¿Qué está pasando? —preg
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