Ardiente

Helena sonrió. Ella incluso se rió entre dientes.

El rey Ares la sorprendía todos los días, pero, ¿podía rechazarlo cuando el la estaba mirando con ojos de cachorros?

La repuesta era un gran… NO

Hizo un movimiento, lo único que se le ocurrió, subió la cabeza, agarro el cuello de Ares con las dos manos, pegándole a ella y estrecho los labios húmedos contra los de su rey.

Su dulce boca se pegó a la suya.

El rey Ares enloqueció de pasión metiendo su lengua y enredando la de ella, sus labios chocabas necesitados, como muertos de sed.

—Por la diosa Luna, Helena, cuando lo dices así... —murmuro con voz ronca, su pecho subía y bajaba rápidamente mientras respiraba profundamente.

Esa no era la respuesta que esperaba, pero aun así estaba feliz. Una mano la tomó detrás de la cabeza, apretando su suave cabello y volvió a chocar sus labios, incitándola a abrir su boca para comérsela completa.

Su otro mano vago acariciando su cintura y sus caderas.

Se arrastró sobre ella, bajando por su delicada c
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