A pesar de saber que el príncipe estaba allí, me armé de valor y le lancé una bofetada a aquel irrespetuoso hombre.
"Mis hijas jamás deberán ser tratadas ni tocadas de una forma despectiva, porque aunque no tenemos una vida dentro del palacio, trabajamos para ellos honradamente, y eso nos hace valer", eran siempre las palabras de mi padre. —Su majestad... —El hombre bajó la mirada—. Esta plebeya ha osado a... —¿A qué? —le interrumpí—. Él empezó, su majestad... —aclaré, controlando mi humor, mientras hacía una corta reverencia para él. Este lucía igual de encantador como lo había visto horas antes, sólo que su rostro estaba serio, mientras veía al ayudante. —Creo que la señorita merece una disculpa —expresó, viendo por un breve momento mi vestido—. Mira lo que has hecho. —S-sí, lo siento su majestad... —A ella. El hombre me miró, obligado y con los ojos inyectados de sangre, entonces murmuró: —Disculpe, señorita. —Disculpa aceptada. Sonreí nerviosa cuando el príncipe se acercó más a mí, y entonces me señaló la puerta de repente. —¿Me haría el honor de llevarla hasta su hogar, señorita Anna? —Con una encantadora sonrisa que me hizo sentir mariposas en todo el cuerpo. —Nuevamente te pido disculpas por el irrespeto de mi criado. Muchos son personas sin estudios, incapaces de hacer honor a una hermosa y delicada doncella. —las mejillas se me encienden por segunda vez y él debió notarlo porque con el dorso de su mano recorrió el lado izquierdo de mi rostro. ¡Dios, sus manos! No sé que me ocurre pero cada vez que siento su suavidad y tibieza, dentro de mí emerge en un fuego intenso que abrasa mis entrañas. —¡Gracias su majestad, por defenderme! —Mientras yo esté cerca, nadie podrá hacerte daño. —dijo y mi corazón se aceleró. ¿Dijo, cerca? Nada más desearía que ver esa sonrisa todos los días y verme reflejada en aquel verdor de sus ojos. Como si el tiempo volara, el carruaje se detuvo y justo estábamos frente a mi humilde morada. Desciendo del coche, luego que el cochero abre mi puerta, antes de bajar, el príncipe toma mi mano y la besa, sus labios húmedos provocaban que mi piel de erice y mi vagina se humedezca vertiginosamente. —¡Hasta pronto, Anna! —¡Hasta pronto, príncipe! Caminé hasta la entrada de mi casa sin voltear a verlo, no quería que pensara que me derretía por él aunque fuese una gran verdad. Mis hermanas me observan todas con las manos cubriendo sus bocas. —¿Era él? —se incorporó Martina del sofá. Asentí y me encogí de hombros. —¡Oh por Dios, Anna! ¿Qué te dijo? —insistió Teresa. Preferí no causar polémica entre ellas y sólo respondí: —Nada, sólo me trajo hasta aquí. —¡No puedo creerlo! —gritó Elisa dando saltos de alegría. Ella siempre es la más espontánea y efusiva de todas, pero también la más sensible. —Ya dejen de sorprenderse, simplemente fue un favor. Nada que exagerar. Aunque fingí estar tranquilidad, lo cierto es que me moría por gritar de emoción y decirles que besó mi mano. Sin embargo, en mi interior también sentía dudas, ¿Realmente un hombre tan guapo como él, podía fijarse en una chica como yo? Han pasado tres años desde aquel encuentro. No sé si me recuerda como yo a él, nada me hace tanta ilusión como volver a verlo en la fiesta del sábado. Exhalo un suspiro y cierro mis ojos deseando encontrarlo en alguno de mis sueños. Amaneció y todas corren de un lado a otro preparando el traje que usarán para la gran celebración en el palacio. Con mucho trabajo y esfuerzo, mis padres lograron reunir el dinero para mandar a hacer con la costurera del pueblo los cuatro hermosos vestidos. Mientras Teresa teje el cabello dorado de Martina, yo ayudo a Elisa a hacerse unos bucles. Cada una de nosotras es diferente no sólo físicamente sino emocionalmente. Teresa, quien es la mayor, es segura, decidida y extrovertida; en tanto, Martina es coqueta, tiene los ojos más hermosos que he visto, grandes, verdosos y con su cabellera color castaño como el de mi madre, yo en cambio soy la más reservada de todas, la que no discute por tonterías, pero cuyo corazón es rebelde e impetuoso, y Elisa, la más pequeña, es tierna y muy alegre, siempre está sonriendo. Con la ayuda de mi madre terminamos de arreglarnos, mi corazón late con rapidez y mis manos sudan copiosamente, con sólo la idea d que volveré a verlo. He esperado tanto este momento que me parece increíble que fugazmente y luego de tres años vuelva a verlo. ¿Habrá pensado en mí? No lo sé. Quisiera creer que aquella momento permanece intacto en su memoria como ha permanecido en el mío. Todas subimos al carruaje que mi padre ha contratado para llevarnos, lo amplio de la falda de nuestros vestidos, lo hace algo incómodo, pero el deseo de verlo a él, lo vale todo, por lo menos para mí. Minutos después llegamos finalmente al palacio, mi corazón parece que quisiera salirse de mi pecho, todo está mucho más hermoso que hace tres años, por supuesto, en aquella oportunidad fui recibida en la cocina. Hoy haremos la entrada por la puerta principal. Las piernas me tiemblan, mientras intento subir los escalones siendo sostenida de la mano por uno de los guardias que nos conduce al salón principal de aquel mágico lugar. La entrada de un lujoso palacio es impresionante. Las puertas se abren lentamente, revelando el majestuoso vestíbulo iluminado por candelabros de cristal que arrojan destellos de luz sobre las paredes revestidas de mármol y los suelos de mosaico pulido. Una alfombra roja de terciopelo se extiende por el suelo, guiándonos hacia el corazón del palacio, donde una escalera de mármol blanco con barandillas de oro se eleva majestuosamente hasta el siguiente nivel. En las paredes, se pueden apreciar cuadros de antiguos monarcas y escenas de batallas épicas, bordeados por marcos dorados. Tanto mis tres hermanas como yo, seguimos con la mirada, atónitas y con asombro aquel maravilloso lugar. Somos recibidas por criados vestidos con elegantes uniformes que nos ofrecen bebidas exquisitas y pequeños aperitivos en bandejas de plata. El ambiente está impregnado de un suave perfume de flores frescas y madera pulida, envolviendo cada uno de mis sentidos. Suenan las trompetas de los soldados anunciando la entrada de la Reina Emma III. Recuerdan lo que les comenté sobre ser la elegida, es ella quien se encargará de ver quien de las más de cincuenta doncellas, es la merecedora de ser la esposa del Príncipe Rodrigo. La Reina Emma II es una mujer muy hermosa, pero mucho se rumora sobre su carácter soberbio y actitud arrogante. Aunque muestra una espléndida sonrisa, siento que es una mujer difícil de sobrellevar. Esa noche, viste un hermoso traje rojo de seda con mangas largas cuyos bordes dorados se repiten en la amplia falda del elegante vestido, una hermosa corona con incrustaciones de zafiros rojos que hacen juego con su hermoso vestido y la hacen sobresalir del resto de los invitados. Su postura es elegante y su actitud refleja calma y serenidad. Por algún motivo siento, que no será nada fácil agradarle, aunque sé que su opinión es lo más importante para el príncipe Rodrigo. En el carruaje, hace tres años atrás me lo hizo saber cuando en medio de la intermitente platica mencionó “Mi madre es la mujer que más admiro y respeto, su temple y la manera en que acierta en sus decisiones, han sido mi mayor ejemplo a seguir” Aún así, jamás dejaría de ser quien soy para complacer a otros ¿u otras?... En cuanto el anuncio de la reina acaba con la presentación del apuesto príncipe, no puedo más que sentirme tensa y emocionada al verlo buscar a alguien con la mirada. Entonces justo cuando pienso que su mirada se encontrará con la mía, otro hombre con pequeñas risas lo hace girar, por lo que luego puedo verlo también sonriendo gustosamente. Es la primera vez que lo veo reír de esa forma y me encanta. Me encanta como el primer día que lo conocí. Pronto anuncian que se dará inicio al baile y veo cómo todos los empleados que estaban repartiendo aperitivos se hacen a un lado, colocándose todos en línea recta cerca de las grandes cortinas rojas. Es después de esto que mis hermanas y yo nos miramos sonriendo, emocionadas, al los Duques y caballeros posicionarse en fila frente a la nuestra. Doy gracias a mis hermanas e incluso a mis padres por insistirme a aprender el baile, pues aunque soy romántica, a veces estos bailes me parecen bastante incómodos por la perfección en que tienen que realizarse. Hay silencio entre los demás cuando el mismo mayordomo anuncia con voz grave: —Ahora el príncipe Rodrigo Fernández de Córdoba escogerá entre las doncellas, princesas y duquesas, con quién dará inicio al gran baile real. Los nervios comienzan a atacarme cuando veo al guapo príncipe saludar con una sonrisa a la primera mujer de la gran fila. La garganta se me seca porque desde aquí puedo ver que todas las mujeres de alta sociedad son muy hermosas, aunque estoy segura de que la belleza de mis hermanas se iguala a la de ellas. Sin embargo, nuestros vestidos al no ser de alta costura, son evidentemente menos resaltantes ante los demás. Mientras el vestido de Elisa es de seda rosado, que evoca ternura e inocencia, de mangas largas, adornado con encaje simple, el de Martina es azul claro como el cielo, muy parecido al de Elisa a excepción de las mangas largas; en cambio, Teresa con su clara madurez física, usa un vestido esmeralda con un pequeño escote en el pecho, mangas cortas y encaje delicado. En tanto, yo visto uno de tela roja que encaja perfectamente con mi tono de piel y cabello, con corte de corazón en el pecho, de mangas abullonadas, y como el de todas mis hermanas, con faldas largas y sueltas al cuerpo. Elisa, quien está a mi lado, me toma la mano con una sonrisa, ansiosa, al señalarme con la mirada que el príncipe finalmente está comenzando a saludar a nuestra hermana mayor, como todas, con un asentimiento de cabeza y una gran sonrisa. Es entonces cuando mi respiración se tranca mientras no dejo de verlo, pues me doy cuenta que ha pasado por más de treinta mujeres, mucho más, y no ha escogido a ninguna, ¿será qué…?El encantador perfume que recuerdo como si fuera ayer invade mis fosas nasales de inmediato cuando, al llegar a Elisa, este ha levantado la vista y se ha encontrado con la mía, y como un imán viene a mí.En el momento en que me sonríe ampliamente y hacemos una reverencia mutua, las piernas comienzan a temblarme. El príncipe Rodrigo me invita a tomar su mano, y cuando lo hago, siento cosquillas que comienzan a desplazarse desde la palma de mi mano, sin poder despegar mi mirada de la suya, ni al parecer él de la mía.Damos un paso adelante al ser pegada ligeramente a su cuerpo por sus firmes manos, y jadeo. Puedo sentir mi pecho retumbar junto al suyo cuando examina todo mi rostro ruborizado, y al darme una media vuelta para comenzar el baile, me susurra frente a frente:—Ni el amanecer más cálido y brillante se compara con tu belleza esta noche, Anna. Eres toda una hermosa señorita, mucho más encantadora de como recordaba.Su voz hace estragos en todo mi cuerpo, dejándome como el m
—Madre, no creo que debemos llegar a este extremo —es lo que dice Rodrigo.Anna se siente un poco más calmada cuando este aboga por ella, y los guardias de seguridad se detienen. No puede creer que por un simple mal entendido vayan a sacarla del palacio de esta manera. Se rehúsa a ser tratada de una forma tan indignante cuando el culpable de todo lo que ocurre es realmente el hombre que la reina ni siquiera se ha dignado a voltear a ver ni cuestionar la veracidad de su argumento.—¿Pero qué es lo que pasa contigo, Rodrigo? —cuestiona la reina Emma, indignada por la posición que está tomando su hijo—. ¿No ves que es una muchacha insolente y salvaje? ¡Me ha atacado! De ninguna manera permitiría que una como ella tenga el honor de ser tu esposa y la madre de mis nietos. Me sorprende que sea hija de los buenos Moguer, más bien parece hija de fieras salvajes. ¡Retante, sin modales e incontrolable! En el preciso momento en que la reina termina de hablar, la pelinegra, más que molesta ca
Luego de recibir aquella noticia tan maravillosa, Elisa salió sonriendo de felicidad del pequeño salón. Bajó las escaleras en busca de sus hermanas para darle la gran noticia. ¡Ella sería la esposa del príncipe y en consecuencia, la futura reina! Cuando la reina quedó a solas, sonrió de satisfacción. Había logrado vengarse de la insolente chica. Finalmente lo había conseguido. Se asomó a la ventana desde donde vio a las tres hermanas Moguer subir al pequeño carruaje. —¿Pensaste que sería fácil casarte con mi hijo y único heredero de esta monarquía? ¡Pobre tonta! —suspiró y corrió la cortina. Emma recordó aquella conversación con su fiel empleado hace tres años atrás…—Su majestad, su majestad —se aproximó a la reina, el hombre mostrándose indignado por el inconveniente que acababa de tener con Anna.—¿Por qué entras de esa manera a irrumpir en mi descanso? ¿Qué es lo que está ocurriendo? —preguntó de forma arisca.—El príncipe Rodrigo, me ha obligado a pedirle disculpas a la
—Anna, por favor cálmate… —Teresa me dice, pero mi cabeza quiere estallar por la injusticia que acaba de pasar.Acabo de darme cuenta que la Reina Emma, la que en algún momento en sueños imaginé podría ser mi suegra, hasta casi convertirse en mi segunda madre, es una persona falsa y bastante cruel. Le hizo creer a todos que la agredí al propósito, y no creyó nada de lo que le dije. Pero peor aún; el príncipe seguramente le creyó, porque no vino detrás de mí. No hizo nada para defenderme.¿Pero qué es lo que estoy esperando?, ¿Qué por un baile mágico y halagos encantadores hacia mí, Rodrigo rete a su madre para defenderme? Aunque la razón hubiera sido justa, estoy segura de que el amor hacia su madre puede más que, lo que vi en sus ojos, siente por mí, tanto como yo por él.—¿Podrías dejar de correr ya, Anna? ¡Me duelen los pies! —se queja Martina. Y es entonces me detengo en las afueras del gran palacio.Las lágrimas brotan sin parar, y el cochero de nuestro pequeño carruaje prepa
Elisa bajó del coche con la ayuda de Antuam, era increíble para él ver que apenas su equipaje fuese aquella vieja maleta. Estaba acostumbrado desde pequeño a vivir en opulencia, aunque no entendía mucho las razones de la Reina de querer casar a Rodrigo con aquella niña, en cierta manera prefería que fuese esa chica ingenua y no, Anna. La chica rubia entró a la mansión y fue conducida por el mayordomo hasta la habitación que ocuparía en tanto se llevaba a cabo la boda.—¡Acompáñeme Srta Elisa! —dijo el hombre de unos cuarenta años, apuesto, de cabello color cobre y ojos claros. La chica sonrió, su mirada se perdía en lo lujoso de aquel lugar. El hombre alto, de muy buen porte, caminaba delante de ella. Se detuvo, abrió la puerta y con un gesto caballeroso, le dijo:—¡Bienvenida a su dormitorio, señorita! —Elisa dio varios pasos y quedó asombrada al mirar en detalle aquella enorme habitación.—¡Oh por Dios! —se llevó las manos a la boca.— ¡Es hermosa! —El mayordomo sonrió.—Póng
Rodrigo se siente ansioso y bastante asfixiado dentro del nuevo traje color vino que ha mandado a confeccionar su madre, en conjunto con otros muchos, antes de que incluso hablaran sobre la fiesta para anunciar a la elegida. Y no. No se siente así porque el traje esté ajustado, es más, le queda suelto en algunas partes; es sólo que la idea de que mañana se llevará a cabo su matrimonio con Elisa, y casi peor aún: que se encuentra a tan sólo unos minutos de ver a la familia Moguer, lo tiene desesperado. Pues Anna, la tenaz chica, no ha dejado de aparecerse en sus más hermosos sueños, ni con ese carácter que él sabe que ella tiene.Antuam le ayuda a ajustar su chaqueta, y al verse ambos a la cara, su amigo sonríe.—¿Qué?, ¿crees que podría salir corriendo ahora?—No —Antuam le dice, y pasa sus manos por los hombros de este pretendiendo perfeccionar esa zona—. Mejor escapa mañana, así le das más drama a este reino aburrido.—Amigo mío… —Rodrigo sacude la cabeza sonriendo y juntos sale
Ya instalados en una de las habitaciones más grandes del palacio, después de que toda la familia se sorprendiera por lo hermoso y ostentoso del lugar, se encuentran alrededor de la cama. Es la señora Dolores quien se dedica a ponerle compresas mojadas a su esposo en todo el cuerpo para aliviar su picazón. Pronto Martina y Teresa se quedan dormidas en el gran sofá, mientras que Anna le pide a su madre que descanse y ella se encargará.—¿A qué podría ser alérgico? —pregunta Pedro hacia su hija, en el momento en que Dolores se queda dormida junto a él.Entonces Anna acaricia su mejilla roja, llena de lo que parecen picadas, y sonríe.—Al parecer eres alérgico a la reina, padre.Ambos ríen en baja voz, y luego suspiran.—Disculpa por mi arrebato, Anna. Sé que es difícil para ti estar de nuevo en este palacio. Ayer te viste muy afectada.—Ay, padre. No te preocupes… Estoy bien. Solo quiero que Elisa sea feliz. Después de todo, no tiene relevancia todo lo que pasó anoche. La reina a
La mañana siguiente llega mucho más rápido para aquellos que no conciliaron el sueño, como una Elisa ansiosa.—¿Seguro que te encuentras bien, padre? —le cuestiona.Pedro sonríe nostálgico, al saber que esa pequeña niña ya no será igual, así que extiende sus brazos ante la mirada de todas las demás y la abraza, con fuerza.—Parece que todo ha resultado. Estoy listo para prepararme, hija, y ofrecerle una disculpa a la reina. —contesta convencido de que es algo que debe hacer por el bien de su pequeña hija y de su familia.Anna se queda sorprendida por esto, porque ahora que su padre se ha resignado ella no tendrá en quién apoyarse; pero sonríe para Elisa quien la mira también insegura de si debe devolverle la sonrisa o no.—Tonta, ¡ya eres una princesa! —Martina le dice a Elisa, y corta las palabras de Anna.—Señorita Elisa, debemos seguir con el protocolo —le anuncia María.—¡Ay ya sé! ¡Ya sé! ¡Me voy a casar! —grita emocionada, y toda su familia se conmociona—. ¡Me voy a casar