Tras ejecutar su plan, Hernán entra a la sala en donde hace unos meses él y la reina solían tener sexo voraz y algo tosco, nada comparado al pasional y lleno de amor que mantiene con la princesa.—Sin rodeos —dice Emma haciendo un movimiento con la mano—. Dime, Hernán. ¿Qué edad tiene Elisa Moguer?Los vellos de la nuca de Hernán se erizan. Cree que no puede mirar a Emma a la cara porque si no delataría su nerviosismo, pero si no lo hace, también.—Catorce años, majestad. Pensé que usted lo sabía… —comenta, tratando de sonar normal.Emma suelta una risita que a Hernán le vuelve a erizar la piel, pues ahora sabe que no está aquí por sexo, está aquí porque Emma sospecha de Elisa y él. Puede notar esto por la intensidad en sus ojos claros y las facciones malignas en su rostro.—Lo sé, Hernán, sólo quería saber si tú estabas al tanto de ello —expresa mirándolo fijamente desde su silla.Hernán tartamudea un poco antes de hablar y Emma siente tanto asco repentino por él.—L-lo estoy…
La noticia de que Elisa está embarazada alegra a la reina, ya que finalmente Rodrigo se verá enfocado en cuidar de su hijo, y así dejará de molestar a Anna, para quien ya Emma tiene planes futuros —Tendremos doble celebración en el palacio real esta semana. No sólo vendrán invitados especiales de Escocia, el Rey Juan Carlos y su hijo, el príncipe Hans con quienes desde ahora nos unen lazos de amistad más fuertes, sino que daremos la noticia del próximo miembro que formará parte de la monarquía Fernández de Córdoba. —proclama la reina poniendo su copa en alto durante el almuerzo.Todos levantan sus copas para brindar por ambos acontecimientos, todos –excepto Anna– sonríen plenamente. Aunque la pelinegra hace un esfuerzo para sonreír, su corazón está realmente destruido con aquella noticia. Lo único que la mantiene en pie, es el hecho de que pronto Rodrigo sabrá las razones de su rechazo y podrá perdonarla. Anna jamás llegaría a odiar al príncipe a pesar de todo lo que había ocur
En medio de los preparativos para la celebración, Anna le pide a Emma que la deje ir a su antiguo hogar para buscar a Martina. Emma, quien está muy emocionada por los preparativos, la sorpresa del embarazo y todo lo demás, la deja ir con el cochero Julián, pero también con un guardia como acompañante, pues necesita sentir que su hija está segura.Minutos después Anna, Julián y José parten en el carruaje real hacia la casa Moguer.—¿Está emocionada por el embarazo de su hermana, su majestad? —le inquiere José.La pelinegra sonríe un poco. Le encanta la idea de ser tía, pero… hay algo terriblemente doloroso tras todo eso.—¡Lo estoy! —asegura—. Y cuando estemos solos, no vuelvas a tratarme así, ¡aún no me acostumbro! —le reprocha en tono amigable.José sonríe en respuesta y hablando sobre los preparativos del día de mañana, disfrutan el camino. Al llegan a la casa Moguer, José rápidamente baja para ayudar a Anna, y en cuanto ésta divisa a su madre tendiendo la ropa, corre hasta ell
Una vez que Emma baja las escaleras junto a Anna, el Rey Juan Carlos junto a su familia se aproxima a ellas con una enorme sonrisa para besar la mano de ambas.—Puedo ver de ella en ti, sin duda tiene sangre real —expresa con cariño Juan Carlos, y las mujeres sonríen.—Anna, hija, él es el Rey Juan Carlos Hamilton, su esposa, la reina Madeline Hamilton, y su hijo… el príncipe Hans —le presenta Emma a todos.El príncipe Hans hace una reverencia y sonríe ampliamente hacia la pelinegra, su belleza le parece encantadora, luce hermosa y el tono de su piel blanca llama mucho su atención porque parece un frágil clavel.—Es un placer, princesa Anna —dice besando con sutileza su mano y la chica no puede dejar de verlo, impresionada de su porte, sonrisa brillante y belleza varonil.—El placer es mío, reyes Hamilton, espero disfruten la estadía en nuestro palacio. Hemos preparado cada cosa a detalle para que no extrañen tanto su hogar… —dice Anna, desbordante de elegancia, dulzura y modales
En cuanto la banda sonora hace vibrar al público con la dulce melodía del baile de inicio, una de las manos de Hans se posa en la cintura de la pelinegra mientras la otra toma su mano. Ambos sonríen con timidez. Aunque para Hans es común bailar y estar presente de hermosas señoritas, desde que la vio se ha sentido nervioso, en vista de que antes de salir del palacio Hamilton, su padre le ha dicho algo importante.—Nunca he querido obligarte a hacer nada y lo sabes, Hans… —decía Juan Carlos, sabiendo lo triste que es ser obligado a casarse con alguien a quien no ama—. Pero eres mi único heredero, y no he visto que te interese ninguna princesa o plebeya de nuestro reino o alguno cercano.El rubio menor sonrió hacia su padre. La verdad era que nadie nunca había llamado su atención como para pensar casarse, hallaba a las mujeres hermosas, pero nadie lo había hecho “vibrar”.—¿Tienes en mente una candidata, padre?—La reina Emma me ha enviado una carta… Dice que tiene una hija, tu tío
—Me encantaría conocerte, María Castro… —dice Hans sonriente, y la mujer, agitada por la emoción que los envuelve, asiente con una sonrisa y corre alejándose de él, sintiendo su corazón brincar de alegría.No puede creerlo, ¿un príncipe interesado en ella? Debe ser un sueño.Las siguientes horas transcurren entre brindis, sonrisas, chistes de le época, la firma de Emma hacia el acuerdo con Francia y otro brindis que se extiende un poco más. Casi se está finalizando la velada, cuando Martina que no se ha separado de su hermana, le anuncia a Anna que saldrá un momento. Al salir del palacio, Martina corre rumbo a las caballerizas. Recuerda las palabras de César cuando éste le dijo que a Cleotaldo le encanta comer, y lo confirma cuando no lo encuentra vigilando, tal cual como la otra noche.Sus pies van por sí solos hacia uno de los cubículos, ese en donde perdió su virginidad, y al encontrar un caballo allí se echa a llorar; saca el collar de sus bolsillos, lo aprieta en sus manos,
Anna no sale de su expectación, ¡su madre y el rey Juan Carlos!. Sorprendida por la romántica escena que acaba de presenciar y evitando ser vista por ambos, la pelinegra regresa a su habitación. Sube las escaleras apresuradamente, conteniendo las lágrimas y pensando en lo que acaba de ver. Definitivamente el rey de Escocia debía ser aquel amor prohibido e imposible que su madre le había mencionado días atrás. Apenas entra a su dormitorio, rompe en llanto, su vida estaba llena de sin sabores e injusticias. Los padres que creía eran sus padres no lo eran, la hermana por la cual había sacrificado su amor hacia el príncipe, no paraba de hacerle daño con sus palabras hirientes y el peso más difícil de soportar era aquel sentimiento voraz que no menguaba en ella a pesar de saber que no debía amar a su propio hermano.¿Mas cómo le explica eso a su corazón rebelde que no hace otra cosa que vibrar de emoción con sólo pensarlo? En tanto, en el salón principal, la reina se aparta de Juan Ca
—¡Anselmo! —llama a su mayordomo y le pide su plumilla para darle pronta respuesta a la reina. —¡Dígame mi Lord! —Tráeme mi pluma y papel para darle una respuesta a la reina y al rey de España.Felipe se sienta y comienza a escribir aquella emotiva carta para la reina Emma.“Querida Reina Emma,En la quietud de la noche, tus palabras han llegado a mí como un susurro suave y penetrante, abriendo las compuertas de un torrente de emociones que yacían latentes en lo más profundo de mi ser. Tu confesión de sentimientos sinceros y puros ha tocado la fibra más íntima de mi corazón y ha despertado en mí una tempestad de pensamientos y reflexiones que claman por ser compartidos contigo.En la corte, donde las máscaras y las formalidades ocultan a menudo la verdad de nuestros corazones, tus palabras han sido como un rayo de luz en la oscuridad, revelando la autenticidad y la nobleza que habitan en tu ser. Tu valentía para expresar tus sentimientos con tanta belleza y sinceridad es un re