Una vez que Emma baja las escaleras junto a Anna, el Rey Juan Carlos junto a su familia se aproxima a ellas con una enorme sonrisa para besar la mano de ambas.—Puedo ver de ella en ti, sin duda tiene sangre real —expresa con cariño Juan Carlos, y las mujeres sonríen.—Anna, hija, él es el Rey Juan Carlos Hamilton, su esposa, la reina Madeline Hamilton, y su hijo… el príncipe Hans —le presenta Emma a todos.El príncipe Hans hace una reverencia y sonríe ampliamente hacia la pelinegra, su belleza le parece encantadora, luce hermosa y el tono de su piel blanca llama mucho su atención porque parece un frágil clavel.—Es un placer, princesa Anna —dice besando con sutileza su mano y la chica no puede dejar de verlo, impresionada de su porte, sonrisa brillante y belleza varonil.—El placer es mío, reyes Hamilton, espero disfruten la estadía en nuestro palacio. Hemos preparado cada cosa a detalle para que no extrañen tanto su hogar… —dice Anna, desbordante de elegancia, dulzura y modales
En cuanto la banda sonora hace vibrar al público con la dulce melodía del baile de inicio, una de las manos de Hans se posa en la cintura de la pelinegra mientras la otra toma su mano. Ambos sonríen con timidez. Aunque para Hans es común bailar y estar presente de hermosas señoritas, desde que la vio se ha sentido nervioso, en vista de que antes de salir del palacio Hamilton, su padre le ha dicho algo importante.—Nunca he querido obligarte a hacer nada y lo sabes, Hans… —decía Juan Carlos, sabiendo lo triste que es ser obligado a casarse con alguien a quien no ama—. Pero eres mi único heredero, y no he visto que te interese ninguna princesa o plebeya de nuestro reino o alguno cercano.El rubio menor sonrió hacia su padre. La verdad era que nadie nunca había llamado su atención como para pensar casarse, hallaba a las mujeres hermosas, pero nadie lo había hecho “vibrar”.—¿Tienes en mente una candidata, padre?—La reina Emma me ha enviado una carta… Dice que tiene una hija, tu tío
—Me encantaría conocerte, María Castro… —dice Hans sonriente, y la mujer, agitada por la emoción que los envuelve, asiente con una sonrisa y corre alejándose de él, sintiendo su corazón brincar de alegría.No puede creerlo, ¿un príncipe interesado en ella? Debe ser un sueño.Las siguientes horas transcurren entre brindis, sonrisas, chistes de le época, la firma de Emma hacia el acuerdo con Francia y otro brindis que se extiende un poco más. Casi se está finalizando la velada, cuando Martina que no se ha separado de su hermana, le anuncia a Anna que saldrá un momento. Al salir del palacio, Martina corre rumbo a las caballerizas. Recuerda las palabras de César cuando éste le dijo que a Cleotaldo le encanta comer, y lo confirma cuando no lo encuentra vigilando, tal cual como la otra noche.Sus pies van por sí solos hacia uno de los cubículos, ese en donde perdió su virginidad, y al encontrar un caballo allí se echa a llorar; saca el collar de sus bolsillos, lo aprieta en sus manos,
Anna no sale de su expectación, ¡su madre y el rey Juan Carlos!. Sorprendida por la romántica escena que acaba de presenciar y evitando ser vista por ambos, la pelinegra regresa a su habitación. Sube las escaleras apresuradamente, conteniendo las lágrimas y pensando en lo que acaba de ver. Definitivamente el rey de Escocia debía ser aquel amor prohibido e imposible que su madre le había mencionado días atrás. Apenas entra a su dormitorio, rompe en llanto, su vida estaba llena de sin sabores e injusticias. Los padres que creía eran sus padres no lo eran, la hermana por la cual había sacrificado su amor hacia el príncipe, no paraba de hacerle daño con sus palabras hirientes y el peso más difícil de soportar era aquel sentimiento voraz que no menguaba en ella a pesar de saber que no debía amar a su propio hermano.¿Mas cómo le explica eso a su corazón rebelde que no hace otra cosa que vibrar de emoción con sólo pensarlo? En tanto, en el salón principal, la reina se aparta de Juan Ca
—¡Anselmo! —llama a su mayordomo y le pide su plumilla para darle pronta respuesta a la reina. —¡Dígame mi Lord! —Tráeme mi pluma y papel para darle una respuesta a la reina y al rey de España.Felipe se sienta y comienza a escribir aquella emotiva carta para la reina Emma.“Querida Reina Emma,En la quietud de la noche, tus palabras han llegado a mí como un susurro suave y penetrante, abriendo las compuertas de un torrente de emociones que yacían latentes en lo más profundo de mi ser. Tu confesión de sentimientos sinceros y puros ha tocado la fibra más íntima de mi corazón y ha despertado en mí una tempestad de pensamientos y reflexiones que claman por ser compartidos contigo.En la corte, donde las máscaras y las formalidades ocultan a menudo la verdad de nuestros corazones, tus palabras han sido como un rayo de luz en la oscuridad, revelando la autenticidad y la nobleza que habitan en tu ser. Tu valentía para expresar tus sentimientos con tanta belleza y sinceridad es un re
Con la muerte del duque, el Rey Eduardo VI parecía hundido en sus recuerdos, no salía de su habitación, ni tampoco le importaba lo que ocurría en el palacio real. Sólo permanecía largas horas en su despacho, sentado frente a su escritorio, cabizbajo y pensativo. Emma no imaginó que su esposo realmente albergara sentimientos tan profundos por el duque, siempre creyó que era sólo placer y lujuria lo que los unía. Aún así no podía sentir compasión por un hombre que había sido capaz de hacerle daño física y emocionalmente. Merecía lo que le estaba pasando, de eso no tenía dudas. La ambivalencia emocional del rey comenzaba a provocar el caos dentro del palacio. Cuando no estaba deprimido, estaba lleno de ira, los sirvientes eran testigos de sus constantes arranques y de sus humillaciones. —Largaos de mi habitación inútiles. Iros lejos donde no pueda veros a ninguno de vosotros. —gritaba enardecido y uno a uno los sirvientes obedecían. El único de los sirvientes que lograba tranquili
Rodrigo despierta muy temprano sintiéndose bastante agotado; su cansancio emocional lo ha estado enfermando poco a poco. Y con la noticia que ha recibido anoche, la situación ha empeorado. Él había dejado de tomar champán con su primo Hans en cuanto se dio cuenta que Anna no iba a regresar a la sala, pues ahora su meta es robar la atención del joven rubio para alejarlo de la pelinegra.Aunque su razón lo atormente gritándole que Anna es su hermana, él no acepta verla con alguien más. No quiere que su madre haga lo mismo con ella –casarla con alguien que ésta no ama– aunque pensándolo bien, si hubiera dejado que ellos se casaran, habría sido una aberración.¿Pero él estaba dispuesto a desafiar las leyes de Dios y la humanidad?El pelicastaño se termina de duchar, se viste sin emoción alguna y recordando que fue un mal esposo al dejar a Elisa tirada en el baño con María, se lleva las manos a la cabeza antes de entrar a su habitación.Dios mío, Elisa va a tener un hijo suyo, y aún as
Una vez que Emma y el doctor están en la habitación de Anna, la encuentran tendida en la cama, pálida y con el rostro expresando dolor.—¡Anna, hija! ¿Qué sucede?—Creo que algo me ha caído mal, madre… Me arde el estómago y la garganta. Además, me duele mucho la barriga, sentí que estaba por desmayarme del dolor. Jamás me ha pasado esto.—Déjeme revisarla, princesa… —avisa el doctor. Y tras un chequeo general, determina que tiene una especie de gastritis, receta su posible cura rápida y además toma una muestra de sangre que rápidamente se ocupa en llevar a analizar.En la habitación Emma le pide a Martina dejarla a solas con su hija. La muchacha obedece. Y entonces la reina toma la mano de la pelinegra. Emma tiene un mal presentimiento, desde hace días la ha estado analizando, y le aterra pensar demasiado en algo que está punto de decir.—Anna, no quiero meterme en tu vida privada, pero me preocupas. Acaso tú… ¿Has estado con algún hombre? —cuestiona aterrada, entonces Anna com