Injusta vida

En cuanto la banda sonora hace vibrar al público con la dulce melodía del baile de inicio, una de las manos de Hans se posa en la cintura de la pelinegra mientras la otra toma su mano. Ambos sonríen con timidez. Aunque para Hans es común bailar y estar presente de hermosas señoritas, desde que la vio se ha sentido nervioso, en vista de que antes de salir del palacio Hamilton, su padre le ha dicho algo importante.

—Nunca he querido obligarte a hacer nada y lo sabes, Hans… —decía Juan Carlos, sabiendo lo triste que es ser obligado a casarse con alguien a quien no ama—. Pero eres mi único heredero, y no he visto que te interese ninguna princesa o plebeya de nuestro reino o alguno cercano.

El rubio menor sonrió hacia su padre. La verdad era que nadie nunca había llamado su atención como para pensar casarse, hallaba a las mujeres hermosas, pero nadie lo había hecho “vibrar”.

—¿Tienes en mente una candidata, padre?

—La reina Emma me ha enviado una carta… Dice que tiene una hija, tu tío
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