Una nueva alianza

—Duque… —dice Anna, aliviada de que no sea Rodrigo.

Antuam ve sus ojos y su tristeza. Ella es un mar de lágrimas y el hombre no puede evitar sentir en el fondo pena por la joven, así que extiende sus brazos y la pelinegra, sin saber si eso sería bueno o malo, toma el consuelo en un abrazo.

—¿Puedo saber qué le ocurre, señorita Anna?

—¡Es mi hermana, Duque! ¡Ha quedado paralítica y eso me destroza! ¡Es una tragedia! —le cuenta, en vista de que sabe que no puede decirle toda la verdad—. Lo siento, estoy mojando su traje… —se disculpa, apartándose de él.

Sin embargo, Antuam siente la presencia de Rodrigo aunque no lo ve, ¿y cómo no hacerlo? Si lo conoce tanto. Entonces toma las manos de Anna, las besa y limpia con cuidado su rostro.

—Un caballero jamás se molestaría por eso… —le dice. Anna sonríe entre su tristeza, y este vuelve a hablar—. ¿Qué le parece si vamos a caminar?

Anna asiente porque la verdad es que necesita espacio y no estar cerca ni del príncipe ni de su hermana para
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