Después de que la reina parte, en el palacio se siente un aura diferente. Aunque a algunos se les dificulte encontrar paz incluso sin la presencia de la imponente reina. Uno de ellos es el mismo príncipe Rodrigo, durante la cena, absolutamente solo en la gran mesa, le cuesta hasta masticar.Elisa solo ha llorado en todo el día. Él quiso consolarla, pero la verdad es que nadie tiene palabras para hacerla sentir mejor. Él no se siente tampoco mejor. Se siente muy culpable, y comienza a detestarse por el hecho de tener más a Anna en sus pensamientos que a su propia esposa paralítica. Pero es que no la ama, no puede mentirse. Además de no la ama, tampoco tiene interés de conocerla, pero se propone, mientras piensa solo en ese gran espacio, que hará lo posible por hacerla sentir que a él de verdad le importa. Tal vez así la muchacha que antes brillaba de ilusión, pueda volver a sonreír.—María… —llama a la sirviente de su esposa cuando la ve pasar por la sala—. ¿Ha querido comer algo?
Anna se sorprende al ver que es él, nuevamente, su salvador. La presencia de Antuam en aquel preciso momento, la llena de tranquilidad.—¿No me escuchaste? Aléjate de la señorita en este mismo momento. —el hombre gruñe con rabia al ver que Anna logra salvarse por tercera vez de sus oscuras intenciones.— Vamos Anna, salgamos de aquí. La pelinegra asiente, no le salen las palabras, un nudo en su garganta las ahoga. Antuam la mira con preocupación y en un tono amable le pregunta:—¿Estás bien? —Sí, gracias —dice finalmente y se cuelga a su cuello.— No sé como agradecerle lo que ha hecho por mí últimamente, duque. De una u otra manera termina sirmpre siendo mi salvador.—No se preocupe, Anna; mientras esté cerca nadie podrá lastimarle. Es la hermana de la princesa y cuñada del príncipe, merece ser respetada en Palacio.—Es que… —se separa de él— No es la primera vez que tengo un enfrentamiento con ese hombre. —Sí, lo recuerdo. Pero no se preocupes, hoy mismo hablaré con el prínc
El príncipe Hans hace reverencia a la reina Emma en cuanto va a buscarla, ya que todo el mundo está demasiado ocupado y él no tiene problemas en ir de un lado a otro, después de todo, está cansado de no salir del palacio.—¿Está lista, su majestad? —cuestiona, notando el ostentoso y elegante vestido azul de Emma, mientras algunas sirvientas del palacio Hamilton la ayudan con retoques finales.—Lista es poco —responde esta, viendo su reflejo en los grandes espejos, emocionada.Hace mucho tiempo que no se sentía tan motivada en este sentido. Así que en cuanto sale de la habitación que le han dado, junto al príncipe Hans camina y aprovecha hablarle.—Tu madre, la reina Madeline, ¿se encuentra bien? No la he visto el día de hoy… —habla, fingiendo naturalidad.—Mi madre partió a Inglaterra hace una semana para cuidar de mi abuelo junto a otros empleados. Fue ella quien mandó a la Sonya, su mensajera, para dar a conocer el estado crítico de mi abuelo —le cuenta co
Anna se había enterado, gracias a Josefa, que el príncipe había botado a Javier. La pelinegra no quiso contarle a la mujer las razones de ello, pero se sintió muy aliviada al saber que un problema menos bajaba de sus hombros. Quiso ir hasta Rodrigo y agradecerle, pero prefirió mantener la distancia. También esa misma noche le dijo a su hermana que al día siguiente iría a casa de sus padres para notificar su estado de salud.Fue entonces cuando una Elisa, con rostro nostálgico, se cubrió el rostro con el brazo.—Si quieres, quédate en casa, Anna —le dijo—. Tu presencia aquí no va a mejorar mi estado de salud… No tienes ese poder, Anna.La pelinegra quiso tocar el rostro de su hermana, sintiéndose empática y triste por ella, pero la rubia quitó su mano enseguida.—Quédate allá, no vuelvas —le pidió, con ojos brillantes en lágrimas. Y es que aunque el príncipe le estuviera demostrando que estaba interesado en ella, y se sentía un poco más cerca que antes, Elis
Después de una larga mañana, cumpliendo sus deberes como representante de la Corona Real en la ausencia de su madre, la Reina Emma II, Rodrigo decide regresar a la mansión con anhelos de ver a Anna. Mas, al llegar a Palacio, se entera que ella aún está de visita con sus padres. En virtud de ello, se dispone a ver a su esposa. Justo cuando se encamina hacia la escalera, ve venir a su siempre fiel servidor, Hernán. Desde que Rodrigo estaba pequeño, el mayordomo de la familia, en ese entonces muy joven, cuidaba de él; incluso fue quien lo enseñó a montar caballo. Su afinidad era siempre vista por el Rey Eduardo VI, como una actitud interesada de parte del mayordomo, de querer sentirse como parte de la familia real. En innumerables oportunidades, el Rey Eduardo VI le hacía ver con comentarios y gestos, que era apenas un criado más y que jamás tendría el abolengo que se requería para obtener un nombramiento real; incluso parecía disfrutar en recordarle su humilde condición como un cria
La menor de las Moguer siente los latidos de su corazón correr a un ritmo acelerado por la emoción cuando ve al mayordomo del palacio entrar con pinceles en mano, una bandeja de acuarelas y un Block de dibujo. El hombre después de decirle a su hija que él se encargará de cuidar a la princesa, al verla partir, ayuda a la rubia a sentarse mejor en la cama y coloca la mesa de madera plegable para que esta pueda comenzar a dibujar sin problemas.—Adelante, demuéstreme lo que sabe hacer, princesa —le pide, a un lado de la cama.—¡Tome asiento a mi lado, Hernán! La última vez que dibujé algo fue hace años, ya no puedo recordar cómo hacerlo.El hombre mayor suelta una pequeña risa, encantado por su inocencia.—Esas son cosas que no se olvidan, señorita Elisa. Si quiere, puedo mostrarle cómo lo hago yo, ¿lo desea?La rubia asiente, y pronto el hombre mayor obedece a su petición de sentarse. Toma una de las sillas para posicionarla cerca de la cama. Sus hombros casi se pueden tocar, y e
Anna regresa a su habitación, está agotada del viaje; por suerte para ella, el mayordomo había logrado despertar en Elisa el deseo de volver a pintar. Desde muy pequeña la pelirrubia tomaba cualquier papel y lápiz y pasaba largas horas dibujando sin parar, a veces hacia caricaturas de su tres hermanas y en ocasiones muy buenos retratos de alguna de ellas; mas cuando Elisa entró a su etapa adolescente, lo dejó de lado. Al verla de nuevo dibujar, Anna no puede evitar emocionarse y llorar de alegría. Mas, si por un lado se sentía tranquila; por otra parte, no dejaba de sentirse desleal con su hermana. Aquel beso de Rodrigo la provoca un intenso estremecimiento, hasta ese momento desconocido para ella.Nunca antes había sentido algo similar, era como si el leve roce de sus labios húmedos le quemara por dentro, el sentirse entre sus brazos y percibir la tibieza que emanaba desde su piel, aquella llamarada que iniciaba en su vagina, subiendo por todo su vientre y su pecho hasta encenderl
La princesa respira con dificultad e intenta calmar los latidos de su corazón. El mayordomo está ahí parado en la puerta, sin moverse después de su petición, y ella no sabe qué está pasando consigo. ¿Por qué tuvo el estúpido impulso de besarlo y devorarlo como nunca lo ha hecho con nadie? Ese hombre puede ser fácilmente su padre, bueno, al menos en edad, pero es algo que ella realmente no ve así. No puede verlo como un padre, como un mayordomo más.Ella ya lo había notado antes, sí, había captado su atención antes de que la salvara. Que el hombre usara ese uniforme siempre de por sí le es bastante tentador. El frac negro que combina tan bien con su piel y ese cabello, el chaleco del mismo color, la camisa blanca de botones tan limpia, el pantalón recto ajustado tan bien a su cuerpo alto y medio robusto, esa corbata negra que ha pensando tomar entre sus finos dedos para acercarlo a ella mientras estaba este dibujando. Ese perfume varonil. El cómo puede ver las venas del hombre resal