Su salvador

Después de que la reina parte, en el palacio se siente un aura diferente. Aunque a algunos se les dificulte encontrar paz incluso sin la presencia de la imponente reina. Uno de ellos es el mismo príncipe Rodrigo, durante la cena, absolutamente solo en la gran mesa, le cuesta hasta masticar.

Elisa solo ha llorado en todo el día. Él quiso consolarla, pero la verdad es que nadie tiene palabras para hacerla sentir mejor. Él no se siente tampoco mejor. Se siente muy culpable, y comienza a detestarse por el hecho de tener más a Anna en sus pensamientos que a su propia esposa paralítica. Pero es que no la ama, no puede mentirse.

Además de no la ama, tampoco tiene interés de conocerla, pero se propone, mientras piensa solo en ese gran espacio, que hará lo posible por hacerla sentir que a él de verdad le importa. Tal vez así la muchacha que antes brillaba de ilusión, pueda volver a sonreír.

—María… —llama a la sirviente de su esposa cuando la ve pasar por la sala—. ¿Ha querido comer algo?
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