—¿Qué pasó anoche? —le pregunta Anna mientras camina por el jardín del palacio real, cabizbaja, sosteniendo el brazo de Antuam. —¡Estoy seguro de que el príncipe no volverá a molestarte! —La pelinegra asiente, pero en el fondo de su corazón se instala una terrible sensación de miedo. ¿Era eso realmente lo que deseaba? Se pregunta a sí misma.—De igual manera, no creo que vuelva a molestarme, hoy mismo regreso con mi familia a casa. Ya no tengo nada que hacer en este lugar.—Te extrañaré, ya me estaba gustando el hecho de hacerme pasar por tu pretendiente. —Anna aplana los labios fingiendo una sonrisa breve y Antuam continúa hablando— Creo que es lo mejor, cuando se ama a alguien prohibido, lo recomendable es poner distancia. —aconseja a la chica asegurándose de que no vuelva a acercársele a Rodrigo. Ahora que éste sabe toda la verdad sobre sus sentimientos debe tener el campo libre para conquistarlo. En tanto, en la habitación de huéspedes, Dolores termina de arreglarse para baj
La mujer frunce el entrecejo, aquel hombre ya comenzaba a incomodarle, debía deshacerse de él. Ya sabía más de la cuenta.—¿Qué es eso que tienes que decirme? —lo interroga.—Es algo bastante delicado, reina. —contesta de forma evasiva.—Termina de una vez de decirme que es eso tan importante que debo saber.El hombre se aproxima a ella y en voz baja le comunica aquel secreto.—¡Qué estupidez es esa, Javier! —pregunta con enojo.— ¿De dónde sacas eso? —Yo mismo los oí conversando, su majestad. La esposa del herrero le decía que no volviera a repetirlo y él le dijo claramente que una de sus hijas, es suya. —¡No, no! Eso es imposible. —grita llevándose las manos a la cabeza— Eduardo me aseguró que mi hija había muerto durante el parto. —Pues le ha mentido, su hija está con los Moguer. —Vete, vete y déjame sola. ¡Eso no puede ser verdad! —exclama— Si ese malnacido me mintió, te juro que voy al mismo infierno y lo ahorco con mis propias manos. —gruñe iracunda— ¡Lárgate, ahora
En tanto, Josefa llega a la cocina, Dolores quien aguarda para entregar la encomienda de esa mañana, saluda a la empleada; ésta, ajetreada, toma de ambas asas, la pana de agua hirviendo. —¿Qué le ocurre Josefa? —pregunta Dolores, mientras coloca sobre la mesa, la cesta del pan que ha traído para el Rey Eduardo VI.—La reina está pariendo. —Le contesta ansiosa. —¿Puedo ayudarte en algo? —pregunta de manera gentil.—¡Sí, Dolores! ¿Puedes traerme las toallas que están en ese armario, por favor? —le señala con la boca. —Sí, por supuesto. —Le responde, Dolores va hasta el armario, y ágilmente toma un lote de toallas blancas.La pelicastaña siempre ha sido una mujer servicial, por ello no duda en apoyarlas en aquella situación, eso y el hecho de que el Rey Eduardo VI siempre ha tenido un trato especial con ella por ser uno de sus principales clientes, el Rey adora el pan que la mujer prepara.En tanto, en la habitación, la reina puja con fuerza, aquel
Una hora después, la reina sale de su habitación y ordena que al cochero, quien recién acaba de regresar de la casa de los Moguer, a que aliste nuevamente el carruaje para volver a aquel lugar. Emma está decidida a saber aquella verdad, cueste lo que cueste, el deseo de venganza se apodera de ella por completo.Si Anna resultaba siendo su verdadera hija, Elisa pagaría las consecuencias de la traición de Dolores y su esposo, el herrero. Ahora todos conocerían quien era realmente la Reina Emma II y su nivel de maldad cuando la hieren.En cuanto la reina sale del Palacio, Hernán siente que algo grave debe estar ocurriendo, puede verlo en el rostro de su amante, sus facciones contraídas y mirada turbia, lo revelan; mas, también sabe que la reina no será capaz de decírselo, puesto que anoche han vuelto a discutir al no poder responderle sexualmente por segunda vez. Sin embargo, hay algo que lo preocupa mucho más y es el hecho de que después de haberse entregado con tanta pasión, Elisa
En cuanto Anna, hecha un mar de llanto llega al campo, sus hermanas la visualizan y sin cuestionar lo que sucede intentan consolarla. Teresa y Martina piensan que tal vez Anna escuchó algo sobre Rodrigo y Elisa, ¿estará embarazada la princesa? Se preguntan, pero no están cerca de la verdad que mata lentamente el corazón de la pelinegra.Martina propone ir al río para ir a bañarse como en los viejos tiempos, y aunque Anna no se encuentra muy animada, van hacia allá. Al llegar, los sentimientos de Anna chocan como las olas frías contra las rocas, al recordar su primera vez en todo con el príncipe. La primera vez que se vieron, la primera vez entregándose. Oh! Se siente la peor persona ante los ojos de Dios ¡Pues ha intimado con su propio hermano! Ella ama profundamente a Rodrigo, y lo desea con furor aunque ahora su vínculo familiar se impone mucho más moralmente.Su amor imposible ahora rebasa los límites. Y enfrentarse con eso es peor que incluso el hecho de ser hija de una mujer ta
—…Soldados, creo que ustedes están más que listos para la batalla. Despídanse de sus familias, partiremos en 3 horas —anuncia el capitán Andazola al grupo de soldados.La conquista de aquellas tierras en Francia será un éxito. Ese es el pensamiento de Emma quien desde el balcón del palacio real con un asentimiento de cabeza aprueba las órdenes de Horacio.Los soldados comienzan a montar sus caballos rápidamente. Algunos viven muy lejos del palacio, como César, quien sabe que debe apresurarse a despedirse de sus padres, pero también de la chica que está presente cada minuto en sus pensamientos.Unos minutos después el soldado baja de su caballo, y en cuanto su madre abre la puerta y ve su rostro, ésta se echa a llorar. La despedida es mucho más triste cuando su padre se despierta de su siesta y César debe darle aquella noticia. Ninguno sabe si va a regresar o no, pero saben que su hijo es el más valiente y fuerte de toda la tropa, así que lo encomiendan a Dios después de que éste to
Finalmente Emma está a solas en su habitación, los sentimientos y pensamientos la acorralan contra la pared. Aquello que estaba sucediendo con su hija parecía llevarla de forma inevitable a ese pasado que había enterrado para no volver a revivir su dolor y frustración. Pero como una saeta, regresa el peor de todos ellos, el de aquel matrimonio que en un momento pensó sería su salvación, pero que terminó convirtiéndose en su peor pesadilla. Veintidós años atrás… La boda había sido todo un espectáculo; el sueño de toda doncella hecho realidad. Finalmente se había casado con un rey y en consecuencia sería la reina, la soberana de aquel lugar. Luego del banquete, de la celebración, de los excesos, apareció en su habitación el rey Eduardo VI; el momento había llegado. Astutamente y de forma conveniente, Emma había logrado convencer a Eduardo de no tener intimidad hasta luego después de la boda. Las razones eran obvias, ella no era virgen. Lo que no imaginaba
La orden de la salida de las tropas de Palacio ya están listas. La reina se reúne con Andazola para entregarle una encomienda para el Rey Juan Carlos.—Dele al rey esto de mi parte. El pueblo español confía en usted, Andazola.—Sabe que no dejaré de luchar hasta alcanzar la victoria, su majestad. ¡Salve reina! Andazola sube a su caballo, y la reina entra al castillo. Se encuentra con su hijo Rodrigo, quien parece pensativo y ausente.—¿Te ocurre algo, Rodrigo? —Es que aún no puedo creer que vayamos a entrar en una guerra con Francia, madre.—¡Ya hemos hablado de esto! No pienso discutir mis planes contigo, mucho menos cuando no piensas apoyarme. —mira al príncipe y luego busca a su alrededor antes de preguntarle— ¿Por cierto, dónde está tu consejero? —No lo sé madre. —¿Cómo que no lo sabes? Está en este palacio para acompañarte no sólo moralmente sino físicamente.—Han pasado cosas que preferiría no mencionar en este momento.—¡S