—…Soldados, creo que ustedes están más que listos para la batalla. Despídanse de sus familias, partiremos en 3 horas —anuncia el capitán Andazola al grupo de soldados.La conquista de aquellas tierras en Francia será un éxito. Ese es el pensamiento de Emma quien desde el balcón del palacio real con un asentimiento de cabeza aprueba las órdenes de Horacio.Los soldados comienzan a montar sus caballos rápidamente. Algunos viven muy lejos del palacio, como César, quien sabe que debe apresurarse a despedirse de sus padres, pero también de la chica que está presente cada minuto en sus pensamientos.Unos minutos después el soldado baja de su caballo, y en cuanto su madre abre la puerta y ve su rostro, ésta se echa a llorar. La despedida es mucho más triste cuando su padre se despierta de su siesta y César debe darle aquella noticia. Ninguno sabe si va a regresar o no, pero saben que su hijo es el más valiente y fuerte de toda la tropa, así que lo encomiendan a Dios después de que éste to
Finalmente Emma está a solas en su habitación, los sentimientos y pensamientos la acorralan contra la pared. Aquello que estaba sucediendo con su hija parecía llevarla de forma inevitable a ese pasado que había enterrado para no volver a revivir su dolor y frustración. Pero como una saeta, regresa el peor de todos ellos, el de aquel matrimonio que en un momento pensó sería su salvación, pero que terminó convirtiéndose en su peor pesadilla. Veintidós años atrás… La boda había sido todo un espectáculo; el sueño de toda doncella hecho realidad. Finalmente se había casado con un rey y en consecuencia sería la reina, la soberana de aquel lugar. Luego del banquete, de la celebración, de los excesos, apareció en su habitación el rey Eduardo VI; el momento había llegado. Astutamente y de forma conveniente, Emma había logrado convencer a Eduardo de no tener intimidad hasta luego después de la boda. Las razones eran obvias, ella no era virgen. Lo que no imaginaba
La orden de la salida de las tropas de Palacio ya están listas. La reina se reúne con Andazola para entregarle una encomienda para el Rey Juan Carlos.—Dele al rey esto de mi parte. El pueblo español confía en usted, Andazola.—Sabe que no dejaré de luchar hasta alcanzar la victoria, su majestad. ¡Salve reina! Andazola sube a su caballo, y la reina entra al castillo. Se encuentra con su hijo Rodrigo, quien parece pensativo y ausente.—¿Te ocurre algo, Rodrigo? —Es que aún no puedo creer que vayamos a entrar en una guerra con Francia, madre.—¡Ya hemos hablado de esto! No pienso discutir mis planes contigo, mucho menos cuando no piensas apoyarme. —mira al príncipe y luego busca a su alrededor antes de preguntarle— ¿Por cierto, dónde está tu consejero? —No lo sé madre. —¿Cómo que no lo sabes? Está en este palacio para acompañarte no sólo moralmente sino físicamente.—Han pasado cosas que preferiría no mencionar en este momento.—¡S
Los corazones de los soldados se encuentran en ascuas, cuando dos días después de la partida a caballo, sin descanso alguno, más que para alimentar a los animales, se encuentran en la costa norte de España rumbo a su destino.El capitán Andazola ha implementado una táctica difundiendo información falsa acerca del ataque, así tendrán ventaja y hará a los franceses concentrar sus tropas en puntos en donde tampoco se encontrarán los escoceses, en vista de que ambas tropas atacarán al mismo tiempo pero desde puntos diferentes.Según la logística, César sabe que faltan al menos doce horas para llegar a uno de los valles alternos con la frontera francesa.—¿Te encuentras bien, José?, ¿qué te hizo venir con nosotros? —Le pregunta César al chico.César es el encargado de la tropa más débil, aquellos a los cuales nunca se les ha pasado por la cabeza matar a alguien. A diferencia de él, que aunque no lo ha hecho nunca pues ha sido preparado para eso.El caballo de Cés
Anna.A horas de la mañana una fuerza mayor a todo lo que he hecho últimamente en mi vida, me lleva hasta el establo.—¿A dónde vas, hija? —cuestiona mi madre con rostro preocupado.—Iré al pueblo, madre —miento.—¡Pero ve en el carruaje! —No te preocupes, madre… —digo con un nudo en mi garganta, entonces subo a mi caballo y avanzamos con la determinación en mi corazón.Han pasado casi tres días desde que me enteré que soy hija de la cruel Emma. Me he quedado a solas con mis padres al propósito, diciéndoles con los ojos que estoy lista para escucharlo de sus bocas; sin embargo, no han sido capaces de decírmelo. Y yo soy demasiado cobarde para irme contra ellos porque además me rompería el corazón. Aún así, necesito saber la verdad completa.¿Quién es mi padre?, ¿habrá alguna probabilidad de que todo sea mentira? Porque en mi corazón estos largos días me he estado martirizando y dando plegarias al cielo por el doloroso pecado que lleva marcado cada parte de mi piel.Al llegar
—¡Suéltame! —le digo intentando soltarme de su agarre. Pero él parece no escucharme o no tiene el mínimo interés en hacerlo.—No lo haré —responde al ver que opongo resistencia— No te dejaré ir sin que me digas la verdad de lo que hubo entre tú y Antuam. ¿Estuviste con él, Anna? Dime la verdad.Aquellas palabras viniendo de sus labios, no sólo son perfectas para huir de él, sino para huir de mí misma, de mis sentimientos hacia el príncipe. Sé que tenerlo frente a mí, es la tentación más vil que puede existir, porque amándolo como lo amo, lo nuestro es más que algo prohibido, es inmoral desde todo punto de vista.—¡No debo darle explicaciones sobre mi vida, su majestad! —exclamo con firmeza, camuflando por entero aquel sentimiento que late dentro de mi pecho.—¿Viniste al palacio por él, verdad? —me estremece con fuerza.Aunque mis palabras terminarán por destruirlo, prefiero eso a volver a entregarme a él.—¡Sí! —contesto parcamente— ¡Amo al duque! Aún no sé como he logrado m
Anna llora en brazos de su hermana, quien al igual que ella sufre en silencio. Ya han pasado varios días que inició la guerra y no ha tenido respuestas de César. Su corazón se estremece ante la idea de que algo pueda separarlos definitivamente. La pelicastaña desahoga en su diario sus miedos y el presentimiento de que César no vuelva, impregnan de tristeza las páginas de aquel guarda secretos.—¿Lograste saber algo de la guerra? —le pregunta a su hermana con visible preocupación, pero Anna luego de llorar amargamente por varios minutos, ahora se encuentra algo callada y pensativa.—No, no he sabido mucho. Realmente he conversado poco sobre eso en el palacio.—Entonces, ¿por qué has ido? Aunque Anna quiera contarle todo la verdad a su hermana, no está en labios de ella hablar sobre aquel secreto. Sólo Dolores y Pedro eran los únicos que podían decirles a Teresa, Martina y Elisa que ella no era su hermana.Justo en ese momento, llaman a la puerta. Martina abre y frente a ella e
—Promete que no te olvidarás de nosotros, Anna —le pide Martina a la pelinegra, por lo que ésta a sabiendas de la chica está sentimental por muchas cosas, la abraza con más fuerza antes de subir al carruaje Moguer en donde la llevará su mismo padre.—No te preocupes, Martina. Si es necesario escaparme para venir a verlos lo haré —promete ella, al borde del llanto.Dolores le pide perdón con cada mirada y Anna solo puede abrazarla y llorar con ella.Y así es como sube al carruaje, después de que su padre la ayuda a subir. Anna saca la cabeza para lanzar besos y sacudir la mano hacia las mujeres que tanto la conocen, y una vez se aleja siente el pesar. Aún parece increíble que su vida haya dado este giro inesperado, alejándola moralmente de su amor, pero sin poder despegarse de éste de corazón. Sabe que es obligatorio seguir fingiendo que ama a Antuam, hasta que la misma Emma tomé la decisión de decirle a todos quién es ella.Anna sabe que después de que Rodrigo sepa la verdad, se a