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CAPITULO 2

Blair Cooper

— ¿Estas segura de hacer esto, Blair?

Cerré la maleta al fin llena con mis cosas y me senté a un lado sobre el colchón con un brazo apoyado sobre la misma.

—Totalmente, Cara —vocalice en medio de un suspiro de agotamiento, a lo que, la gordita pelirroja negó en total desacuerdo—. Voy a ir a ese crucero, ya lo decidí. Necesito despejar mi mente y olvidarme de lo que sucedió —me frote los ojos para evadir las lágrimas que volvían con insistencia—. ¡Me lo merezco después de toda este desastre!

Solo habían pasado unas cuantas horas desde que había descubierto a eso dos seres teniendo sexo como conejos y ni un solo minuto había dejado de llorar, martirizándome con pensamientos que iban desde responsabilizarme por lo ocurrido, hasta la conmiseración por mí misma. Necesitaba poner tierra de distancia y así ordenar mis ideas al respecto. No había mejor forma de alejarme que utilizar el boleto de la que sería para nuestra luna de miel soñada.

Siete días en un crucero para morir de despecho no sonaba tan mal después de todo; aunque el simple hecho de subir a ese barco me recordaría mi desgracia.

—Pues yo estoy completamente de acuerdo con Blair —intervino, Freya, quien se había mantenido todo el rato metida de cabeza en su teléfono jugando uno de sus famosos juegos de guerra y estrategia sin prestaros la más mínima atención—. Ella necesita respirar otros aires y pensar objetivamente que hará con su vida de ahora en adelante —mi peculiar amiga, que volvía a su habitual aspecto masculino, se acercó hasta la cama y apartó  la maleta dejándola sobre la alfombra sentándose en su lugar, pasando uno de su brazos por mis hombros en señal de apoyo—. Que mejor que sacarse el despecho con una piña colada en las manos mientras lloras con las letras de Juan Gabriel sonando a todo volumen en tus oídos mirando  la inmensidad del mar caribe desde una tumbona.

Reí por lo bajo ante esa conclusión tan elocuente; en cambio, Cara echó hacia atrás su cabeza dejando salir un resoplido de excoriación y alzo sus palmas al frente como claro gesto de derrota.

— ¡Me rindo! ¡No puedo con ustedes, en serio! —Farfulló gesticulando—. Ser la sensata del grupo a veces me cansa, así que ¿sabes qué? —Me apuntó—. ¡Haz lo que te dé la gana! —Se encogió de hombros—. Si lo que necesitas para estar bien es ir a ese estúpido crucero, ¡entonces ve y disfrútalo! Al final es tu decisión y si ya la tomaste, nada de lo que te diga te hará cambiar de opinión.

Freya me miró de reojo y pude advertir como las comisuras de sus labios temblaban ante la contención de una sonrisa; me mordí el labio inferior conteniendo mi propio impulso de reír por primera vez en horas.

—Voy a estar bien, Cara —le aclare yendo a su lado; puse mis manos en sus hombros para llamar su atención y así lograr que calmara sus nervios—. Necesito estar lejos para cuando Scott decida buscarme —mis ojos azules buscaron los suyos con desesperación y solo cuando entre en contacto con sus iris verdes, hable de nuevo—. Él conoce mejor que nadie mis flancos más débiles y si se lo permito, podría conseguir que lo perdone y no es lo que quiero.

— ¡Pero, tú lo amas, Blair! —Exclamó de prisa—. Las parejas tienen malos momentos que se pueden superar juntos y ya sabemos que fue Merylin quien lo sedujo. Scott te adora —las mejillas regordetas de Cara se tornaron rojizas mientras soltaba todos sus argumentos.

— ¡Ah no, eso sí que no! —Intercedió Freya parándose entre las dos con la indignación brillando en sus pupilas—. Blair no es ninguna cabrona para tener que soportar una humillación de ese tamaño. ¡Ni por todo el amor que pueda existir entre ellos! —vociferó con el ceño fruncido—. Además, perdonar a Scott implicaría que también debería perdonar a Merylin. ¿Eso te parece justo, Cara?

—Las personas cometen errores, Freya. Yo creo que…

— ¡No me jodas, Cara! —Interrumpió la morena, agitando el lado de su cabeza donde lucia lo que quedaba de su melena antes caoba y ahora de un azul eléctrico—. Error es confundir la sal con el azúcar, o que en vez de mantequilla de maní, le pongas mantequilla normal al pan. Lo que Merylin y Scott hicieron no fue un simple error, ¡fue una m*****a traición! Y Blair no se merecía algo así, sé que lo sabes.

Cara dio un paso atrás ante las duras palabras de Freya y agacho la cabeza, acunándose el rostro con las manos.

—Eh, tranquila, Cara —musite pasando por encima de una indignada Freya, advirtiendo que Cara lloraba en silencio—. Sé lo mucho que significa Merylin para ti, para mi también significa mucho —tome sus manos y como pude alce su rostro con mejillas humedecidas—. Hasta anoche ella era como una hermana para mí, pero lo que me hizo no tiene justificación. Se metió con el hombre que sabía que yo amaba y solo porque le tenía ganas. Ahora dime tú, ¿cómo se perdona algo así? —Cara sollozó, agitando su cabeza vagamente—. Es difícil saberlo ahora, pero ni siquiera tengo claro si en un tiempo podre siquiera cruzármela en la calle y no pensar en lo que me hizo sin querer golpearla.

—Merylin sabía muy bien lo que hacía, Cara —dijo tras de mí, Freya con total seriedad, reafirmando la realidad—. Lo dejo muy claro esta mañana, ella solo quería cogerse al infeliz de Scott por capricho. ¡Maldición! ¿Qué amiga hace algo tan cochino como eso?

Una mirada de tregua fue de mí hacia Freya.

Entendía y valoraba que se sintiera indignada por mí, pero no debía poner a Cara en el terreno contrario porque ella solo quería encontrar un punto de inflexión en todo lo ocurrido.

—Yo solo quiero que tú estés bien, Blair —declaró en medio de un hipido—. Y si lo que necesitas es alejarte. Entonces tienes todo mi apoyo.

—Gracias, Cara —atisbé una sonrisa y con mis pulgares quite la humedad de sus mejillas—. Valoro mucho tu opinión y sé que pronto nos reiremos al recordar todo esto, pero por ahora necesito hallar una forma de superarlo —tire de sus manos hacia mí y la abrace—. Sé que parece una locura, pero algo me dice que tomar este crucero cambiara mi vida para siempre.

****

Ezra Lennox

— ¡Dios mío! —Exclamo la voz extasiada de Tiffany—. Juro por todo lo que es sagrado que daría cualquier cosa por tener orgasmos así cada m*****a noche de mi vida —susurró, adormecida entre mis brazos, pletórica de placer luego de un pequeño asalto indecente a su cuerpo—. Con razón todas las mujeres que pasan por tu cama quedan trastornadas.

Con el pelo revuelto y sus mejillas arreboladas por el sexo, Tiffany se veía inocente y adorable, pero al mismo tiempo salvaje y experimentada; y por primera vez en todos estos días que llevábamos juntos en este barco, me convencí de que tal vez, casarme con ella no era tan mala idea.

—Me gusta complacer a las chicas —admití y con gentileza le ayude a bajar de mi regazo; me quite el condón y lo anude para luego guardármelo en el bolsillo de mi pantalón—, pero a pesar de todas esas mujeres que he probado, debo reconocer que el sexo contigo se me está volviendo un hábito agradable.

Resoplo abanicándose el rostro con las manos.

—Fanfarrón —me acusó y grito cuando la tome de la cintura de improviso, pegandola a mi pecho para besarle el hombro desnudo—. Seguro debes decirles lo mismo a todas. No soy tan tonta, Ezra.

—Tal vez —masculle en medio de una sonrisa y la lleve conmigo hasta la proa, dejando su cuerpo acorralado contra el barandal del barco con el ruido de las olas de fondo—. Lo que importa no es eso, sino que en este instante estoy contigo, nena —la gire con maestría entre mis brazos hasta dejar su espalda pegada contra mi pecho para poder susurrar en su oído mientras ambos mirábamos el mar  y el cielo que ya comenzaba a aclarar—. En este instante soy todo tuyo, Tiffany.

Su risa suave y pausada no se hizo esperar.

— ¿Acaso estas tramando algo, Ezra Lennox? —Murmuró mirándome por el rabillo del ojo, aceptando mis caricias en su abdomen; adormecida, dejó caer su cabeza sobre mi hombro.

—Solo estoy siendo romántico —conteste meneando mi cabeza.

—Ten cuidado con lo que haces, Ezra. No quiero hacerme ideas erróneas al respecto—susurró bajito—. Tú nunca eres así de romántico con ninguna mujer a menos que busques algún beneficio.

Mordí suavemente su oreja a lo que ella respondió con un débil ronroneo.

—Me conoces muy bien. Jamás me comporto de esta forma con ninguna mujer a menos que me la quiera follar —reconocí aspirando el olor de su piel; mi miembro palpito dentro de mi bóxer con renovadas energías.

—Entonces, ¿Por qué este cambio conmigo? ¿Acaso no hemos follado lo suficiente estos días?

“Porque te necesito y no tengo ninguna otra opción a la vista”; quise responderle, pero solo lo pensé.

—Porque me he dado cuenta que gustas mucho —mentí si reparos y rebusque con una mano dentro del bolsillo donde no estaban los dos condones que habíamos usado esta noche; hice una mueca al tener entre mis dedos la pequeña cajita de terciopelo rojo—. O tal vez por estoy cambiando.

Tiffany levantó su cabeza mientras se reía con fuerza.

— ¿Tú cambiar? —Siguió riendo—. Te conozco desde que éramos unos adolescentes, Ezra. No quieras insultar mi inteligencia. Tú nunca cambiarias ni porque te pongan una pistola en la puta cabeza.

Quise reírme porque ella tenía razón, me conocía demasiado bien; sin embargo, adopte una expresión seria, acorde con lo que diría a continuación:

—Cásate conmigo, Tiffany Walsh —solté de sopetón poniendo la cajita abierta delante de sus ojos, revelándole un llamativo anillo de oro  que lucía imponente y ostentoso con una gran esmeralda tallada e incrustada en el centro del aro rodeada de diminutos rubíes—. Nos conocemos él uno al otro desde hace mucho, ambos amamos el sexo y tenemos buena química. Nos gusta la buena vida, los excesos y los viajes. Nuestras familias se conocen y mis padres te adoran. Serias la esposa perfecta para mi —Tiffany se quedó estupefacta, sin poder apartar la vista del anillo frente a ella mientras que su boca se abría y cerraba como pez fuera del agua—. Mi padre no deja de insistir con que me case para poder encargarme de sus empresas y sé que tú puedes ayudarme. Conmigo no te faltaría nada y serias la mujer más envidiada de todo el país. ¿Qué dices?

— ¡Cierra la m*****a boca! —Estalló de pronto la rubia, agitando la cabeza, saliendo del estupor del momento—. ¿Te volviste loco, Ezra? —Con su mano aparto la cajita de su vista y rio con sarcasmo—. ¿Así que de eso se trataba todo este teatro?

—No es ningún teatro, al contrario, es un trato bastante justo y beneficioso lo que te ofrezco, Tiffany —le aclare al ver el enfado plasmarse en su expresión.

La cachetada que me volteo el rostro a continuación me tomo tan desprevenido que no supe cómo reaccionar.

— ¡Eres un grandísimo hijo de perra! —Me insultó—. Y que me perdone tu madre que es una santa —mascullo remarcando cada palabra—. Pero yo no soy tu maldito juguete, Ezra Lennox. ¡No lo soy! Tampoco soy una puta a la que puedes elegir para desempeñar un papel cada vez que se antoje —la uña postiza en su dedo índice se clavó con saña en mi pecho—. ¿Acaso me ves pinta de ser una esposa?

—No tendrías que serlo de verdad —explique alejando su mano—. Solo es cuestión de fingir un poco. Eres modelo, tú sabes de eso —le aclare al verla salir de mis brazos enojada; no dude en ir tras ella—. ¡Te daría dinero, prestigio y más fama de la que ya tienes! ¡Estarás en boca de todo el mundo si aceptas!

—Es que tú no entiendes, ¿verdad? —Negó con su cabeza, enfrentándome—. ¡Nunca has entendido lo nuestro! —Cuadró los hombros dejando las manos en su cintura—. Es cierto, amo el dinero y la fama, pero no lo quiero de ti y menos de esa manera tan frívola. Mi familia es rica, no lo olvides y es cierto que soy ambiciosa y quiero tener una fortuna mucho más grande, pero quiero obtenerla por mérito propio o porque el hombre que me ofrezca todo eso este tan loco de amor por mí como yo por él. Y eso es obvio que tú…

Pensaba decir algo más, pero las palabras quedaron atoradas en su garganta

—No pienso casarme contigo, Ezra —sentenció con determinación, atusándose el cabello a un lado de su rostro—. Además, apenas bajemos de este barco me voy a Italia —relató como si nada—. Me han invitado una temporada a Milán.

 Mi entrecejo se frunció ante tal afirmación que hasta ahora desconocía.

—No me habías dicho nada sobre eso.

—No tengo porque darte explicaciones de lo que hago con mi vida, así como tú tampoco me las das sobre la tuya —sentenció con gesto incrédulo—. Solo somos follamigos y siempre ha sido así. Que me invitaras a este crucero fue inesperado y raro, pero me hizo pensar que tal vez algo había cambiado, pero veo que me equivoque. Lamento mucho que te hayas hecho falsas expectativas al respecto de mi presencia en tu oficina aquel día, pero creo que te precipitaste demasiado.

Me encogí de hombros y guarde la cajita con el anillo de vuelta en mi bolsillo.

—Da igual —murmure como si nada hubiera pasado metiendo las manos en los bolsillos de mi pantalón blanco—. No me arrepiento —respondí con sinceridad—. Al menos las cogidas fueron memorables. Sin contar con la persona que no nos dejó dormir bien con su música de cantina barata.

Tiffany sonrió y se acercó con cautela a mí.

—Te aseguro que si las circunstancias entre nosotros fueran otras, con gusto habría aceptado ser tu esposa.

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