Esa misma noche, Dolores ordenó que el plato original de Valeria fuera llevado en secreto a los alquimistas reales para ser analizado. Los resultados confirmaron sus sospechas: el guiso estaba envenenado.
Dolores y Amira informaron de inmediato a Faruq, quien, al escuchar la noticia, sintió una mezcla de ira y tristeza. “Esto no puede quedar impune,” dijo. “Las consortes han cruzado una línea. Si no las detenemos ahora, seguirán conspirando.”
A la mañana siguiente, Faruq convocó a las consortes a la sala del trono. Samira y sus aliadas llegaron con expresiones de falsa inocencia, pero su confianza se desmoronó cuando Faruq presentó las pruebas del veneno.
“Han traicionado no solo a mi esposa, sino a la memoria de mi padre,” dijo Faruq, su voz resonando con autoridad. “Por sus crímenes, serán desterradas del palacio y sus títulos serán revocados. Nunca volverán a pisar estas tierras.”
Samira intentó defenderse, pero Faruq no le dio oportunidad. “Llévensela
Mientras las consortes peleaban por el favor del rey, Valeria observaba desde las sombras. Como madre de los tres príncipes y reina consorte, su posición era inalcanzable. Sin embargo, eso no significaba que estuviera a salvo. Sabía que muchas de las consortes la veían como un obstáculo, y que algunas incluso soñaban con ocupar su lugar.Una tarde, Valeria se reunió con Faruq en privado. “Mi señor,” dijo, mirándolo con preocupación, “estas mujeres están convirtiendo el palacio en un campo de batalla. Si no haces algo, su ambición podría destruirnos.”Faruq, agotado, tomó la mano de Valeria. “Sé que tienes razón, pero no sé cómo detener esto. Todo lo que hago parece empeorar la situación.”Valeria lo miró con ternura. “Eres un buen hombre, Faruq, pero debes recordar que también eres un rey. No puedes permitir que estas mujeres te manipulen. Si no tomas el control, ellas lo harán por ti.”La tensión en el palacio alcanzó su punto máximo cuando se descubrió
Valeria soltó las manos de Sarifa y se dirigió hacia la ventana, mirando los jardines del palacio. “Tu padre, Lord Malik, es un hombre muy respetado. Su lealtad al reino es incuestionable, y su posición le da un poder considerable. Si realmente amas a Khaliq y él te ama a ti, hay una forma de que estén juntos, pero debe hacerse de la manera correcta.”Sarifa frunció el ceño, tratando de entender. “¿Qué quiere decir, Majestad?”Valeria se giró para mirarla directamente. “Khaliq ya tendrá una esposa principal, fue elegida por razones políticas. Eso no se puede cambiar. Pero como príncipe, y eventualmente como funcionario, y mano derecha del rey, tiene derecho a tomar concubinas. Si realmente deseas estar con él, debes hablar con tu padre. Él puede negociar tu posición como concubina del príncipe. De esta manera, no solo estarás con Khaliq, sino que también protegerás tu honor y el de tu familia.”Sarifa se quedó en silencio, procesando las palabras de Valeria. “¿C
Finalmente, Lord Malik se reunió con el rey y la reina para discutir el futuro de su hija. Faruq, aunque inicialmente dudoso, aceptó la propuesta de Malik después de escuchar los argumentos de Valeria.“Si Khaliq realmente la ama, y si esto fortalece nuestra alianza con Malik, no veo razón para oponerme,” dijo Faruq. “Pero Khaliq debe entender que su deber como príncipe está por encima de sus deseos personales.”Cuando la decisión fue anunciada, Sarifa fue oficialmente nombrada concubina del príncipe Khaliq. Aunque muchos en el palacio la miraban con envidia y resentimiento, Sarifa se mantuvo firme, sabiendo que había tomado el camino correcto.El palacio de Dunas estaba envuelto en una atmósfera tensa desde el regreso de las hermanas del rey Faruq. Las princesas, hijas del difunto rey Maruq, habían regresado al palacio tras la muerte de su padre, trayendo consigo sus propias ambiciones, resentimientos y opiniones sobre el rumbo que el reino debía tomar. Aunque
El aire en Zarathia se había vuelto denso desde la llegada de Yasira, la princesa de Dunas. Con su temperamento indomable y su lengua afilada, Yasira se había convertido en una presencia imposible de ignorar. Para algunos, era una bocanada de aire fresco en una corte gobernada con puño de hierro por la princesa Verónica; para otros, era una amenaza que traía consigo el caos.Verónica, por su parte, no era una mujer que tolerara desafíos. Había gobernado Zarathia con una mezcla de astucia y crueldad, eliminando a cualquiera que se interpusiera en su camino. Su sed de poder y venganza era insaciable, y la llegada de Yasira no solo había puesto en peligro su control, sino que también había encendido una furia que no conocía límites.Desde el primer día, Yasira dejó claro que no estaba en Zarathia para ser una figura decorativa. Interrumpía reuniones, desafiaba órdenes y se ganaba el favor de los nobles y soldados con su carisma y su audaz desprecio por las reglas. Verónic
El palacio de Zarathia estaba sumido en una calma tensa, como el silencio que precede a una tormenta. Verónica, la princesa heredera de Zarathia. Pero Verónica no era una mujer que aceptara desafíos sin responder. Su sed de venganza era insaciable, y estaba decidida a destruir a Yasira, cueste lo que cueste.Esa noche, Verónica había ideado un plan que, según ella, sería el golpe final para deshacerse de Yasira. Si lograba humillarla públicamente, Yasira perdería todo el apoyo que había ganado desde su llegada. Verónica había ordenado a su ayudante más cercano, Cassian, un hombre leal y eficiente, que preparara un vino especial para Yasira, mezclado con un potente afrodisíaco. La idea era simple: embriagar a Yasira y asegurarse de que terminara en la cama con un hombre cualquiera, para luego exponerla ante la corte.En el gran salón del palacio, se celebraba una cena en honor a los aliados de Zarathia. Nobles, generales y diplomáticos llenaban
La princesa de Dunas sabía que para destronar a Verónica no bastaba con humillarla; necesitaba algo más grande, algo que asegurara su caída definitiva.Yasira, con su astucia y carisma, había reclutado a varios sirvientes y guardias del palacio para que le informaran sobre todo lo que sucedía en los aposentos de Verónica. Algunos lo hacían por dinero, otros por resentimiento hacia la princesa heredera, y unos pocos porque simplemente no podían resistirse al magnetismo de Yasira.Cada noche, mientras Kaelion la visitaba en sus aposentos, Yasira recibía informes detallados sobre Verónica. Sabía cuándo Cassian entraba en sus habitaciones, cuánto tiempo permanecía allí y qué palabras se intercambiaban. Aunque Verónica intentaba mantener su relación con Cassian en secreto, Yasira estaba siempre un paso por delante.Una noche, mientras Kaelion descansaba en su cama, Yasira se sentó junto a la ventana, leyendo un pergamino que le había entregado uno de sus espías. Una
La noche caía sobre el palacio de Zarathia, envolviendo los majestuosos salones y corredores en un manto de sombras. En un rincón oscuro del ala este, donde los sirvientes y guardias solían reunirse para escapar de las tensiones de la corte, Cassian estaba sentado, con una jarra de vino en la mano y los ojos cargados de emociones. Había bebido más de lo que acostumbraba, y su lengua, aunque normalmente reservada, comenzaba a soltarse.A su alrededor, un grupo de guardias y sirvientes lo escuchaban en silencio. Cassian era conocido por ser el hombre más leal a la princesa Verónica, y verlo en ese estado era algo inusual.“Dime, Eryas,” dijo Cassian, dirigiéndose a uno de los guardias, “¿alguna vez has amado algo que sabes que nunca será tuyo? Algo que te consume, que te destroza, pero que no puedes dejar ir.”Eryas, un hombre mayor con cicatrices en el rostro, frunci&oac
El palacio de Zarathia estaba envuelto en un aire de incertidumbre. Las noticias del embarazo de Verónica habían sacudido los cimientos de la corte, y aunque todos pretendían felicitarla, las miradas eran más de sospecha que de alegría. En los aposentos privados de Kaelion, la tensión era palpable.Verónica sabía que tenía que actuar rápidamente. No podía permitir que las dudas de Kaelion se convirtieran en certezas. Se había preparado para este momento, ensayando cada palabra en su mente, cada gesto que podría convencer a Kaelion de que su hijo era, de hecho, suyo.Esa tarde, cuando la luz del sol se filtraba a través de las ventanas del gran salón, Verónica se acercó a Kaelion, quien estaba sentado en un sillón, con la mirada perdida en el vacío. Sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía un vaso de vino, pero su mente estaba lejos de la bebida.“Kaelion,” comenzó Verónica, con una voz suave y casi suplicante, “necesitamos hablar.”Kaelion levantó la vista, sus ojos oscuros r