Obsesión: Nick Evans... El lenguaje de tus ojos.
Obsesión: Nick Evans... El lenguaje de tus ojos.
Por: Strella
Prólogo.

No entiendo qué quieren decir sus palabras ni qué destino me aguarda en este lugar sombrío. Pero una cosa es segura: mi existencia nunca volverá a ser igual.

Estoy encerrada en un ático oscuro y sombrío, donde las sombras bailan y se contorsionan como entidades vivas por las paredes agrietadas, añadiendo una sensación de opresión a mi angustia.

La oscuridad me envuelve por completo, impidiéndome distinguir cualquier detalle más allá de la negrura que me rodea.

Las lágrimas siguen su curso constante por mis mejillas, dibujando surcos de desesperación en mi rostro mientras imploro una y otra vez que me liberen de esta prisión sin sentido.

La incertidumbre y el miedo se entrelazan en mi mente, preguntándome una y otra vez qué hice para merecer este castigo cruel y despiadado.

—¡Por favor, déjenme salir! No entiendo por qué estoy aquí, no he hecho nada malo —mi voz se quiebra con el peso de la angustia, esperando desesperadamente una respuesta que no llega.

El silencio persiste, es una manta densa que envuelve toda esperanza.

Cada respiración se vuelve más difícil, como si el aire se volviera más escaso con cada segundo que pasa. La oscuridad me oprime, como un peso invisible que amenaza con ahogarme en su abrazo frío y desolador.

Estoy enfrentando uno de mis mayores temores: la sensación abrumadora de estar completamente rodeada por la negrura, sin un rayo de luz que me guíe hacia la libertad.

Intento desesperadamente aferrarme a los recuerdos de mi libertad pasada, a esos momentos en los que el sol calentaba mi piel y el viento jugueteaba con mi cabello. Sin embargo, los recuerdos se desvanecen como burbujas que estallan en la oscuridad voraz que me rodea, dejándome con una sensación de vacío y desamparo.

La opresión en mi pecho se intensifica, como si un peso invisible estuviera aplastando mis pulmones.

—¡No aguanto más! —mi grito resuena en el espacio, cargado de desesperación.

Justo cuando mis fuerzas parecen abandonarme, la puerta se abre con un gemido silencioso, dejando entrar un rayo de luz que parece luchar contra la oscuridad reinante.

Mis ojos, acostumbrados a la penumbra, titilan momentáneamente ante la inesperada luz.

En la entrada del ático, una figura masculina se recorta contra la luz, enigmática y misteriosa.

Permanece en silencio, observándome con ojos que parecen penetrar en lo más profundo de mi ser. Trato de discernir sus rasgos en la oscuridad, pero la luz apenas me permite vislumbrar su contorno, aumentando mi sensación de intriga y temor.

—¿Quién eres? —mi voz tiembla con el miedo y la incertidumbre, mientras el hombre se acerca lentamente hacia mí, con cada paso resonando en la habitación como un eco aterrador que alimenta mi inquietud.

Retrocedo instintivamente, pero las paredes frías y húmedas del ático me atrapan, impidiendo cualquier intento de escape.

Mi espalda se encuentra presionada contra la superficie dura, intensificando la sensación de claustrofobia que me envuelve. El aire se torna aún más denso, como si estuviera impregnado de secretos oscuros que flotan en el ambiente.

—Por favor... —mi voz se desliza apenas en un susurro, apenas audible en el espacio cargado de tensión. —Déjame salir.

El hombre se acerca, quedando a escasos centímetros de mí. Puedo sentir el calor de su respiración en mi rostro, mezclado con un aroma desconocido que agita mis sentidos y me deja con un nudo en el estómago. Su presencia es abrumadora, su mirada inescrutable y perturbadora al mismo tiempo.

Mi corazón golpea con fuerza en mi pecho, como un tambor que resuena en la habitación, clamando por liberación. Necesito respuestas desesperadamente, necesito encontrar una salida de este oscuro laberinto en el que me encuentro atrapada.

—No puedo permitirte irte, Eva —responde finalmente en un tono grave y enigmático. —Pero puedo enseñarte a sobrevivir en la oscuridad.

Sus palabras reverberan en el silencio pesado del ático, envolviéndome aún más en el misterio y la incertidumbre.

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