★ Nick
El bullicio de las calles me resulta insoportable mientras me abro paso hacia mi oficina, envuelto en el caos urbano que define mi vida cotidiana. Cada mañana, debo enfrentarme al estruendo ensordecedor de la ciudad mientras me encamino hacia el imponente edificio que alberga una de las empresas más destacadas del panorama empresarial, y que, para mi orgullo, lleva mi nombre. Desde que asumí la responsabilidad de dirigir esta empresa, que ha consolidado su posición como líder indiscutible en su campo, el apellido Evans ha evolucionado de ser temido a ser reverenciado. Mis padres son figuras prominentes en el ámbito de la psicología, han dejado una marca indeleble en el mundo con sus respectivas contribuciones. Mi padre, dotado de astucia e inteligencia, ejerce como psicólogo para el FBI, desentrañando las complejidades de la mente criminal. Mientras tanto, mi madre, con su dedicación y empatía, se especializa en el tratamiento de jóvenes y niños, brindándoles apoyo en sus luchas contra los trastornos de alimentación y los problemas familiares. Yo soy Nicolás Evans, el primogénito de la familia. Aunque nuestros padres tal vez soñaron con la idea de formar una familia «normal» al unirse en matrimonio y tener hijos, ninguno de nosotros se ajusta a ese estándar convencional. Y en mi caso particular, me enfrento a una constante lucha interna por encontrar mi lugar en un mundo que parece no encajar con mi propia percepción de la normalidad. Mientras atravieso los pasillos de la empresa, mis empleados se sumergen en la pantalla de sus ordenadores, fingiendo diligencia y eficiencia en sus cubículos. Mi asistente, siempre nerviosa e inquieta, se apresura a mi lado, luchando por sostener con sus brazos escuálidos y débiles una tableta cargada de documentos. —Buenos días, joven Evans. Sus citas para hoy son… Sus palabras quedan suspendidas en el aire, apenas captando mi atención, pues mis ojos están cautivados por la presencia de mi prometida, Andrea Collins, cuya belleza deslumbrante eclipsa todo lo demás a su alrededor. Andrea se aproxima con paso seguro, interrumpiendo mis pensamientos y obligándome a detenerme en seco. En el tumulto, mi asistente choca contra mi espalda, sus brazos delgados apenas pueden sostener la tableta entre ellos. Los lentes de montura de mi asistente caen al suelo con un golpe sordo, y yo, sin mostrar el más mínimo remordimiento, los piso accidentalmente. —Pensé que vendrías mañana —le digo a Andrea, intentando ocultar mi sorpresa y mi emoción al verla. Su presencia siempre es bienvenida en mi vida, y no importa cuántas veces la vea, siempre me impacta con su belleza. Sus ojos brillan con firmeza mientras me mira, haciéndome sentir un cosquilleo en el pecho. —Tenemos que finalizar nuestros planes de boda, señor —responde ella con convicción, con su voz resonando con autoridad y dulzura a la vez, un recordatorio constante de por qué la escogí como mi prometida. Finalmente, mi asistente, con un suspiro aliviado, logra ponerse de pie, dejándonos un breve momento a solas. No pierdo el tiempo y tomo a Andrea entre mis brazos, sintiendo su calor contra mi cuerpo con su aroma envolviéndome como una suave brisa. Nuestros labios se encuentran en un beso intenso y apasionado, como si estuvieran ansiosos por recuperar el tiempo perdido. Cada roce y cada caricia, es una promesa, una confirmación de que somos el uno para el otro en este mundo caótico. M*****a sea, ya extrañaba ese sabor en mi paladar. Andrea es la mujer más hermosa que he conocido, atenta y cariñosa. Sus manos suaves encuentran las mías, entrelazándose con una familiaridad que me hace sentir completo. La conocí en un club nocturno donde, por error, me vendió su virginidad cuando solo tenía 20 años, más no le pagué. A partir de ese encuentro fortuito, nos encontramos en diferentes lugares. Al principio, ella quería que le pagara por lo que había sucedido, pero decidí no hacerlo. A pesar de todo, nos comenzamos a frecuentar y una cosa llevó a la otra. Nos entregamos el uno al otro y se convirtió en lo que somos hoy. Ella es todo lo contrario a mí, un contraste de lo bueno que me vuelve loco de ella. Mi padre siempre ha dicho que cuando llega una luz a tu vida, la oscuridad se va. Y eso es Andrea para mí, mi luz en medio de la m*****a oscuridad. Es la única que conoce mis limitaciones y fortalezas, que comprende y acepta mis malditos ojos bicolor. Ella también ha conocido al «Jr.» la persona que vive bajo la sombra de su padre. Odio todo lo que representa ser hijo de Damián Evans. Odio que todos piensen que, porque él es un hombre de carácter y muy inteligente, yo deba estar a su nivel, e incluso superarlo. No me importa en absoluto lo que mi padre haga con su vida. Solo me importa estar con Andrea, ser su esposo y compartir una vida juntos. Guié a Andrea hacia mi oficina, mientras mi asistente nos seguía unos pasos atrás, tratando de ocultar su incomodidad por el incidente anterior. Abrí la puerta de mi elegante oficina, revelando un espacio impecablemente decorado. Era un santuario de éxito y poder personal, y solo aquellos con el privilegio de ingresar podían apreciarlo. Invité a Andrea a entrar, y a medida que lo hacía, cerré la puerta con un movimiento rápido, sin darle oportunidad a mi asistente de cruzar el umbral. —No seas tan grosero, pobre mujer. Ella solo está haciendo su trabajo. Deberías ser más educado, Nicolás —comentó Andrea con una sonrisa despectiva. Andrea me miró con ojos llenos de reproche y desaprobación. Ella sabía que podía ser un poco arrogante a veces, pero también reconocía que tenía razón. Cerró los ojos por un momento, tratando de controlar su frustración. —Seguro que ya se fue. Sabe perfectamente que no me gusta que estén detrás de mí cuando estoy contigo —dije con una pizca de impaciencia. Andrea asintió, pero antes de que pudiera decir algo más, la atraje hacia mí y comencé a besar su cuello, interrumpiendo cualquier otra palabra que pudiera haber querido decir. Mi deseo por ella era abrumador, y solo pensaba en explorar su cuerpo, recorrer cada una de sus curvas y hacerla mía en cada rincón de mi oficina. Suspirando, Andrea logró apartarse lo suficiente para hablar, aunque apenas se escuchaba su voz. —Tenemos que terminar de planear todos los detalles de la boda, Nicolás. Aún falta la lista de invitados. Ayer vi a tu... —sus palabras fueron interrumpidas por mis labios devorándolos una vez más. «¿Y? Esto no es importante» pensé mientras mi mente se llenaba de deseo y pasión. —Andrea, quiero hacer el amor con mi prometida. Te quiero, deseo estar dentro de ti. Andrea, evidentemente frustrada, intentó recuperar su postura. —Solo venía a hablar contigo sobre la boda. No puedo quedarme más tiempo, sé cuánto nos demoramos antes y tengo una reunión con la organizadora... Amor, tengo que irme —dijo, con su voz temblorosa. Mi mirada se oscureció, sintiéndome igualmente frustrado. ¿Acaso una m*****a boda significaba más para ella que estar conmigo? Le propuse que se mudara conmigo, pero ella puso el estúpido pretexto de que no lo haría a menos que nos casáramos antes. Mencionó que no quería tomar una decisión tan importante a la ligera, y que sus padres no la habían educado para vivir con su novio antes del matrimonio. ¡Pero vaya, seguramente sí la educaron para vender su virginidad y equivocarse de cliente! ¡Qué estupidez! Finalmente, cedí y la dejé ir. Me sumergí en mis asuntos de la oficina, tratando de concentrarme en las tareas del día. Mi asistente, con su nerviosismo constante, solo me causaba más estrés. Pasé la tarde esperando una llamada de Andrea. Como era de costumbre, ella solía hacer preguntas tontas sobre la boda, buscando que yo le diera sugerencias. Pero mis respuestas siempre eran las mismas: «Sí, mi amor... Lo que tú digas, mi amor... Rosas, no claveles». En mi cabeza, solo repetía una y otra vez lo absurdo que era todo esto. ¿Por qué debía estar preocupándome por detalles insignificantes cuando lo único que quería era estar con ella? El papeleo y los preparativos de la boda parecían una distracción inútil en comparación con el deseo de tenerla a mi lado. Finalmente, mi jornada de trabajo llegó a su fin. Me quedé sentado en mi escritorio, mirando mi teléfono por unos segundos. Si Andrea no me llamaba, generalmente no era yo quien lo hacía. Aunque la extrañaba, no quería mostrarme como esos estúpidos enamorados llenos de vulnerabilidad. Pero esta vez, algo dentro de mí me impulsó a tomar el teléfono y marcar su número. La extraña sensación se apoderó de mí a medida que el teléfono sonaba sin respuesta. Solía ser ella quien daba el primer paso, quien buscaba mantener el contacto. ¿Por qué esta vez no lo hacía? El silencio aumentaba mi ansiedad, y una sensación de vacío se apoderaba de mi ser. Desesperado por noticias suyas, no pude evitar preguntarme si mi actitud egocéntrica había contribuido a su silencio. Me reprochaba internamente por cada comentario sarcástico y acción arrogante que había realizado. Los pensamientos negativos llenaban mi mente, mientras mi corazón anhelaba escuchar su voz una vez más. ★Gracias por elegir leer mi novela, no olviden seguirme, calificar y seguir la novela para recibir más actualizaciones... Saludos. ❤️Mis estudios universitarios son lo único que me importa; quiero ser un orgullo para mis padres. Al llegar a casa después de un día de estudio agotador, lo único que deseaba era tranquilidad, subir a mi habitación y tomar una larga siesta. Los exámenes me están agotando y ya no creo que pueda seguir el ritmo. Una vez que bajé del taxi y entré a casa, todo parecía normal hasta que abrí la puerta. Me encontré con varios muebles volcados en la entrada, los cuadros torcidos en las paredes y todas las demás cosas destrozadas, apenas podía moverme sin tropezar. Caminé entre los objetos en el suelo, sintiendo que podría caer en cualquier momento. A medida que avanzaba por la casa, me di cuenta de que el desastre se extendía por todos lados. El caos que reinaba en mi hogar era abrumador. No podía entender qué había sucedido ni por qué. Cada paso que daba era como moverse en un campo minado, con la preocupación de tropezar con algo más y empeorar la situación. El desorden era una afrenta
En el abismo de mis sueños, reviví la escena una y otra vez.Los hombres vestidos de negro, con actitud despiadada, tenían a mi padre arrodillado, su mirada estaba fija en mí.Juré ver una lágrima escapar de sus ojos mientras aguardaba su destino incierto.Cuando finalmente emergí de las profundidades de la inconsciencia, me encontraba de vuelta en casa, tendida en mi propia cama.Mi madre estaba frente a mí, con la preocupación marcada en su rostro.La abracé con fuerza, sintiendo el alivio de su presencia y el peso de la realidad desvaneciendo el horror de mis sueños.La imagen de mi padre aún me atormentaba, pero poco a poco me di cuenta de que todo había sido un sueño.La escena macabra, la casa en desorden, las deudas abrumadoras de mi padre, todo era producto de mi mente turbada.—¿Qué pasa, cariño? ¿No te fue bien en algún examen? —preguntó mi madre, acariciando mi cabello con ternura.—Mamá, ¿y el abuelo? ¿Dónde está papá? —inquirí, confundida y aún aturdida por las imágenes p
★ Nicolás —¿No has recibido ninguna noticia sobre Andrea, verdad? —pregunté con ansiedad al investigador a cargo de localizar a mi prometida, apretando los puños con fuerza.—Lamento informarle que aún no hemos obtenido ningún indicio sobre el paradero de la señorita Collins. Sin embargo, hemos descubierto que se reunió con su padre hace unos días —respondió el investigador con voz monótona, ajustando los lentes sobre su nariz.Lo observé con desprecio, conteniendo mi impaciencia mientras seguía hablando de trivialidades irrelevantes sobre Andrea, con gestos exagerados.Me preguntaba cómo alguien podía estar tan inmerso en asuntos que no me interesaban en absoluto.Después de unos minutos, finalmente se retiró y entró Gerald, mi asistente personal, con su habitual expresión amable.—Hemos hecho lo que pediste, Evans —anunció con una sonrisa, manteniendo la cabeza inclinada en señal de sumisión.Su manía de usar mi apellido junto con el término «joven» siempre me había irritado p
A la mañana siguiente, partí rumbo a Nueva York, hogar de la distinguida familia Evans, una familia que siempre había fascinado mi imaginación.Al fin llegué a mi destino y me encaminé hacia la imponente mansión de los Evans, donde había compartido muchos años de mi vida. Al contemplar desde afuera el majestuoso patio frontal, rememoré los días de juegos con mis hermanas y mi intratable prima, Grace Anderson. Me acerqué con cautela a la puerta principal y lo primero que divisé fue a mi madre reposando en el porche, deleitándose con los cálidos rayos del sol. Con los ojos cerrados, parecía sumida en sus pensamientos mientras me aproximaba en silencio y la observaba detenidamente. Un suspiro escapó de sus labios cuando me percibió.—Solo tu padre me observa con tal devoción, pero me alegra que mi hijo pródigo haya regresado a casa —pronunció, sin abrir los ojos.—¿Cómo supiste que era yo? —inquirí, acercándome mientras ella extendía su mano para acariciar mi mejilla.—Una vez fui cieg
Al terminar el delicioso desayuno en casa, me dirigí hacia la universidad ansiosa por encontrarme con mi mejor amiga, Ivy. Las calles estaban tranquilas y el sol brillaba con una calidez que me llenaba de energía.Con paso rápido y entusiasmado, llegué a la entrada y ahí estaba, esperándome con una sonrisa radiante. Corrí hacia ella y nos abrazamos con gran ánimo, como si no nos hubiéramos visto en mucho tiempo. El aroma de su perfume floral me envolvió, dándome una sensación de confort.—Eva, te extrañamos ayer. Qué mal que no hayas podido acompañarnos, te echamos mucho de menos —dijo Ivy, con su voz llena de cariño.—Lo siento, ayer... —me quedé en silencio, las palabras se atragantaban en mi garganta. Ayer había sido el día en que presencié la muerte de mi padre a través de esa terrible pesadilla.Me sentía nerviosa e inestable. Notando mi incomodidad, Ivy me miró fijamente con preocupación.—Eva, ¿te pasa algo? Pareces diferente, ¿qué te ocurre? —preguntó con voz suave.Con un sus
—Hola —logré pronunciar, tratando de no parecer tan estúpida como seguramente creía que era en ese momento.Mi asesor extendió su mano hacia mí, y noté cómo su gesto era elegante y seguro. Sin embargo, no pude evitar sentir cierta tensión en el aire mientras nuestras manos se encontraban en un breve apretón.La maestra decidió retirarse, dejándonos solos para ponernos al día.Mi asesor y yo permanecimos allí, aún con nuestras manos entrelazadas. Incómoda con la situación, finalmente rompí el contacto y pedí cortésmente que me soltara.—Debería disculparme por casi atropellar a mi pupila —comentó con un tono algo burlón.Intenté restar importancia a aquel incidente, diciendo que no era necesario disculparse, pero él solo sonrió con más confianza. Había algo en él que me hacía sentir intimidada.—Claro que tengo que hacerlo, ¿te parece si te invito a comer como forma de disculpa? —propuso de repente.Me tomó por sorpresa, pero algo en su mirada me hizo decir sí sin pensarlo demasiado.D
—Junm —el misterioso hombre se recargó en su silla con una pose de superioridad, sin dejar de fijar sus ojos en mí. Su mirada intensa me resultaba intimidante, creando un aire de incomodidad que me llevó a bajar la cabeza, evitando que su penetrante mirada siguiera perforándome. La tensión llenó el ambiente mientras comenzamos a comer en un incómodo silencio, hasta que finalmente decidí romperlo.—La joven con la que llegó esta mañana cuando casi nos atropella a mi amiga y a mí, ¿es ella su novia? —pregunté con curiosidad. No podía evitar notar lo hermosa que era y cómo ambos lucían como una pareja sacada de una revista.—No, ella es mi prima, se llama Grace Anderson. Algo así como la jefa del jefe de tu director —respondió con una voz profunda y enigmática. Su tono dejaba entrever una conexión más allá de lo profesional.—Ah... —respondí, sintiendo una mezcla de alivio y decepción al descubrir que no estaban juntos. Aunque, debo admitir, me intrigaba conocer más sobre su relación.
Al llegar a la pollería, el señor Patrick me recibió con una sonrisa cálida y amistosa. La calidez de nuestra pequeña comunidad se manifestó a través de su regaño.—¿Por qué sales sola de casa? La próxima vez, llama para hacer tu pedido y yo lo llevaré personalmente. Nos cuidamos los unos a los otros en este vecindario.Un estruendoso ruido resonó en las afueras del restaurante, captando la atención de todos los presentes. Curiosos, nos asomamos y pudimos constatar que un automóvil había chocado contra una toma de agua en la calle, desencadenando una impresionante fuga de agua.—De nuevo, estos jóvenes de hoy en día manejan imprudentemente bajo la influencia del alcohol —comentó don Patrick mientras tomaba su teléfono para llamar a las autoridades.Decidí que era hora de regresar a casa, dejando el dinero correspondiente por el pollo sobre la barra. Caminé en dirección a mi hogar, pero opté por tomar una calle aledaña, aunque me generaba más temor que la principal. Si la calle princi