Días después, nuestra dinámica familiar parecía estar mejorando.Eva mostraba señales de estar más tolerante con mi presencia, permitiéndome acercarme y participar en sus actividades.Aunque aún quedaban diferencias por resolver, teníamos una conexión más fuerte y eso me llenaba de esperanza.En medio de una conversación en mi despacho, Gerald cuestionó mi decisión de quedarme. Su tono crítico reflejaba la incredulidad que sentía respecto a mi elección.—No entiendo por qué quedarte aquí —pronunció con escepticismo.—No puedo irme, mi mujer y mi hija están aquí. Transferiré la empresa y estableceré nuestras vidas aquí, junto a ellas —respondí con convicción.Gerald pareció sorprendido por mi respuesta y mencionó:—Es impresionante cómo has cambiado.Sin darle mayor importancia a su comentario, cambié el enfoque de la conversación.—Cuéntame, ¿cómo va el casino?—Bueno, va avanzando, aunque sin tu dirección directa he hecho lo que puedo —respondió con honestidad.—No me interesa tanto
—¿Por qué te estás riendo? —me preguntó Ángel, con una sonrisa curiosa dibujada en su rostro.Sus ojos brillantes reflejaban su inquietud ante mi inesperada reacción. Sin embargo, su ceño fruncido evidenciaba su desconcierto ante mi risa.—¿Viste cómo reaccionó? —le pregunté, buscando su complicidad en aquel momento. Su sonrisa se volvió cómplice, como si compartiéramos un secreto oculto en esa situación divertida.—Eva, si llego a morir en manos de mi primo, será tu culpa. —Las palabras de Ángel emergieron en un tono entrecortado, impregnado de preocupación.Me invadió una sensación de culpa al presenciar su angustia, pero traté de consolarlo y transmitirle mi gratitud.—Ángel Anderson, te estoy muy agradecida, de verdad, por haberme apoyado y por todo lo que haces por mí. Pero no te preocupes, ya veré la forma de contentar al demonio. —Intenté mostrarme reconfortante, consciente de que sus miedos eran legítimos y que necesitaba mi apoyo.Ángel sonrió con gratitud, brindándome un abr
★ NicolasEnserio que está mujer es un maldito dolor de cabeza. Me acaricié las cienes de mi frente y me peiné con los dedos, tratando de aliviar la tensión. Eva está haciendo conmigo lo que se le da la gana, como si fuera un juguete para ella. Regrese a mi escritorio y continúe con la llamada, intentando ignorar todos los problemas que parecen seguirme a todas partes.—¿Está todo bien? —Pregunto Gerald del otro lado de la línea, con una risita burlona.—Vete a la mierda, y mejor continúa con tu maldito informe —respondí frustrado, sintiendo cómo todo esto me afecta cada vez más.Me molesta Eva, me molesta el idiota de Gerald, Angel y Adam no se quedan atrás. Parece que no puedo escapar de las complicaciones de mi vida.—Creo que será mejor que nos veamos, para darle todo los pormenores, además te diría que voy pero no quiero tocarme con la fiera de tu hermana, casi me golpea hace rato. Ya se le olvidó que ella fue quien me terminó, enserio que tú familia está sacada del manicomio —co
—Bueno, este es el informe —pronunció Gerald, mientras me entregaba el documento.Tomé el informe y comencé a leerlo detenidamente. Entre líneas y datos, descubrí una revelación perturbadora.—Esto dice que... —comencé, buscando las palabras adecuadas para expresar mi sorpresa.—Sí, Nicolás. Juan Pablo es hijo de Andrea y está bajo el cuidado de su hermana, llamada Ariana. Además, registraron al niño con otra fecha de nacimiento y le quitaron dos años. Dado que es pequeño, aparenta tener 5 años cuando en realidad ya tiene 7. Él es mayor que tu hija por dos años —explicó Gerald con seriedad. Mi mente se llenó de preguntas y dudas.—Cuando Andrea se fue, ¿estaba embarazada? —pregunté, tratando de dejar espacio para la esperanza de que el niño no fuera mío.—Al parecer sí lo estaba. Nicolás, existe la posibilidad de que ese niño también sea tu hijo —respondió Gerald con cautela.Mi corazón se aceleró y una mezcla de temor y emoción me invadió. Sin embargo, tenía que ser honesto conmigo m
No entiendo qué quieren decir sus palabras ni qué destino me aguarda en este lugar sombrío. Pero una cosa es segura: mi existencia nunca volverá a ser igual.Estoy encerrada en un ático oscuro y sombrío, donde las sombras bailan y se contorsionan como entidades vivas por las paredes agrietadas, añadiendo una sensación de opresión a mi angustia.La oscuridad me envuelve por completo, impidiéndome distinguir cualquier detalle más allá de la negrura que me rodea.Las lágrimas siguen su curso constante por mis mejillas, dibujando surcos de desesperación en mi rostro mientras imploro una y otra vez que me liberen de esta prisión sin sentido.La incertidumbre y el miedo se entrelazan en mi mente, preguntándome una y otra vez qué hice para merecer este castigo cruel y despiadado.—¡Por favor, déjenme salir! No entiendo por qué estoy aquí, no he hecho nada malo —mi voz se quiebra con el peso de la angustia, esperando desesperadamente una respuesta que no llega.El silencio persiste, es una ma
★ NickEl bullicio de las calles me resulta insoportable mientras me abro paso hacia mi oficina, envuelto en el caos urbano que define mi vida cotidiana.Cada mañana, debo enfrentarme al estruendo ensordecedor de la ciudad mientras me encamino hacia el imponente edificio que alberga una de las empresas más destacadas del panorama empresarial, y que, para mi orgullo, lleva mi nombre.Desde que asumí la responsabilidad de dirigir esta empresa, que ha consolidado su posición como líder indiscutible en su campo, el apellido Evans ha evolucionado de ser temido a ser reverenciado.Mis padres son figuras prominentes en el ámbito de la psicología, han dejado una marca indeleble en el mundo con sus respectivas contribuciones.Mi padre, dotado de astucia e inteligencia, ejerce como psicólogo para el FBI, desentrañando las complejidades de la mente criminal. Mientras tanto, mi madre, con su dedicación y empatía, se especializa en el tratamiento de jóvenes y niños, brindándoles apoyo en sus lucha
Mis estudios universitarios son lo único que me importa; quiero ser un orgullo para mis padres. Al llegar a casa después de un día de estudio agotador, lo único que deseaba era tranquilidad, subir a mi habitación y tomar una larga siesta. Los exámenes me están agotando y ya no creo que pueda seguir el ritmo. Una vez que bajé del taxi y entré a casa, todo parecía normal hasta que abrí la puerta. Me encontré con varios muebles volcados en la entrada, los cuadros torcidos en las paredes y todas las demás cosas destrozadas, apenas podía moverme sin tropezar. Caminé entre los objetos en el suelo, sintiendo que podría caer en cualquier momento. A medida que avanzaba por la casa, me di cuenta de que el desastre se extendía por todos lados. El caos que reinaba en mi hogar era abrumador. No podía entender qué había sucedido ni por qué. Cada paso que daba era como moverse en un campo minado, con la preocupación de tropezar con algo más y empeorar la situación. El desorden era una afrenta
En el abismo de mis sueños, reviví la escena una y otra vez.Los hombres vestidos de negro, con actitud despiadada, tenían a mi padre arrodillado, su mirada estaba fija en mí.Juré ver una lágrima escapar de sus ojos mientras aguardaba su destino incierto.Cuando finalmente emergí de las profundidades de la inconsciencia, me encontraba de vuelta en casa, tendida en mi propia cama.Mi madre estaba frente a mí, con la preocupación marcada en su rostro.La abracé con fuerza, sintiendo el alivio de su presencia y el peso de la realidad desvaneciendo el horror de mis sueños.La imagen de mi padre aún me atormentaba, pero poco a poco me di cuenta de que todo había sido un sueño.La escena macabra, la casa en desorden, las deudas abrumadoras de mi padre, todo era producto de mi mente turbada.—¿Qué pasa, cariño? ¿No te fue bien en algún examen? —preguntó mi madre, acariciando mi cabello con ternura.—Mamá, ¿y el abuelo? ¿Dónde está papá? —inquirí, confundida y aún aturdida por las imágenes p