—¿Nick? —pregunté mientras me sentaba en la cama, aún medio adormilada. Miré a mi alrededor y noté que Nicolás no estaba a mi lado. Me levanté y me puse algo de ropa antes de salir de su habitación en busca de él. Lo encontré en su despacho, inmerso en algunos papeles que estaba revisando, mientras el televisor estaba encendido pero sin mostrar ninguna imagen, solo había estática sonando en el fondo.El despacho era una habitación amplia y oscura, decorada con muebles de madera oscura y una gran estantería llena de libros antiguos. —¿Nicolás, estás ocupado? —pregunté acercándome a él y apagando el televisor con un suspiro de alivio.—Despertaste, no quise despertarte. Tengo algo de trabajo atrasado. —respondió él sin apartar la vista de los papeles.Me acerqué más y me senté en su regazo, abrazándolo. Sentí la rigidez de su cuerpo bajo mis brazos, su calor contrastando con la frialdad de la habitación.—Nick... —sonreí, paseando mis brazos alrededor de sus hombros—. Quiero preguntar
★ Nicolas.Me desperté temprano en la mañana, antes de que el sol se alzara en el horizonte. Aún en la penumbra de la habitación, pude ver a Eva durmiendo plácidamente. Sus cabellos oscuros se extendían sobre la almohada como un manto de sombras. Me quedé allí, observándola durante unos instantes, sin tener absolutamente nada en mi mente. Ella era hermosa, pero no lograba despertar ningún sentimiento en mí. Me divertía más cuando la atormentaba por las noches, jugando con su inocencia. Sin embargo, ese juego ya no tenía el mismo encanto que antes.Decidí levantarme de la cama y me dirigí a uno de mis cuartos favoritos. La casa estaba en silencio, y el único sonido que se escuchaba era el eco de mis pasos en el suelo de madera. Al entrar en la habitación, una brisa helada me recibió, erizando mi piel. Las paredes estaban llenas de fotografías, un testimonio de mis obras más oscuras.Colgué en las paredes las nuevas fotografías que había tomado. Capturar los últimos momentos de las pers
—¿Tienes que hacerlo de la manera más difícil, Eva? ¿Por qué eres tan estúpida? —mi voz resonó con arrogancia y desprecio, impregnando el aire con mi desprecio.Eva se quedó en silencio por un momento, sus ojos estaban llenos de dolor y furia. Podía ver cómo intentaba encontrar las palabras correctas para responder, su labio inferior temblando ligeramente.—Nunca me amaste, nunca lo hiciste —gritó enfurecida, finalmente comprendiendo por qué nunca le había dicho que la amaba.Sonreí ante su presunción. Era tan fácil leerla, tan predecible. Ahora entendía la verdad, que nunca podría amarla. Ella era simplemente un reemplazo, alguien que intenté usar para llenar un vacío.—Nunca, Eva. Nunca amaría a un reemplazo —susurré con crueldad mientras sus lágrimas seguían rodando por sus mejillas, reflejando el dolor que le causaba mi frialdad.—Nicolás, ¿reemplazo? ¿De la mujer del retrato que se parece a mí? —preguntó con voz temblorosa, su mirada estaba llena de temor y confusión. Podía ver c
★Eva—Por favor, Nicolás... Mis fuerzas menguaban, el terror me consumía y la presión en mi cuerpo se hacía más fuerte. Mi corazón latía desbocado, amenazando con salirse de mi pecho. Estaba aterrada, sintiendo cómo poco a poco mis fuerzas desaparecían.Cuando finalmente abrí los ojos, me encontré fuera de la habitación en la que había estado atrapada. La luz tenue de la noche filtrándose por la ventana iluminaba débilmente el lugar. Me sentí desconcertada, tratando desesperadamente de recordar dónde estaba. Entonces, me di cuenta de que era la misma habitación en la que había pasado incontables noches y días con Nicolás.Estaba acostada en la misma cama que una vez fue nuestro refugio, el lugar donde compartimos momentos maravillosos. Pero en ese instante, todo parecía irreal, como si nada de eso hubiera ocurrido. Las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente por mis mejillas.—¿En serio seguirás llorando? —La voz de Nicolás resonó en la habitación, y dirigí mi mirada hacia él. Es
—Mi amor, tu novio acaba de llegar. Dijo que vendrías pronto, que te adelantaste —mi madre sonrió y volteé para ver a Nicolás, quien solo me observaba con atención, como si estuviera evaluando cada paso que daba.—Mamá, él... Él llegó antes que yo. Qué bien, será mejor que nos vayamos. —Me acerqué a Nicolás, tratando de aparentar normalidad y pasé mi brazo por el suyo, manteniendo las apariencias.—No, deberíamos quedarnos y no ser maleducados, ¿no quieres que tu madre se ponga triste, verdad? Nos ha invitado a cenar.Volteé a ver a Nicolás, quien se desligó de mí y se acercó a mi madre.—Suegra, ¿en qué puedo ayudarle? —dijo con una sonrisa falsamente encantadora.—Ven, mijo, ayúdame a cocinar ya que a mi hija no le gusta —mi madre respondió de buen grado, agradeciendo la ayuda. Ambos se alejaron rumbo a la cocina.Yo corrí tras ellos, preguntándome si esta era la forma silenciosa que Nicolás encontraba para callarme y controlarme dentro de mi propio hogar.No cabe duda de que es un
Salió de la habitación y yo me quedé allí, observándolo mientras se alejaba. Mi mente se debatía entre la incredulidad y el pánico. Los últimos vestigios de la relación amorosa que creía tener con Nicolás se desvanecían como cenizas en el viento. Observé cómo ponía seguro por fuera, asegurándose de que no pudiera escapar. El sonido del cerrojo se convirtió en un eco constante en mi mente, un recordatorio de mi cautiverio.No pude pegar un ojo en toda la noche. La oscuridad de la habitación parecía cobrar vida, susurrando mis miedos más profundos. Imaginé su rostro transformándose de la dulzura a la crueldad, recordando cada detalle de su traición. Por la mañana, Nicolás se comportaba como aquel novio comprensivo y amoroso por el que me había enamorado. Pero ya había visto quién era en realidad: un ser despiadado y manipulador, un maestro de las apariencias.—Te llevaré a la universidad —comentó, después de terminar su desayuno y ponerse de pie. Sus palabras eran tan amables como cuchi
Sin darle importancia a mis súplicas, lanzó el cuchillo directamente hacia Ivy, clavándose en su costado y desatando un grito ahogado de dolor en ella. La sangre brotaba de su herida, empapando su ropa y tiñendo el suelo con un rojo oscuro.—No, por favor, es mi culpa, yo puse la demanda, ella es inocente, déjala ir, por favor, no le hagas más daño —supliqué mientras caía de rodillas llorando sin control.Mis palabras parecían perderse en el aire, sin encontrar eco en el corazón de aquel monstruo que tenía delante. Su expresión era una máscara de crueldad.Terminé en el suelo, mirando impotente cómo mi mejor amiga era asesinada por el hombre al que amaba. La vida se escapaba de los ojos de Ivy, sus gemidos se extinguían y mi corazón se rompía en mil pedazos.Nicolás se acercó a mí y yo me arrastré hacia atrás, intentando alejarme de él. El miedo me envolvía y no quería que se acercara, no quería que me tocara. Pero mis esfuerzos fueron en vano cuando me di cuenta de que la pared estab
Me quedé en silencio, con la mirada perdida en la nada. Sentía miedo, pero no podía permitirme ser vencida.Aun así, no podía contener las lágrimas mientras me abrazaba con fuerza las piernas. El tiempo parecía avanzar lentamente, sin saber cuánto llevaba encerrada en aquella habitación oscura y opresiva.Las horas pasaban y mi estómago comenzó a dolerme, rugiendo de hambre y sed.Por más que suplicaba que la puerta se abriera, seguía cerrada y Nicolás no aparecía.Mis lágrimas se multiplicaban con cada segundo que pasaba, hasta que ya no pude llorar más. El olor desagradable del lugar se intensificaba, quizás proveniente del cuerpo en descomposición de Ivy.—¿Cómo le diré a tu familia que ya no estás? ¿Cómo le diré a Jerry que moriste? Y que todo fue culpa mía. Si no me hubieras ayudado, Ivy, estarías bien. Perdóname —murmuré entre sollozos, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre mis hombros.Me quedé dormida de nuevo, con la angustia latiendo en mi corazón.Desperté sobresalt