Mi cuerpo se sentía extraño, como si estuviera dividido entre el deseo ardiente y el miedo paralizante, entre la pasión desbordante y la repulsión angustiosa. A pesar de querer hacerlo, no podía apartarlo de mí.Sus labios finalmente se separaron de los míos, adejándolos doloridos y sensibles por la intensidad con la que los había presionado.Descendió lentamente hacia mi cuello, su risa resonando en mis oídos mientras su lengua trazaba el camino de la marca que me había dejado anteriormente. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando mordió mi oreja, su aliento cálido haciendo que mi piel se erizara en respuesta.Intenté suplicarle que se detuviera, que me dejara en paz, pero las lágrimas nublaron mi visión. Mis ojos llorosos buscaban compasión, pero él no mostraba ninguna señal de detenerse. Subió nuevamente hacia mis labios, besándome con ferocidad mientras sus manos exploraban mis pechos con avidez.Luego, se puso en pie, dejándome con una mezcla confusa de sensaciones.Por un momen
Asentí y él se retiró, dejando sus palabras resonando en mi mente. ¿Y si tenía razón? ¿Realmente amaba a José o simplemente me había acostumbrado a él?Caminé por el campus universitario, disfrutando del aire fresco de la tarde mientras me dirigía hacia las canchas donde José solía jugar fútbol. El sol dorado se filtraba a través de las copas de los árboles, creando un juego de sombras danzantes sobre el césped bien cuidado.José estaba en su elemento, concentrado en el juego, moviéndose ágilmente para esquivar a sus oponentes. Cada vez que se acercaba a la portería, la emoción brillaba en sus ojos y se reflejaba en su sonrisa. Era evidente que amaba el deporte y disfrutaba cada momento en el campo, absorbiendo la energía del juego y transmitiéndola a quienes lo rodeaban.Después de las clases, decidimos ir a comprar el vestido para el baile. Entramos en una tienda elegante y nos encontramos con una gran variedad de opciones que me hicieron brillar los ojos. El interior de la boutiqu
Nuestras lenguas se entrelazaban mientras mis brazos rodeaban sus hombros y él me pegaba contra la pared con fuerza, pero sin dañarme. Sentía el roce de sus manos en mis piernas, donde la tela de mi vestido dejaba al descubierto mi piel.La excitación se apoderaba de nosotros, y nuestros cuerpos parecían fundirse en un baile sensual y descontrolado. Un gemido escapó de mis labios y fue absorbido por los suyos.En medio del frenesí, una de sus manos encontró mi pecho y lo acarició con ternura, mientras continuábamos la danza ardiente de nuestros cuerpos. La lujuria y el deseo nos envolvían, dejándome perdida en un estado de locura momentánea. Sin darme cuenta, el frenesí culminó cuando lo sentí entrar en mí, y en ese preciso instante, me detuve en seco.—No, detente. Esto... esto no está bien. Yo tengo novio, ¿qué estoy haciendo? Yo amo a José. —Empujé a Nicolás y salí corriendo, tratando de dejar atrás aquel encuentro que amenazaba con destruir todo lo que había construido.El resto d
—Joven Nicolás, ya limpié el cadáver del joven José —dijo Gerald, entregándome los balances del casino—. Nadie descubrirá que murió en la arena de peleas.Reflexioné sobre las palabras de Gerald mientras observaba los documentos en mis manos. Ese hombre, José, me había causado tantos problemas. No duró ni dos segundos en la arena antes de caer sin vida. Había planeado matarlo yo mismo, pero consideré que no valía la pena ensuciarme las manos con él. Lo que más disfruté fue haberle dicho cómo hice mía a su novia.—El FBI está en la universidad —informé a Gerald—. Mi tío Simón me llamó esta mañana y dijo que andarían por aquí.Gerald frunció el ceño y pareció pensativo por un momento.—No era de extrañar. Los padres de José no han dejado de buscar a su hijo desde que desapareció. Tal vez deberíamos hacer lo correcto y entregarles su cuerpo para que reciba una sepultura digna.El comentario de Gerald me hizo soltar una risa macabra. ¿Darle a Eva alguien por quien llorar? No, mejor aún, d
Me siento incómoda y angustiada. Nicolás no ha tenido ninguna comunicación conmigo después de lo que sucedió en el baile de primavera. No entiendo por qué sigo esperando su llamada. Tal vez sea porque quiero escuchar sus palabras de consuelo, que me diga que olvide lo que pasó en el baile, que solo fue un «momento de pasión» sin trascendencia. O quizás simplemente deseo creer en esa simplificación, en esa justificación de lo que ocurrió.Hoy, al vestirme, he optado por algo cómodo para ir a la universidad. Sin embargo, una sensación constante de ser observada me invade. Quizás sea solo producto de mi propia mente, que constantemente me recuerda lo que hice y me hace sentir culpable por la desaparición de José. Él no merecía que yo lo traicionara de esa manera.Mientras trato de lidiar con mis propios sentimientos, los policías nos bombardean con numerosas preguntas. Ivy intenta consolar a Jerry, quien se encuentra muy afectado por la desaparición de su mejor amigo. Yo, por mi parte, e
—No quiero nada —le digo en un tono frío, alejándome.No puedo soportar verlo, recordar lo que hice y cómo lastimé a José en sus últimos momentos de vida. Camino sin rumbo, intentando dejarlo atrás, pero antes de darme cuenta, Nicolás me arrastra hacia un salón vacío.—¿Qué estás haciendo? Aléjate de mí, no te quiero cerca. José ya no está, y es mi culpa que él haya muerto mientras lo engañaba contigo —mis palabras brotan con rabia e impotencia, pero él no responde. Simplemente me mira, como si disfrutara de mi dolor.—Mi padre también está muerto —mis palabras se desvanecen entre sollozos, y Nicolás me atrae hacia su abrazo, acariciando suavemente mi espalda.Es un consuelo vacío. No lo quiero, no quiero ser consolada por él. Aunque, de alguna manera, al mismo tiempo, sí lo quiero. En un acto impulsivo, nuestros labios se encuentran en un beso lento y profundo. Me dejo llevar por el momento, olvidando temporalmente todo el dolor y la confusión.Cuando nos separamos, él rompe el silen
Mi mente estaba tan nublada que ni siquiera podía concentrarme en la universidad. Me pidieron entregar los avances de mi tesis, pero no había hecho absolutamente nada. Ya no tenía fuerzas para seguir fingiendo que todo estaba bien. Regresé a casa y me recosté en la cama, dejando que la tristeza me consumiera durante semanas. La depresión se apoderó de mí, y sentí que no había salida. Sin embargo, llegó un momento en el que supe que era suficiente. No podía dejarme hundir más en la oscuridad.Decidí tomar un baño, con la esperanza de que el agua caliente disipara aunque sea una parte de la desesperanza que me envolvía. Al salir, me miré en el espejo empañado y apenas me reconocí. Mis ojos, antes estaban brillantes y llenos de vida, ahora estaban apagados y vacíos. Me sequé y me vestí lentamente, como si cada prenda de ropa pesara toneladas. Finalmente, tomé mi teléfono y marqué el número de Nicolás.Quedé de verme con Nicolás en la misma ubicación donde nos habíamos reunido antes para
—Eva Rubalcaba, tu tesis es muy buena, pero hay aspectos en los que debes seguir trabajando —me dijo la directora de tesis mientras le mostraba mis avances. Después de eso, me dirigí a la empresa de Nicolás. Cuando llegué, subí directamente. Su nueva secretaria estaba sentada en su escritorio, moviendo un montón de papeles de un lado a otro. —¿Se encuentra Nicolás? —pregunté, y ella asintió. Caminé hacia su oficina y toqué la puerta, pero no se escuchaban ruidos adentro. La secretaria comentó: —Debe estar ocupado, el joven Gerald está adentro. —Suspiré y esperé. Después de unos minutos, la puerta se abrió y salió Gerald. —Hola —lo saludé, y él me sonrió. —Señorita Rubalcaba —me saludó amablemente y salió de la oficina de Nicolás. Cuando salió por completo, ingresé y vi a Nicolás revisando algunos papeles en su escritorio. Parecía tan concentrado que ni siquiera se había percatado de mi presencia. Me quedé en silencio, observándolo. —¿Vas a entrar o te vas a quedar t