A uno le puso agua y al otro whisky. Luego, se acercó a mí y me entregó el vaso de agua con una sonrisa. Nos sentamos en el sofá, frente a nosotros había una hermosa mesita de centro de cristal, donde puse mi horrenda mochila.Sacando mi laptop, comencé a explicarle lo que había trabajado ese día, pero su mirada fija en mí me hizo sentir inquieta y algo incómoda. Sin decir palabra, Nicolás apartó un mechón de mi cabello con suavidad. Tragué saliva y traté de ignorar esa extraña sensación que me recorría.—Como te decía... —continué, intentando mantener mi concentración en la explicación de mi trabajo.Él me escuchó atentamente, pero cuando terminé, me dijo sin rodeos que lo que había hecho era basura, que mi tesis era horrenda.Aquellas palabras me impactaron, pero en lugar de desanimarme, me impulsaron a seguir trabajando.Pasaron varios minutos en silencio, mientras ambos nos sumergíamos en nuestros pensamientos. Finalmente, él se puso de pie. Mientras yo escribía rápidamente en la
Mi cuerpo se sentía extraño, como si estuviera dividido entre el deseo ardiente y el miedo paralizante, entre la pasión desbordante y la repulsión angustiosa. A pesar de querer hacerlo, no podía apartarlo de mí.Sus labios finalmente se separaron de los míos, adejándolos doloridos y sensibles por la intensidad con la que los había presionado.Descendió lentamente hacia mi cuello, su risa resonando en mis oídos mientras su lengua trazaba el camino de la marca que me había dejado anteriormente. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando mordió mi oreja, su aliento cálido haciendo que mi piel se erizara en respuesta.Intenté suplicarle que se detuviera, que me dejara en paz, pero las lágrimas nublaron mi visión. Mis ojos llorosos buscaban compasión, pero él no mostraba ninguna señal de detenerse. Subió nuevamente hacia mis labios, besándome con ferocidad mientras sus manos exploraban mis pechos con avidez.Luego, se puso en pie, dejándome con una mezcla confusa de sensaciones.Por un momen
Asentí y él se retiró, dejando sus palabras resonando en mi mente. ¿Y si tenía razón? ¿Realmente amaba a José o simplemente me había acostumbrado a él?Caminé por el campus universitario, disfrutando del aire fresco de la tarde mientras me dirigía hacia las canchas donde José solía jugar fútbol. El sol dorado se filtraba a través de las copas de los árboles, creando un juego de sombras danzantes sobre el césped bien cuidado.José estaba en su elemento, concentrado en el juego, moviéndose ágilmente para esquivar a sus oponentes. Cada vez que se acercaba a la portería, la emoción brillaba en sus ojos y se reflejaba en su sonrisa. Era evidente que amaba el deporte y disfrutaba cada momento en el campo, absorbiendo la energía del juego y transmitiéndola a quienes lo rodeaban.Después de las clases, decidimos ir a comprar el vestido para el baile. Entramos en una tienda elegante y nos encontramos con una gran variedad de opciones que me hicieron brillar los ojos. El interior de la boutiqu
Nuestras lenguas se entrelazaban mientras mis brazos rodeaban sus hombros y él me pegaba contra la pared con fuerza, pero sin dañarme. Sentía el roce de sus manos en mis piernas, donde la tela de mi vestido dejaba al descubierto mi piel.La excitación se apoderaba de nosotros, y nuestros cuerpos parecían fundirse en un baile sensual y descontrolado. Un gemido escapó de mis labios y fue absorbido por los suyos.En medio del frenesí, una de sus manos encontró mi pecho y lo acarició con ternura, mientras continuábamos la danza ardiente de nuestros cuerpos. La lujuria y el deseo nos envolvían, dejándome perdida en un estado de locura momentánea. Sin darme cuenta, el frenesí culminó cuando lo sentí entrar en mí, y en ese preciso instante, me detuve en seco.—No, detente. Esto... esto no está bien. Yo tengo novio, ¿qué estoy haciendo? Yo amo a José. —Empujé a Nicolás y salí corriendo, tratando de dejar atrás aquel encuentro que amenazaba con destruir todo lo que había construido.El resto d
—Joven Nicolás, ya limpié el cadáver del joven José —dijo Gerald, entregándome los balances del casino—. Nadie descubrirá que murió en la arena de peleas.Reflexioné sobre las palabras de Gerald mientras observaba los documentos en mis manos. Ese hombre, José, me había causado tantos problemas. No duró ni dos segundos en la arena antes de caer sin vida. Había planeado matarlo yo mismo, pero consideré que no valía la pena ensuciarme las manos con él. Lo que más disfruté fue haberle dicho cómo hice mía a su novia.—El FBI está en la universidad —informé a Gerald—. Mi tío Simón me llamó esta mañana y dijo que andarían por aquí.Gerald frunció el ceño y pareció pensativo por un momento.—No era de extrañar. Los padres de José no han dejado de buscar a su hijo desde que desapareció. Tal vez deberíamos hacer lo correcto y entregarles su cuerpo para que reciba una sepultura digna.El comentario de Gerald me hizo soltar una risa macabra. ¿Darle a Eva alguien por quien llorar? No, mejor aún, d
Me siento incómoda y angustiada. Nicolás no ha tenido ninguna comunicación conmigo después de lo que sucedió en el baile de primavera. No entiendo por qué sigo esperando su llamada. Tal vez sea porque quiero escuchar sus palabras de consuelo, que me diga que olvide lo que pasó en el baile, que solo fue un «momento de pasión» sin trascendencia. O quizás simplemente deseo creer en esa simplificación, en esa justificación de lo que ocurrió.Hoy, al vestirme, he optado por algo cómodo para ir a la universidad. Sin embargo, una sensación constante de ser observada me invade. Quizás sea solo producto de mi propia mente, que constantemente me recuerda lo que hice y me hace sentir culpable por la desaparición de José. Él no merecía que yo lo traicionara de esa manera.Mientras trato de lidiar con mis propios sentimientos, los policías nos bombardean con numerosas preguntas. Ivy intenta consolar a Jerry, quien se encuentra muy afectado por la desaparición de su mejor amigo. Yo, por mi parte, e
—No quiero nada —le digo en un tono frío, alejándome.No puedo soportar verlo, recordar lo que hice y cómo lastimé a José en sus últimos momentos de vida. Camino sin rumbo, intentando dejarlo atrás, pero antes de darme cuenta, Nicolás me arrastra hacia un salón vacío.—¿Qué estás haciendo? Aléjate de mí, no te quiero cerca. José ya no está, y es mi culpa que él haya muerto mientras lo engañaba contigo —mis palabras brotan con rabia e impotencia, pero él no responde. Simplemente me mira, como si disfrutara de mi dolor.—Mi padre también está muerto —mis palabras se desvanecen entre sollozos, y Nicolás me atrae hacia su abrazo, acariciando suavemente mi espalda.Es un consuelo vacío. No lo quiero, no quiero ser consolada por él. Aunque, de alguna manera, al mismo tiempo, sí lo quiero. En un acto impulsivo, nuestros labios se encuentran en un beso lento y profundo. Me dejo llevar por el momento, olvidando temporalmente todo el dolor y la confusión.Cuando nos separamos, él rompe el silen
No entiendo qué quieren decir sus palabras ni qué destino me aguarda en este lugar sombrío. Pero una cosa es segura: mi existencia nunca volverá a ser igual.Estoy encerrada en un ático oscuro y sombrío, donde las sombras bailan y se contorsionan como entidades vivas por las paredes agrietadas, añadiendo una sensación de opresión a mi angustia.La oscuridad me envuelve por completo, impidiéndome distinguir cualquier detalle más allá de la negrura que me rodea.Las lágrimas siguen su curso constante por mis mejillas, dibujando surcos de desesperación en mi rostro mientras imploro una y otra vez que me liberen de esta prisión sin sentido.La incertidumbre y el miedo se entrelazan en mi mente, preguntándome una y otra vez qué hice para merecer este castigo cruel y despiadado.—¡Por favor, déjenme salir! No entiendo por qué estoy aquí, no he hecho nada malo —mi voz se quiebra con el peso de la angustia, esperando desesperadamente una respuesta que no llega.El silencio persiste, es una ma