Me siento incómoda y angustiada. Nicolás no ha tenido ninguna comunicación conmigo después de lo que sucedió en el baile de primavera. No entiendo por qué sigo esperando su llamada. Tal vez sea porque quiero escuchar sus palabras de consuelo, que me diga que olvide lo que pasó en el baile, que solo fue un «momento de pasión» sin trascendencia. O quizás simplemente deseo creer en esa simplificación, en esa justificación de lo que ocurrió.Hoy, al vestirme, he optado por algo cómodo para ir a la universidad. Sin embargo, una sensación constante de ser observada me invade. Quizás sea solo producto de mi propia mente, que constantemente me recuerda lo que hice y me hace sentir culpable por la desaparición de José. Él no merecía que yo lo traicionara de esa manera.Mientras trato de lidiar con mis propios sentimientos, los policías nos bombardean con numerosas preguntas. Ivy intenta consolar a Jerry, quien se encuentra muy afectado por la desaparición de su mejor amigo. Yo, por mi parte, e
—No quiero nada —le digo en un tono frío, alejándome.No puedo soportar verlo, recordar lo que hice y cómo lastimé a José en sus últimos momentos de vida. Camino sin rumbo, intentando dejarlo atrás, pero antes de darme cuenta, Nicolás me arrastra hacia un salón vacío.—¿Qué estás haciendo? Aléjate de mí, no te quiero cerca. José ya no está, y es mi culpa que él haya muerto mientras lo engañaba contigo —mis palabras brotan con rabia e impotencia, pero él no responde. Simplemente me mira, como si disfrutara de mi dolor.—Mi padre también está muerto —mis palabras se desvanecen entre sollozos, y Nicolás me atrae hacia su abrazo, acariciando suavemente mi espalda.Es un consuelo vacío. No lo quiero, no quiero ser consolada por él. Aunque, de alguna manera, al mismo tiempo, sí lo quiero. En un acto impulsivo, nuestros labios se encuentran en un beso lento y profundo. Me dejo llevar por el momento, olvidando temporalmente todo el dolor y la confusión.Cuando nos separamos, él rompe el silen
Mi mente estaba tan nublada que ni siquiera podía concentrarme en la universidad. Me pidieron entregar los avances de mi tesis, pero no había hecho absolutamente nada. Ya no tenía fuerzas para seguir fingiendo que todo estaba bien. Regresé a casa y me recosté en la cama, dejando que la tristeza me consumiera durante semanas. La depresión se apoderó de mí, y sentí que no había salida. Sin embargo, llegó un momento en el que supe que era suficiente. No podía dejarme hundir más en la oscuridad.Decidí tomar un baño, con la esperanza de que el agua caliente disipara aunque sea una parte de la desesperanza que me envolvía. Al salir, me miré en el espejo empañado y apenas me reconocí. Mis ojos, antes estaban brillantes y llenos de vida, ahora estaban apagados y vacíos. Me sequé y me vestí lentamente, como si cada prenda de ropa pesara toneladas. Finalmente, tomé mi teléfono y marqué el número de Nicolás.Quedé de verme con Nicolás en la misma ubicación donde nos habíamos reunido antes para
—Eva Rubalcaba, tu tesis es muy buena, pero hay aspectos en los que debes seguir trabajando —me dijo la directora de tesis mientras le mostraba mis avances. Después de eso, me dirigí a la empresa de Nicolás. Cuando llegué, subí directamente. Su nueva secretaria estaba sentada en su escritorio, moviendo un montón de papeles de un lado a otro. —¿Se encuentra Nicolás? —pregunté, y ella asintió. Caminé hacia su oficina y toqué la puerta, pero no se escuchaban ruidos adentro. La secretaria comentó: —Debe estar ocupado, el joven Gerald está adentro. —Suspiré y esperé. Después de unos minutos, la puerta se abrió y salió Gerald. —Hola —lo saludé, y él me sonrió. —Señorita Rubalcaba —me saludó amablemente y salió de la oficina de Nicolás. Cuando salió por completo, ingresé y vi a Nicolás revisando algunos papeles en su escritorio. Parecía tan concentrado que ni siquiera se había percatado de mi presencia. Me quedé en silencio, observándolo. —¿Vas a entrar o te vas a quedar t
—¿Crees que dejaré que mueras? Jamás dejaría que algo te pasara —dijo, sus palabras llenas de seguridad y confianza.Acomodó mi cabello en una coleta y antes de que me diera cuenta, mi corazón latía con fuerza mientras el paisaje se convertía en una ráfaga de colores y velocidades. Nicolás manejaba habilidosamente, moviendo las palancas de un lado a otro, mientras yo observaba fascinada los destellos de las luces pasar frente a mis ojos.Volteé a ver a Nick, que parecía disfrutar cada momento de esta aventura. Su rostro reflejaba emoción.En un instante, me miró directamente a los ojos. Su mirada intensa hizo que el carro se moviera de manera brusca, como si estuviera barriéndose en la pista.—¡Cuidado! —exclamé sorprendida.Pese a todo, la adrenalina y la emoción me invadieron, y me di cuenta de que estaba disfrutando de esta experiencia única.—¿Aún estás triste? —preguntó Nicolás, con preocupación.—No —negué con la cabeza, y él detuvo el auto.—¿Qué haces? —le pregunté, al ver que
Nos dirigimos hacia su automóvil, donde me acomodé mientras él comenzaba a conducir. El silencio reinó durante un rato, hasta que decidió romperlo.—Eva, entiendo que estés enojada conmigo, pero quiero que sepas que las carreras clandestinas tienen sus propias reglas. Si no te ganas el respeto de los demás competidores, estarías en problemas. Además, ni en un millón de años permitiría que alguien te hiciera daño.—Me llamaron por titulos horribles, Nico. Me hicieron sentir pequeña e insignificante —susurré, sintiendo cómo la tristeza amenazaba con invadirme nuevamente.Nicolás apretó el volante con fuerza, dejando escapar un gruñido.—Ese hombre ya no es importante. No permitiré que nadie te lastime de esa manera.Lo miré agradecida, dejando que sus palabras me reconfortaran.—Gracias, Nico. No sabes cuánto significa para mí escuchar eso.—Estaré siempre a tu lado, Eva. Eres fuerte y valiente.Continuamos nuestro trayecto en silencio, y finalmente llegamos a su casa. Era un hermoso ja
—Sí, lo que escuchaste. Mi hermana mayor es hija de la melliza de mi padre y después me tuvo a mí y luego a mi otra hermana, que somos hijos de su media hermana. Creo que mi familia es algo extraña.Abrí la boca intentando encontrar las palabras adecuadas, pero decidí dejarlo pasar por el momento y retomar el tema más tarde. Me entregó un pedazo de pan tostado con mermelada, distrayéndome con un desayuno improvisado.Mientras disfrutábamos de la comida, él encendió el televisor para poner noticias financieras, pero en su lugar apareció un corte informativo sobre una serie de asesinatos, lo cual me hizo estremecer.—Nicolás, ¿cómo es que hay tanta maldad en el mundo? —pregunté, preocupada por la crueldad humana.Él tomó un tono más serio y respondió: —La hay, Eva. A veces la gente puede ser realmente monstruosa.Mi sorpresa aumentó ante su revelación sobre el caníbal.—¿Nunca escuchaste hablar de él? —inquirió con genuina sorpresa.Negué con la cabeza, mientras intentaba comprender qué
—¿Y él te lo ha dicho? —preguntó, con expectación y preocupación.—No, aún no. Pero...Antes de que pudiera terminar mi frase, Ivy me interrumpió, sus ojos reflejaban una inquietud que yo también comenzaba a sentir.—Eva, ¿no te parece extraño que llevan más de medio año saliendo y él aún no te ha dicho 'Eva, te amo'? —insistió, su voz era baja pero firme. —¿No crees que ya es hora de escuchar un 'te amo' de Nicolás Santillán?—Ivy—José te dijo que te amaba en menos de un mes —me recordó.—Nicolás no es José —repliqué.Sus palabras resonaron en mi mente mientras caminábamos juntas hacia nuestras clases. No podía dejar de pensar en lo que había dicho. Habíamos compartido tantos momentos especiales, pero Nicolás nunca había expresado sus sentimientos de una manera tan profunda. Me encontraba en un mar de dudas.Al salir de la universidad, decidí ir a casa de Nicolás. Quería sorprenderlo y mostrarle mi amor de una manera especial. Recorrí cada rincón de la cocina mientras preparaba su c