Mi mente estaba tan nublada que ni siquiera podía concentrarme en la universidad. Me pidieron entregar los avances de mi tesis, pero no había hecho absolutamente nada. Ya no tenía fuerzas para seguir fingiendo que todo estaba bien. Regresé a casa y me recosté en la cama, dejando que la tristeza me consumiera durante semanas. La depresión se apoderó de mí, y sentí que no había salida. Sin embargo, llegó un momento en el que supe que era suficiente. No podía dejarme hundir más en la oscuridad.Decidí tomar un baño, con la esperanza de que el agua caliente disipara aunque sea una parte de la desesperanza que me envolvía. Al salir, me miré en el espejo empañado y apenas me reconocí. Mis ojos, antes estaban brillantes y llenos de vida, ahora estaban apagados y vacíos. Me sequé y me vestí lentamente, como si cada prenda de ropa pesara toneladas. Finalmente, tomé mi teléfono y marqué el número de Nicolás.Quedé de verme con Nicolás en la misma ubicación donde nos habíamos reunido antes para
—Eva Rubalcaba, tu tesis es muy buena, pero hay aspectos en los que debes seguir trabajando —me dijo la directora de tesis mientras le mostraba mis avances. Después de eso, me dirigí a la empresa de Nicolás. Cuando llegué, subí directamente. Su nueva secretaria estaba sentada en su escritorio, moviendo un montón de papeles de un lado a otro. —¿Se encuentra Nicolás? —pregunté, y ella asintió. Caminé hacia su oficina y toqué la puerta, pero no se escuchaban ruidos adentro. La secretaria comentó: —Debe estar ocupado, el joven Gerald está adentro. —Suspiré y esperé. Después de unos minutos, la puerta se abrió y salió Gerald. —Hola —lo saludé, y él me sonrió. —Señorita Rubalcaba —me saludó amablemente y salió de la oficina de Nicolás. Cuando salió por completo, ingresé y vi a Nicolás revisando algunos papeles en su escritorio. Parecía tan concentrado que ni siquiera se había percatado de mi presencia. Me quedé en silencio, observándolo. —¿Vas a entrar o te vas a quedar t
—¿Crees que dejaré que mueras? Jamás dejaría que algo te pasara —dijo, sus palabras llenas de seguridad y confianza.Acomodó mi cabello en una coleta y antes de que me diera cuenta, mi corazón latía con fuerza mientras el paisaje se convertía en una ráfaga de colores y velocidades. Nicolás manejaba habilidosamente, moviendo las palancas de un lado a otro, mientras yo observaba fascinada los destellos de las luces pasar frente a mis ojos.Volteé a ver a Nick, que parecía disfrutar cada momento de esta aventura. Su rostro reflejaba emoción.En un instante, me miró directamente a los ojos. Su mirada intensa hizo que el carro se moviera de manera brusca, como si estuviera barriéndose en la pista.—¡Cuidado! —exclamé sorprendida.Pese a todo, la adrenalina y la emoción me invadieron, y me di cuenta de que estaba disfrutando de esta experiencia única.—¿Aún estás triste? —preguntó Nicolás, con preocupación.—No —negué con la cabeza, y él detuvo el auto.—¿Qué haces? —le pregunté, al ver que
Nos dirigimos hacia su automóvil, donde me acomodé mientras él comenzaba a conducir. El silencio reinó durante un rato, hasta que decidió romperlo.—Eva, entiendo que estés enojada conmigo, pero quiero que sepas que las carreras clandestinas tienen sus propias reglas. Si no te ganas el respeto de los demás competidores, estarías en problemas. Además, ni en un millón de años permitiría que alguien te hiciera daño.—Me llamaron por titulos horribles, Nico. Me hicieron sentir pequeña e insignificante —susurré, sintiendo cómo la tristeza amenazaba con invadirme nuevamente.Nicolás apretó el volante con fuerza, dejando escapar un gruñido.—Ese hombre ya no es importante. No permitiré que nadie te lastime de esa manera.Lo miré agradecida, dejando que sus palabras me reconfortaran.—Gracias, Nico. No sabes cuánto significa para mí escuchar eso.—Estaré siempre a tu lado, Eva. Eres fuerte y valiente.Continuamos nuestro trayecto en silencio, y finalmente llegamos a su casa. Era un hermoso ja
—Sí, lo que escuchaste. Mi hermana mayor es hija de la melliza de mi padre y después me tuvo a mí y luego a mi otra hermana, que somos hijos de su media hermana. Creo que mi familia es algo extraña.Abrí la boca intentando encontrar las palabras adecuadas, pero decidí dejarlo pasar por el momento y retomar el tema más tarde. Me entregó un pedazo de pan tostado con mermelada, distrayéndome con un desayuno improvisado.Mientras disfrutábamos de la comida, él encendió el televisor para poner noticias financieras, pero en su lugar apareció un corte informativo sobre una serie de asesinatos, lo cual me hizo estremecer.—Nicolás, ¿cómo es que hay tanta maldad en el mundo? —pregunté, preocupada por la crueldad humana.Él tomó un tono más serio y respondió: —La hay, Eva. A veces la gente puede ser realmente monstruosa.Mi sorpresa aumentó ante su revelación sobre el caníbal.—¿Nunca escuchaste hablar de él? —inquirió con genuina sorpresa.Negué con la cabeza, mientras intentaba comprender qué
—¿Y él te lo ha dicho? —preguntó, con expectación y preocupación.—No, aún no. Pero...Antes de que pudiera terminar mi frase, Ivy me interrumpió, sus ojos reflejaban una inquietud que yo también comenzaba a sentir.—Eva, ¿no te parece extraño que llevan más de medio año saliendo y él aún no te ha dicho 'Eva, te amo'? —insistió, su voz era baja pero firme. —¿No crees que ya es hora de escuchar un 'te amo' de Nicolás Santillán?—Ivy—José te dijo que te amaba en menos de un mes —me recordó.—Nicolás no es José —repliqué.Sus palabras resonaron en mi mente mientras caminábamos juntas hacia nuestras clases. No podía dejar de pensar en lo que había dicho. Habíamos compartido tantos momentos especiales, pero Nicolás nunca había expresado sus sentimientos de una manera tan profunda. Me encontraba en un mar de dudas.Al salir de la universidad, decidí ir a casa de Nicolás. Quería sorprenderlo y mostrarle mi amor de una manera especial. Recorrí cada rincón de la cocina mientras preparaba su c
—¿Nick? —pregunté mientras me sentaba en la cama, aún medio adormilada. Miré a mi alrededor y noté que Nicolás no estaba a mi lado. Me levanté y me puse algo de ropa antes de salir de su habitación en busca de él. Lo encontré en su despacho, inmerso en algunos papeles que estaba revisando, mientras el televisor estaba encendido pero sin mostrar ninguna imagen, solo había estática sonando en el fondo.El despacho era una habitación amplia y oscura, decorada con muebles de madera oscura y una gran estantería llena de libros antiguos. —¿Nicolás, estás ocupado? —pregunté acercándome a él y apagando el televisor con un suspiro de alivio.—Despertaste, no quise despertarte. Tengo algo de trabajo atrasado. —respondió él sin apartar la vista de los papeles.Me acerqué más y me senté en su regazo, abrazándolo. Sentí la rigidez de su cuerpo bajo mis brazos, su calor contrastando con la frialdad de la habitación.—Nick... —sonreí, paseando mis brazos alrededor de sus hombros—. Quiero preguntar
★ Nicolas.Me desperté temprano en la mañana, antes de que el sol se alzara en el horizonte. Aún en la penumbra de la habitación, pude ver a Eva durmiendo plácidamente. Sus cabellos oscuros se extendían sobre la almohada como un manto de sombras. Me quedé allí, observándola durante unos instantes, sin tener absolutamente nada en mi mente. Ella era hermosa, pero no lograba despertar ningún sentimiento en mí. Me divertía más cuando la atormentaba por las noches, jugando con su inocencia. Sin embargo, ese juego ya no tenía el mismo encanto que antes.Decidí levantarme de la cama y me dirigí a uno de mis cuartos favoritos. La casa estaba en silencio, y el único sonido que se escuchaba era el eco de mis pasos en el suelo de madera. Al entrar en la habitación, una brisa helada me recibió, erizando mi piel. Las paredes estaban llenas de fotografías, un testimonio de mis obras más oscuras.Colgué en las paredes las nuevas fotografías que había tomado. Capturar los últimos momentos de las pers