—Sí, lo que escuchaste. Mi hermana mayor es hija de la melliza de mi padre y después me tuvo a mí y luego a mi otra hermana, que somos hijos de su media hermana. Creo que mi familia es algo extraña.Abrí la boca intentando encontrar las palabras adecuadas, pero decidí dejarlo pasar por el momento y retomar el tema más tarde. Me entregó un pedazo de pan tostado con mermelada, distrayéndome con un desayuno improvisado.Mientras disfrutábamos de la comida, él encendió el televisor para poner noticias financieras, pero en su lugar apareció un corte informativo sobre una serie de asesinatos, lo cual me hizo estremecer.—Nicolás, ¿cómo es que hay tanta maldad en el mundo? —pregunté, preocupada por la crueldad humana.Él tomó un tono más serio y respondió: —La hay, Eva. A veces la gente puede ser realmente monstruosa.Mi sorpresa aumentó ante su revelación sobre el caníbal.—¿Nunca escuchaste hablar de él? —inquirió con genuina sorpresa.Negué con la cabeza, mientras intentaba comprender qué
—¿Y él te lo ha dicho? —preguntó, con expectación y preocupación.—No, aún no. Pero...Antes de que pudiera terminar mi frase, Ivy me interrumpió, sus ojos reflejaban una inquietud que yo también comenzaba a sentir.—Eva, ¿no te parece extraño que llevan más de medio año saliendo y él aún no te ha dicho 'Eva, te amo'? —insistió, su voz era baja pero firme. —¿No crees que ya es hora de escuchar un 'te amo' de Nicolás Santillán?—Ivy—José te dijo que te amaba en menos de un mes —me recordó.—Nicolás no es José —repliqué.Sus palabras resonaron en mi mente mientras caminábamos juntas hacia nuestras clases. No podía dejar de pensar en lo que había dicho. Habíamos compartido tantos momentos especiales, pero Nicolás nunca había expresado sus sentimientos de una manera tan profunda. Me encontraba en un mar de dudas.Al salir de la universidad, decidí ir a casa de Nicolás. Quería sorprenderlo y mostrarle mi amor de una manera especial. Recorrí cada rincón de la cocina mientras preparaba su c
—¿Nick? —pregunté mientras me sentaba en la cama, aún medio adormilada. Miré a mi alrededor y noté que Nicolás no estaba a mi lado. Me levanté y me puse algo de ropa antes de salir de su habitación en busca de él. Lo encontré en su despacho, inmerso en algunos papeles que estaba revisando, mientras el televisor estaba encendido pero sin mostrar ninguna imagen, solo había estática sonando en el fondo.El despacho era una habitación amplia y oscura, decorada con muebles de madera oscura y una gran estantería llena de libros antiguos. —¿Nicolás, estás ocupado? —pregunté acercándome a él y apagando el televisor con un suspiro de alivio.—Despertaste, no quise despertarte. Tengo algo de trabajo atrasado. —respondió él sin apartar la vista de los papeles.Me acerqué más y me senté en su regazo, abrazándolo. Sentí la rigidez de su cuerpo bajo mis brazos, su calor contrastando con la frialdad de la habitación.—Nick... —sonreí, paseando mis brazos alrededor de sus hombros—. Quiero preguntar
★ Nicolas.Me desperté temprano en la mañana, antes de que el sol se alzara en el horizonte. Aún en la penumbra de la habitación, pude ver a Eva durmiendo plácidamente. Sus cabellos oscuros se extendían sobre la almohada como un manto de sombras. Me quedé allí, observándola durante unos instantes, sin tener absolutamente nada en mi mente. Ella era hermosa, pero no lograba despertar ningún sentimiento en mí. Me divertía más cuando la atormentaba por las noches, jugando con su inocencia. Sin embargo, ese juego ya no tenía el mismo encanto que antes.Decidí levantarme de la cama y me dirigí a uno de mis cuartos favoritos. La casa estaba en silencio, y el único sonido que se escuchaba era el eco de mis pasos en el suelo de madera. Al entrar en la habitación, una brisa helada me recibió, erizando mi piel. Las paredes estaban llenas de fotografías, un testimonio de mis obras más oscuras.Colgué en las paredes las nuevas fotografías que había tomado. Capturar los últimos momentos de las pers
—¿Tienes que hacerlo de la manera más difícil, Eva? ¿Por qué eres tan estúpida? —mi voz resonó con arrogancia y desprecio, impregnando el aire con mi desprecio.Eva se quedó en silencio por un momento, sus ojos estaban llenos de dolor y furia. Podía ver cómo intentaba encontrar las palabras correctas para responder, su labio inferior temblando ligeramente.—Nunca me amaste, nunca lo hiciste —gritó enfurecida, finalmente comprendiendo por qué nunca le había dicho que la amaba.Sonreí ante su presunción. Era tan fácil leerla, tan predecible. Ahora entendía la verdad, que nunca podría amarla. Ella era simplemente un reemplazo, alguien que intenté usar para llenar un vacío.—Nunca, Eva. Nunca amaría a un reemplazo —susurré con crueldad mientras sus lágrimas seguían rodando por sus mejillas, reflejando el dolor que le causaba mi frialdad.—Nicolás, ¿reemplazo? ¿De la mujer del retrato que se parece a mí? —preguntó con voz temblorosa, su mirada estaba llena de temor y confusión. Podía ver c
★Eva—Por favor, Nicolás... Mis fuerzas menguaban, el terror me consumía y la presión en mi cuerpo se hacía más fuerte. Mi corazón latía desbocado, amenazando con salirse de mi pecho. Estaba aterrada, sintiendo cómo poco a poco mis fuerzas desaparecían.Cuando finalmente abrí los ojos, me encontré fuera de la habitación en la que había estado atrapada. La luz tenue de la noche filtrándose por la ventana iluminaba débilmente el lugar. Me sentí desconcertada, tratando desesperadamente de recordar dónde estaba. Entonces, me di cuenta de que era la misma habitación en la que había pasado incontables noches y días con Nicolás.Estaba acostada en la misma cama que una vez fue nuestro refugio, el lugar donde compartimos momentos maravillosos. Pero en ese instante, todo parecía irreal, como si nada de eso hubiera ocurrido. Las lágrimas comenzaron a caer silenciosamente por mis mejillas.—¿En serio seguirás llorando? —La voz de Nicolás resonó en la habitación, y dirigí mi mirada hacia él. Es
—Mi amor, tu novio acaba de llegar. Dijo que vendrías pronto, que te adelantaste —mi madre sonrió y volteé para ver a Nicolás, quien solo me observaba con atención, como si estuviera evaluando cada paso que daba.—Mamá, él... Él llegó antes que yo. Qué bien, será mejor que nos vayamos. —Me acerqué a Nicolás, tratando de aparentar normalidad y pasé mi brazo por el suyo, manteniendo las apariencias.—No, deberíamos quedarnos y no ser maleducados, ¿no quieres que tu madre se ponga triste, verdad? Nos ha invitado a cenar.Volteé a ver a Nicolás, quien se desligó de mí y se acercó a mi madre.—Suegra, ¿en qué puedo ayudarle? —dijo con una sonrisa falsamente encantadora.—Ven, mijo, ayúdame a cocinar ya que a mi hija no le gusta —mi madre respondió de buen grado, agradeciendo la ayuda. Ambos se alejaron rumbo a la cocina.Yo corrí tras ellos, preguntándome si esta era la forma silenciosa que Nicolás encontraba para callarme y controlarme dentro de mi propio hogar.No cabe duda de que es un
Salió de la habitación y yo me quedé allí, observándolo mientras se alejaba. Mi mente se debatía entre la incredulidad y el pánico. Los últimos vestigios de la relación amorosa que creía tener con Nicolás se desvanecían como cenizas en el viento. Observé cómo ponía seguro por fuera, asegurándose de que no pudiera escapar. El sonido del cerrojo se convirtió en un eco constante en mi mente, un recordatorio de mi cautiverio.No pude pegar un ojo en toda la noche. La oscuridad de la habitación parecía cobrar vida, susurrando mis miedos más profundos. Imaginé su rostro transformándose de la dulzura a la crueldad, recordando cada detalle de su traición. Por la mañana, Nicolás se comportaba como aquel novio comprensivo y amoroso por el que me había enamorado. Pero ya había visto quién era en realidad: un ser despiadado y manipulador, un maestro de las apariencias.—Te llevaré a la universidad —comentó, después de terminar su desayuno y ponerse de pie. Sus palabras eran tan amables como cuchi