Asentí y él se retiró, dejando sus palabras resonando en mi mente. ¿Y si tenía razón? ¿Realmente amaba a José o simplemente me había acostumbrado a él?Caminé por el campus universitario, disfrutando del aire fresco de la tarde mientras me dirigía hacia las canchas donde José solía jugar fútbol. El sol dorado se filtraba a través de las copas de los árboles, creando un juego de sombras danzantes sobre el césped bien cuidado.José estaba en su elemento, concentrado en el juego, moviéndose ágilmente para esquivar a sus oponentes. Cada vez que se acercaba a la portería, la emoción brillaba en sus ojos y se reflejaba en su sonrisa. Era evidente que amaba el deporte y disfrutaba cada momento en el campo, absorbiendo la energía del juego y transmitiéndola a quienes lo rodeaban.Después de las clases, decidimos ir a comprar el vestido para el baile. Entramos en una tienda elegante y nos encontramos con una gran variedad de opciones que me hicieron brillar los ojos. El interior de la boutiqu
Nuestras lenguas se entrelazaban mientras mis brazos rodeaban sus hombros y él me pegaba contra la pared con fuerza, pero sin dañarme. Sentía el roce de sus manos en mis piernas, donde la tela de mi vestido dejaba al descubierto mi piel.La excitación se apoderaba de nosotros, y nuestros cuerpos parecían fundirse en un baile sensual y descontrolado. Un gemido escapó de mis labios y fue absorbido por los suyos.En medio del frenesí, una de sus manos encontró mi pecho y lo acarició con ternura, mientras continuábamos la danza ardiente de nuestros cuerpos. La lujuria y el deseo nos envolvían, dejándome perdida en un estado de locura momentánea. Sin darme cuenta, el frenesí culminó cuando lo sentí entrar en mí, y en ese preciso instante, me detuve en seco.—No, detente. Esto... esto no está bien. Yo tengo novio, ¿qué estoy haciendo? Yo amo a José. —Empujé a Nicolás y salí corriendo, tratando de dejar atrás aquel encuentro que amenazaba con destruir todo lo que había construido.El resto d
—Joven Nicolás, ya limpié el cadáver del joven José —dijo Gerald, entregándome los balances del casino—. Nadie descubrirá que murió en la arena de peleas.Reflexioné sobre las palabras de Gerald mientras observaba los documentos en mis manos. Ese hombre, José, me había causado tantos problemas. No duró ni dos segundos en la arena antes de caer sin vida. Había planeado matarlo yo mismo, pero consideré que no valía la pena ensuciarme las manos con él. Lo que más disfruté fue haberle dicho cómo hice mía a su novia.—El FBI está en la universidad —informé a Gerald—. Mi tío Simón me llamó esta mañana y dijo que andarían por aquí.Gerald frunció el ceño y pareció pensativo por un momento.—No era de extrañar. Los padres de José no han dejado de buscar a su hijo desde que desapareció. Tal vez deberíamos hacer lo correcto y entregarles su cuerpo para que reciba una sepultura digna.El comentario de Gerald me hizo soltar una risa macabra. ¿Darle a Eva alguien por quien llorar? No, mejor aún, d
Me siento incómoda y angustiada. Nicolás no ha tenido ninguna comunicación conmigo después de lo que sucedió en el baile de primavera. No entiendo por qué sigo esperando su llamada. Tal vez sea porque quiero escuchar sus palabras de consuelo, que me diga que olvide lo que pasó en el baile, que solo fue un «momento de pasión» sin trascendencia. O quizás simplemente deseo creer en esa simplificación, en esa justificación de lo que ocurrió.Hoy, al vestirme, he optado por algo cómodo para ir a la universidad. Sin embargo, una sensación constante de ser observada me invade. Quizás sea solo producto de mi propia mente, que constantemente me recuerda lo que hice y me hace sentir culpable por la desaparición de José. Él no merecía que yo lo traicionara de esa manera.Mientras trato de lidiar con mis propios sentimientos, los policías nos bombardean con numerosas preguntas. Ivy intenta consolar a Jerry, quien se encuentra muy afectado por la desaparición de su mejor amigo. Yo, por mi parte, e
—No quiero nada —le digo en un tono frío, alejándome.No puedo soportar verlo, recordar lo que hice y cómo lastimé a José en sus últimos momentos de vida. Camino sin rumbo, intentando dejarlo atrás, pero antes de darme cuenta, Nicolás me arrastra hacia un salón vacío.—¿Qué estás haciendo? Aléjate de mí, no te quiero cerca. José ya no está, y es mi culpa que él haya muerto mientras lo engañaba contigo —mis palabras brotan con rabia e impotencia, pero él no responde. Simplemente me mira, como si disfrutara de mi dolor.—Mi padre también está muerto —mis palabras se desvanecen entre sollozos, y Nicolás me atrae hacia su abrazo, acariciando suavemente mi espalda.Es un consuelo vacío. No lo quiero, no quiero ser consolada por él. Aunque, de alguna manera, al mismo tiempo, sí lo quiero. En un acto impulsivo, nuestros labios se encuentran en un beso lento y profundo. Me dejo llevar por el momento, olvidando temporalmente todo el dolor y la confusión.Cuando nos separamos, él rompe el silen
No entiendo qué quieren decir sus palabras ni qué destino me aguarda en este lugar sombrío. Pero una cosa es segura: mi existencia nunca volverá a ser igual.Estoy encerrada en un ático oscuro y sombrío, donde las sombras bailan y se contorsionan como entidades vivas por las paredes agrietadas, añadiendo una sensación de opresión a mi angustia.La oscuridad me envuelve por completo, impidiéndome distinguir cualquier detalle más allá de la negrura que me rodea.Las lágrimas siguen su curso constante por mis mejillas, dibujando surcos de desesperación en mi rostro mientras imploro una y otra vez que me liberen de esta prisión sin sentido.La incertidumbre y el miedo se entrelazan en mi mente, preguntándome una y otra vez qué hice para merecer este castigo cruel y despiadado.—¡Por favor, déjenme salir! No entiendo por qué estoy aquí, no he hecho nada malo —mi voz se quiebra con el peso de la angustia, esperando desesperadamente una respuesta que no llega.El silencio persiste, es una ma
★ NickEl bullicio de las calles me resulta insoportable mientras me abro paso hacia mi oficina, envuelto en el caos urbano que define mi vida cotidiana.Cada mañana, debo enfrentarme al estruendo ensordecedor de la ciudad mientras me encamino hacia el imponente edificio que alberga una de las empresas más destacadas del panorama empresarial, y que, para mi orgullo, lleva mi nombre.Desde que asumí la responsabilidad de dirigir esta empresa, que ha consolidado su posición como líder indiscutible en su campo, el apellido Evans ha evolucionado de ser temido a ser reverenciado.Mis padres son figuras prominentes en el ámbito de la psicología, han dejado una marca indeleble en el mundo con sus respectivas contribuciones.Mi padre, dotado de astucia e inteligencia, ejerce como psicólogo para el FBI, desentrañando las complejidades de la mente criminal. Mientras tanto, mi madre, con su dedicación y empatía, se especializa en el tratamiento de jóvenes y niños, brindándoles apoyo en sus lucha
Mis estudios universitarios son lo único que me importa; quiero ser un orgullo para mis padres. Al llegar a casa después de un día de estudio agotador, lo único que deseaba era tranquilidad, subir a mi habitación y tomar una larga siesta. Los exámenes me están agotando y ya no creo que pueda seguir el ritmo. Una vez que bajé del taxi y entré a casa, todo parecía normal hasta que abrí la puerta. Me encontré con varios muebles volcados en la entrada, los cuadros torcidos en las paredes y todas las demás cosas destrozadas, apenas podía moverme sin tropezar. Caminé entre los objetos en el suelo, sintiendo que podría caer en cualquier momento. A medida que avanzaba por la casa, me di cuenta de que el desastre se extendía por todos lados. El caos que reinaba en mi hogar era abrumador. No podía entender qué había sucedido ni por qué. Cada paso que daba era como moverse en un campo minado, con la preocupación de tropezar con algo más y empeorar la situación. El desorden era una afrenta