El vuelo desde Reino Unido hasta Estados Unidos había sido largo y agotador. Julia, Ciro y la pequeña Hanna estaban finalmente en tierras estadounidenses. Se sentían aliviados por haber llegado a su destino, pero también agotados por las horas de vuelo.Julia miró a Hanna, que estaba profundamente dormida en su asiento.— Parece que la princesa ha aguantado valientemente el vuelo —dijo Julia con una sonrisa, acariciando suavemente el cabello de su hija.Ciro asintió, mirando a Hanna con cariño.— Sí, lo ha hecho muy bien. Estoy seguro de que pronto se acostumbrará a los viajes largos.El avión se detuvo en la pista de aterrizaje, y los pasajeros comenzaron a levantarse y a prepararse para salir. Julia y Ciro recogieron sus pertenencias y se pusieron de pie, cuidando de no despertar a Hanna.— Vamos, cariño, es hora de bajar —dijo Julia suavemente mientras sostenía la mano de Hanna.Hanna bostezó y se frotó los ojos antes de abrirlos con sueño.— ¿Ya llegamos, mamá?— Sí, mi amor, ya e
Mientras Ciro caminaba hacia el interior de la clínica, su mente se llenó de recuerdos dolorosos que había mantenido ocultos durante años. Remembranzas que lo transportaron a una edad cercana a la de la pequeña Hanna, siendo llevado por una Alice llorosa y nerviosa mientras buscaba información sobre su hijo y su esposa. Él se aferraba a su oso de peluche, observando con tristeza las camillas llenas de personas heridas debido a una carambola causada por un imprudente motociclista y un camión de carga.Los gritos de los familiares de los heridos y el caos en la sala de urgencias y los pasillos hicieron que Ciro odiara los hospitales. Durante su convalecencia, también había odiado escuchar a Julia llorar, ya que le recordaba esos momentos oscuros. Estaba tan inmerso en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Marguerite se acercó a abrazarlo.—Siento lo de la abuela, pero lo que me mantuvo en Inglaterra era algo muy importante. Estoy aquí solo por la abuela —respondió Ciro a la mujer
Marguerite se quedó callada al entrar, sin saber qué responder, aunque tenía una idea clara de lo que quería hacer. Aprovechando que Ciro estaba en el hospital, decidió ir a conocer a la mujer que su primo no había podido olvidar en más de cuatro años. Llamó a una de las asistentas que trabajaban en la casa de Ciro y sonrió al saber que efectivamente esa mujer y la niña estaban en la casa, salió del hospital y se subió a su coche.— A casa de Ciro — fueron las únicas palabras que Marguerite le dirigió a su chófer.No tardó demasiado en llegar, apenas Julia se estaba instalando en la casa y siendo saludada por la cocinera, la única empleada que conocía de cuando ella vivía allí, cuando el timbre sonó y tras unos pocos minutos el mayordomo caminó hasta donde estaba acompañado de una mujer.Julia se sorprendió muchísimo al verla porque se le acababa de desbloquear un recuerdo que creía olvidado.Cuando se casó con Ciro y entró en su estudio ella vio la fotografía de esa mujer entre lo
Marguerite experimentaba una mezcla de sentimientos al descubrir que Ciro habia vuelto a estar con Julia, la mujer que lo abandonó durante cuatro años. No se explicaba porque prefirió volver con esa mujer en lugar de algo nuevo con ella, su primer amor, a quien prometió amar siempre cuando eran apenas unos adolescentes. Y luego esa niña, esa niña era un gran lazo que ella no podría romper.Estaba muy celosa porque Julia no hizo nada a parte de huir de él y robarse a su hija y aún así él estaba allí enfrentándose a ella como si no significará nada.— Pero Ciro, soy yo Marguerite, sabes que no haría nada para dañarte y si ella es la mujer que eliges yo voy a apoyarte — mintió pero era lo mejor que podía hacer por el momento, ya encontraría la manera de echar a esa mujer de la vida de Ciro.— ella te abandonó¿Quién te dice que no vuelva a hacerlo?— Pero eso no va a pasar — interrumpió Julia— todo era distinto antes.Ciro besó a Julia en la mejilla, sin desear que ella se disculpara con
Ciro se levantó temprano como de costumbre y encontró a Marguerite en la cocina, quien había preparado desayuno para dos.—Ciro, he preparado el desayuno para ambos.A Ciro siempre le había molestado la actitud de Marguerite, como si deseara ocupar el lugar de Julia, pero se decía a sí mismo que era solo su imaginación, hasta ahora.—No tienes que hacer mi desayuno. Si tienes hambre, desayuna, pero no esperes que yo haga lo mismo contigo.—Ciro, ¿qué te pasa? Jamás me habías tratado así. Es por ella, ¿verdad?—No, no es por Julia. Es porque ya me cansé de seguir el juego que tú y mi abuela se han montado. No creas que no sé qué la idea de que volvieras fue de mi abuela.Marguerite se quedó sin saber qué decir por un momento antes de volver a hablar.—Dime, ¿qué hizo esa mujer para que dejaras de amarme? Recuerdo que antes habrías corrido a mí sin importar nada.Marguerite se acercó a Ciro tratando de apelar a las emociones y sentimientos que creía que su primo todavía sentía por ella.
—Abuela, qué alegría verte despierta — Marguerite abrazó a su abuela con entusiasmo, contenta de que finalmente hubiera despertado y estuviera consciente de la situación — Ciro ha regresado, espero que no tarde en llegar, a menos que esa mujercita que trajo con él lo mantenga entretenido.—¿Mujercita? — preguntó Alice, sorprendida por las palabras de su sobrina — ¿Qué ha sucedido? ¿Ciro ha regresado y está con una mujer?Marguerite había sido advertida de que debía evitar cualquier cosa que pudiera angustiar a su abuela, pero parecía no importarle. No le importó ni siquiera cuando manipuló las pastillas para el corazón de la abuela, cambiándolas por simples caramelos con el fin de provocar el regreso de Ciro. Para ella, la abuela Alice tenía la culpa de que su primo y ella no estuvieran juntos.— Yo te dije que no había ningún trabajo que pudiera mantenerlo fuera tanto tiempo, y tenía razón. Ciro encontró a su esposa, ¿sabes qué? Ella se fue con algo nuestro, algo que nos pertenece: u
Las manos de Ciro se crisparon en puños, la ira que recorría su cuerpo cada vez lo nublaba más.—No, no será mi culpa, sino tuya, por venir corriendo a quejarte con la abuela sin tener en cuenta su delicado estado de salud — Ciro se alejó de Marguerite; de no hacerlo, habría terminado por poner sus manos en su fino cuello de cisne y retorcerlo, o incluso abofetearla por lo estúpida que había sido al alterar a su abuela — pero te repito, lo que ocurra entre Julia y yo…No pudo terminar la frase, ya que una enfermera llegó hasta ellos.—Esto es un hospital, por favor, comportaos. Un familiar desea verlos. Por favor, no hagan nada que pueda alterarla.Ciro se apartó de la enfermera, pero aún mantuvo su mirada verde fija en su prima. Era una mirada que dejaba en claro que aún no habían terminado de hablar.Marguerite solo lo observó con una ligera sonrisa como si su primo no acabará de amenazarla y asintió aprovechando la presencia de la enfermera.— Anda vamos ya escuchaste, la abuela qu
El sol brillaba en el cielo mientras Julia y Hanna disfrutaban de un hermoso día en el parque. Hanna corría alegremente por el césped, riendo mientras perseguía mariposas que revoloteaban a su alrededor. Julia la observaba con una sonrisa en el rostro, deleitándose en la felicidad de su pequeña.Hanna finalmente se detuvo para recoger una flor silvestre y corrió hacia su madre con ella en la mano.—¡Mami, mira lo que encontré! —exclamó, mostrando orgullosamente la flor.Julia se agachó y tomó la flor con ternura.—¡Es hermosa, cariño! ¿Quieres que la guardemos?Hanna asintió enérgicamente.—¡Sí, quiero ponerla en un jarrón como las flores de la abuela!Julia sonrió y le dio un suave beso en la frente.—Entonces, la guardaremos y la pondremos en un jarrón cuando lleguemos a casa.Hanna rió, emocionada por la idea.—¡Sí! ¡Quedará hermosa!Julia se levantó y extendió la mano hacia su hija.—¿Listos para jugar en los columpios?Los ojos de Hanna se iluminaron de emoción mientras tomaba la