La abuela de Hanna, quien solía recogerla de la guardería casi todos los días, a excepción de algunos viernes cuando su hija Julia la recogía personalmente, llegó a casa junto a Hanna. Fue una sorpresa para ambas encontrar a las empleadas ocupadas en un frenético ir y venir.Doña María frunció el ceño y miró a Hanna con una expresión preocupada.— ¿Qué estará pasando aquí, mi niña? —murmuró, más para sí misma que para su pequeña nieta.Hanna, con sus grandes ojos curiosos, observó la escena sin comprender del todo lo que estaba ocurriendo.Una de las empleadas se acercó apresuradamente a ellas.— Buenas tardes. Perdónenos el revuelo. Pero la señora Julia nos llamó hace un rato pidiendo que preparáramos una habitación porque vamos a recibir visita.La niña supuso que se trataba de la visita de Joseph, y su gesto se tornó despreocupado mientras se quitaba los zapatos.— Seguramente el Tío Joseph venga a quedarse en casa —respondió la niña.— ¿Está Joseph en Londres, otra vez? —preguntó
Hacía un mes que Julia y Ciro compartían la misma casa, cada uno durmiendo en habitaciones separadas. La situación había resultado mejor de lo que Julia había imaginado. Ciro se mostraba increíblemente paternal y amoroso con Hanna, y Julia no podía evitar enamorarse de él un poco más cada día.El amor entre ellos era todo menos platónico, era apasionado y ardiente. A los pocos días de comenzar a vivir juntos, Ciro entró en la habitación de Julia a media noche para estar con su esposa. A partir de ese momento, las noches se convirtieron en una intrépida carrera de obstáculos para evitar ser descubiertos por Hanna o por María, la madre de Julia. No pasaba una sola noche sin que uno de los dos se colara en la habitación del otro para expresar su amor de la forma más carnal posible.Aquella noche no era para nada distinta, Julia llegó a la habitación de Ciro con una corta camisa de dormir y cerró rápidamente la puerta tras ella.— Ciro, ¿Sigues despierto?— preguntó en voz baja — hoy a Han
Ciro sonrió al escuchar a Julia, especialmente al comprender que era hora de dejar de ocultar sus sentimientos. Anhelaba liberarse de la necesidad de reprimir lo que ella le hacía sentir.—Tienes razón, ya no quiero esconderme—, respondió Ciro, sellando sus palabras con un par de dulces besos en los labios de Julia.— Al fin y al cabo estamos casados — respondió ella dejando besos en su pecho adoraba tanto estar cómodamente arropada entre sus brazos tras hacer el amor.Sin embargo, mientras el corazón de Ciro brincaba de alegría, también se llenó de temor al notar la incertidumbre en la mirada de Julia.¿Tenía ella miedo?—Julia, ¿qué está pasando?— preguntó, buscando en sus ojos la verdad detrás de su inquietud. —¿Qué te preocupa? ¿Qué temes?La sola idea de que Julia en ese momento le dijera que lo suyo no podía ser lo aterraba, pero no podía ser eso. No después del momento que acaban de compartir así que tenía que ser algo más. Ciro empezó a tranquilizarse al comprender que lo que
El vuelo desde Reino Unido hasta Estados Unidos había sido largo y agotador. Julia, Ciro y la pequeña Hanna estaban finalmente en tierras estadounidenses. Se sentían aliviados por haber llegado a su destino, pero también agotados por las horas de vuelo.Julia miró a Hanna, que estaba profundamente dormida en su asiento.— Parece que la princesa ha aguantado valientemente el vuelo —dijo Julia con una sonrisa, acariciando suavemente el cabello de su hija.Ciro asintió, mirando a Hanna con cariño.— Sí, lo ha hecho muy bien. Estoy seguro de que pronto se acostumbrará a los viajes largos.El avión se detuvo en la pista de aterrizaje, y los pasajeros comenzaron a levantarse y a prepararse para salir. Julia y Ciro recogieron sus pertenencias y se pusieron de pie, cuidando de no despertar a Hanna.— Vamos, cariño, es hora de bajar —dijo Julia suavemente mientras sostenía la mano de Hanna.Hanna bostezó y se frotó los ojos antes de abrirlos con sueño.— ¿Ya llegamos, mamá?— Sí, mi amor, ya e
Mientras Ciro caminaba hacia el interior de la clínica, su mente se llenó de recuerdos dolorosos que había mantenido ocultos durante años. Remembranzas que lo transportaron a una edad cercana a la de la pequeña Hanna, siendo llevado por una Alice llorosa y nerviosa mientras buscaba información sobre su hijo y su esposa. Él se aferraba a su oso de peluche, observando con tristeza las camillas llenas de personas heridas debido a una carambola causada por un imprudente motociclista y un camión de carga.Los gritos de los familiares de los heridos y el caos en la sala de urgencias y los pasillos hicieron que Ciro odiara los hospitales. Durante su convalecencia, también había odiado escuchar a Julia llorar, ya que le recordaba esos momentos oscuros. Estaba tan inmerso en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Marguerite se acercó a abrazarlo.—Siento lo de la abuela, pero lo que me mantuvo en Inglaterra era algo muy importante. Estoy aquí solo por la abuela —respondió Ciro a la mujer
Marguerite se quedó callada al entrar, sin saber qué responder, aunque tenía una idea clara de lo que quería hacer. Aprovechando que Ciro estaba en el hospital, decidió ir a conocer a la mujer que su primo no había podido olvidar en más de cuatro años. Llamó a una de las asistentas que trabajaban en la casa de Ciro y sonrió al saber que efectivamente esa mujer y la niña estaban en la casa, salió del hospital y se subió a su coche.— A casa de Ciro — fueron las únicas palabras que Marguerite le dirigió a su chófer.No tardó demasiado en llegar, apenas Julia se estaba instalando en la casa y siendo saludada por la cocinera, la única empleada que conocía de cuando ella vivía allí, cuando el timbre sonó y tras unos pocos minutos el mayordomo caminó hasta donde estaba acompañado de una mujer.Julia se sorprendió muchísimo al verla porque se le acababa de desbloquear un recuerdo que creía olvidado.Cuando se casó con Ciro y entró en su estudio ella vio la fotografía de esa mujer entre lo
Marguerite experimentaba una mezcla de sentimientos al descubrir que Ciro habia vuelto a estar con Julia, la mujer que lo abandonó durante cuatro años. No se explicaba porque prefirió volver con esa mujer en lugar de algo nuevo con ella, su primer amor, a quien prometió amar siempre cuando eran apenas unos adolescentes. Y luego esa niña, esa niña era un gran lazo que ella no podría romper.Estaba muy celosa porque Julia no hizo nada a parte de huir de él y robarse a su hija y aún así él estaba allí enfrentándose a ella como si no significará nada.— Pero Ciro, soy yo Marguerite, sabes que no haría nada para dañarte y si ella es la mujer que eliges yo voy a apoyarte — mintió pero era lo mejor que podía hacer por el momento, ya encontraría la manera de echar a esa mujer de la vida de Ciro.— ella te abandonó¿Quién te dice que no vuelva a hacerlo?— Pero eso no va a pasar — interrumpió Julia— todo era distinto antes.Ciro besó a Julia en la mejilla, sin desear que ella se disculpara con
Ciro se levantó temprano como de costumbre y encontró a Marguerite en la cocina, quien había preparado desayuno para dos.—Ciro, he preparado el desayuno para ambos.A Ciro siempre le había molestado la actitud de Marguerite, como si deseara ocupar el lugar de Julia, pero se decía a sí mismo que era solo su imaginación, hasta ahora.—No tienes que hacer mi desayuno. Si tienes hambre, desayuna, pero no esperes que yo haga lo mismo contigo.—Ciro, ¿qué te pasa? Jamás me habías tratado así. Es por ella, ¿verdad?—No, no es por Julia. Es porque ya me cansé de seguir el juego que tú y mi abuela se han montado. No creas que no sé qué la idea de que volvieras fue de mi abuela.Marguerite se quedó sin saber qué decir por un momento antes de volver a hablar.—Dime, ¿qué hizo esa mujer para que dejaras de amarme? Recuerdo que antes habrías corrido a mí sin importar nada.Marguerite se acercó a Ciro tratando de apelar a las emociones y sentimientos que creía que su primo todavía sentía por ella.