Después del encuentro con la pequeña, el hombre llevó a Ciro a dar una vuelta por la oficina. Era una manera de matar el tiempo, ya que la persona con la que debía hablar era el CEO, y este se encontraba en una junta importante.—¿Dónde está el CEO? — preguntó Ciro tras ser llevado a una pequeña sala de conferencias vacía.—El CEO no tardará, está atendiendo un pequeño detalle que surgió de improviso. Pero no se preocupe, no tardará mucho. Mientras tanto, puede esperar aquí. Haré que le traigan café y algunos canapés.El hombre estaba visiblemente nervioso, más aún al ver la mirada fría que en ese momento tenía el CEO, Ciro.Una vez a solas, Ciro soltó un gran suspiro. Se preguntaba quién sería la niña y por qué tenía un parecido tan marcado con Julia. Esa cuestión rondaba su mente sin cesar. Como si fuera invocado por sus pensamientos, la puerta se abrió, sacándolo de su ensimismamiento. La persona que entró por la puerta no era otra más que la pequeña niña.— ¿Y Usted qué hace aquí
Julia respiró hondo un par de veces, se le había hecho un nudo en la garganta que le impidió hablar correctamente, intentó tranquilizarse para no matar ahí mismo a la pobre Sonia mientras caminaba de arriba a abajo por su oficina— ¿Vino el CEO en persona? ¿Y se puede saber por qué mi hija está con él? Te dije que la vigilaras, no puede estar molestando a nuestros acreedores.—Lo siento, es solo que la pequeña…— Sonia supo que tenía que guardar silencio, que la niña fuera traviesa no era motivo para que ella le permitiera hacer lo que deseaba, era una niña a fin de cuentas y ella una adulta — lo siento, lo siento — volvió a decir inclinándose ante su jefa avergonzada— Hazme el favor de ir a esa sala y sacar a mi hija de ahí, no voy a atender a ese hombre, buscaré a quien lo haga por mí.Sonia no dijo nada, simplemente salió rápidamente de la oficina de Julia y se encaminó hasta la sala donde se encontraba la pequeña Hanna con el CEO americano.—Hanna— llamó Sonia a la pequeña haciend
Julia y su hija Hanna caminaban tomadas de la mano por las calles del centro comercial de la ciudad. Era uno de los pocos días en los que no llovía en Londres y por fin Julia ya no estaba ansiosa, al menos allí estaría a salvo de no encontrarse con Ciro. Hanna, con su cabello dorado y sus ojos curiosos, no dejaba de sonreír mientras observaba a su madre.—Mamá, ¿puedo comer helado? — preguntó Hanna con entusiasmo, señalando un carrito de helados colorido.Julia sonrió y asintió. Juntas se acercaron al carrito y Hanna eligió su helado favorito, uno con chispas de chocolate y fresa. Mientras saboreaban sus deliciosos helados, decidieron sentarse en un banco.—¿Está rico, cariño? — preguntó Julia, viendo cómo Hanna tenía manchas de helado en la nariz y en las mejillas.Hanna asintió enérgicamente, con los ojos brillando de emoción.—Sí, mamá, ¡está riquísimo! — exclamó, riendo mientras se lamió los dedos para no desperdiciar ni una pizca.Después de terminar los helados, Julia y Hanna co
Julia levantó la mirada, todo parecía suceder en cámara lenta cuando sus ojos se encontraron con los de Ciro, tan iguales a los de su hija. Su corazón latía con tanta fuerza que podía escuchar cada palpitación en el fondo de sus oídos, ensordeciéndola y haciendo que todo se volviera distante, excepto su nombre en esa voz. En esa boca. Su nombre, pronunciado por él.— Ciro…Susurró su nombre en un hilo de voz, incapaz de procesar todas las emociones que la invadían. Era como si un torbellino de sentimientos la embargara, pero el miedo se alzaba por encima de los demás. Un miedo profundo que la impulsó a ponerse entre él y su hija, como una leona protegiendo a su cría.— ¡Es él, mami, es el señor de esta mañana!— Exclamó Hanna feliz de ver a ese hombre.En ese instante, Julia y Ciro no podían apartar los ojos el uno del otro. Pero justo cuando la pequeña habló, por fin rompiendo la tensión, la mujer reaccionó. Se dio cuenta de que debía escapar de él cuanto antes, que debía proteger a s
Julia estuvo callada todo el viaje, observando sus manos, jugueteando con sus dedos, sintiendo la mirada inquisitiva de ese hombre, aun así no levantó la vista ni un solo momento por miedo a que al hacerlo terminara por confesar todo.Igualmente, ya no podía obligarla a abortar ¿Qué era lo peor que podía pasar? Que rechazara a su hija y la odiara por traer a esa niña al mundo. Quizá eso sería bueno para ella, la ayudaría a olvidarlo por fin.Ciro observaba a Julia por el espejo retrovisor tratando de saber que era lo que pasaba por la mente de Julia, tenía muchas preguntas; sin embargo, de sus labios no salía palabra alguna y fue así, en todo el trayecto al hotel, el auto se metió en el estacionamiento y el mismo fue el que se bajó a abrirle la puerta y así poder ofrecerle su mano.— Gracias — susurró ella porque era incapaz de hablar más alto. Ni siquiera sabía cómo había podido articular aquella simple palabra mientras tomaba la mano de ese hombre y sentís todo su cuerpo responder,
Ciro se esforzaba por encontrar las palabras adecuadas para hacerle entender a Julia que creía que volver a estar juntos era la mejor opción. Sin embargo, sus intentos fueron rápidamente frustrados cuando ella le recordó, de manera fría y despiadada, las palabras y acciones heridas del pasado. Pero fue su siguiente declaración lo que realmente lo dejó atónito.—¡Julia, detente! — Ciro alzó su voz haciendo que todos voltearan a verlos, haciéndolo bajar la intensidad de su voz más no de su mirada — Será mejor que estés preparada, porque de una u otra manera me enteraré la verdad, sobre la verdadera identidad de Hanna y si es mía no seré benevolente contigo.La tensión en el aire era palpable mientras se sostenían la mirada el uno al otro, como si estuvieran en un fugaz combate silencioso.Julia mantuvo su posición sin titubear, sus ojos estaban enrojecidos, estaba triste, rabiosa, enojada, no sabía del todo como sentirse.— No me intimidas con tus amenazas, Ciro. Si deseas descubrir la
El corazón de Julia se volvía a desbocar, era incapaz de entender cómo ese hombre podía hacer que su cerebro se desconectara mientras su pecho subía y bajaba a causa de la forma en que se le aceleraba la respiración.Estaba demasiado cerca, tanto que podía notar su aliento cálido contra sus labios, la presión de su cuerpo contra el de ella mientras la mantenía acorralada contra la puerta.— Ciro…— Julia llevó las manos al pecho del hombre para empujarlo, apartarlo de su cuerpo, pero no pudo, las fuerzas le fallaban. —Julia…— fue lo único que Ciro se permitió decir antes de besarla, de saborear el cielo una vez que sus bocas se conectaron.No solo el deseo dormido fue lo que se despertó en el interior de Ciro, también todos esos sentimientos que había estado reprimiendo y negándose se desataron con la fuerza de un cataclismo natural, arrasando cualquier pensamiento coherente que él pudiera tener en ese momento.Ciro llevó sus manos por el cuerpo de Julia, atrayendo contra su cuerpo, e
Ciro no podía más que encontrarse perdido en la cantidad de sentimientos y recuerdos que parecían querer incendiar todo a su alrededor.—Julia — jadeó su nombre tomándola del cuello, inclinándose y haciendo que alzara su cabeza y así poder besarla mientras llevaba su inflamada hombría entre sus pliegues, empujándose contra ella hasta encontrarse completamente enterrado en su interior.La calidez con la que su hombría fue envuelta casi lo hizo correrse, cuatro años en los que Ciro no había vuelto a estar con otra mujer, de aquel libertino que era antes de conocer a Julia, no quedó nada, pero ahora todos esos años reprimiendo habían acabado, la ferocidad con la que sus caderas afiladas chocaban contra el cuerpo de Julia eran la prueba, la forma en que sus labios recorrían toda su espalda dejando besos y mordidas solo eran opacados cuando él tiraba de su cabello hacia abajo y así poder besarla desde arriba, mientras seguía poseyéndola sin descanso.Julia pudo sentir cada centímetro del m