75. ¿Puedo comer helado?

Julia y su hija Hanna caminaban tomadas de la mano por las calles del centro comercial de la ciudad. Era uno de los pocos días en los que no llovía en Londres y por fin Julia ya no estaba ansiosa, al menos allí estaría a salvo de no encontrarse con Ciro. Hanna, con su cabello dorado y sus ojos curiosos, no dejaba de sonreír mientras observaba a su madre.

—Mamá, ¿puedo comer helado? — preguntó Hanna con entusiasmo, señalando un carrito de helados colorido.

Julia sonrió y asintió. Juntas se acercaron al carrito y Hanna eligió su helado favorito, uno con chispas de chocolate y fresa. Mientras saboreaban sus deliciosos helados, decidieron sentarse en un banco.

—¿Está rico, cariño? — preguntó Julia, viendo cómo Hanna tenía manchas de helado en la nariz y en las mejillas.

Hanna asintió enérgicamente, con los ojos brillando de emoción.

—Sí, mamá, ¡está riquísimo! — exclamó, riendo mientras se lamió los dedos para no desperdiciar ni una pizca.

Después de terminar los helados, Julia y Hanna co
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