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27. De repente se me quitó el hambre.

A medida que su esposo se acercaba a ella no podía evitar sentir que las piernas le flaqueaban, ese efecto que tenía en él, la forma en que su corazón palpitaba, el recuerdo de sus besos. Tuvo que calmarse y pensar en una buena respuesta, en intentar ser coherente.

Julia miró a su esposo, notando la tensión en su rostro y su postura. Sabía que Ciro estaba molesto y tenía razón en estarlo, pero no podía contarle toda la verdad. No aún.

— Lo siento de verdad, Ciro. Fui a encontrarme con Rose, mi amiga, y el tiempo se nos pasó volando mientras platicábamos. No me di cuenta de la hora — explicó Julia, tratando de mantener la calma y una actitud serena, aunque a medida que lo veía avanzar hacia ella dudaba de si no sería capaz también de escuchar los latidos de su corazón que ella misma ya sentía palpitar en sus oídos.

Ciro se encontraba dividido entre el deseo de abrazarla con fuerza y mostrar su preocupación, y la necesidad de mantener su orgullo y distancia. Las palabras salieron de su
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