Te atrape

Caminó por el centro comercial, al menos se distraería viendo las tiendas. La verdad no le apetecía comprar nada, solo le gustaba observar. Estuvo a punto de entrar a una tienda cuando su celular empezó a sonar. Un número desconocido se veía en la pantalla, aun así contestó. Podía ser algo importante.

—¿Luna? —La voz profunda de David sonó del otro lado del parlante provocando que detuviera sus pies al igual que su corazón. Por la sorpresa, una enorme sonrisa apareció en su rostro y su corazón comenzó a latir de manera más acelerada.

—David, mi amor —susurró y escuchó un suspiró al otro lado de la línea. No podía creer que él estuviera llamándole.

—Pensé que cambiarías tu número de celular. —El chico estaba con un nudo en la garganta después de enterarse de todo. Quería ir por ella, estuviera donde estuviera y rescatarla de las garras de aquel idiota.

—David... —Quería decirle tantas cosas. Pero no podía, se sentía sucia, avergonzada por no luchar por su amor.

—Pequeña, te ves hermosa como siempre—Luna frunció el ceño y volteó para todas partes para saber desde donde la estaba observando. La emoción que sintió al pensar que David pudiera estar ahí la hizo olvidarse de un pequeño detalle—. No voltees, el hombre a tu lado te ve raro... —La rubia paró acción y miró de soslayo a Kang—. ¿Él es...? —Sus palabras se quedaron en el aire.

—Es mi guardaespaldas —respondió enseguida, pensando en que tal vez David preguntaba si Kang era el hombre con quien se había casado—. Necesitó verte. —Se alejó un poco más para que no pudiera escucharla.

—Yo igual, nena... tengo muchas ganas de besarte y abrazarte, pero con tu guardaespaldas no creo que eso sea posible. —La voz de David se escuchó decaída.

Luna se mordió el labio, mantenía distancia prudente para que Kang no pudiera escuchar nada. Lo pensó por unos minutos y asintió con un semblante expectante. Se le había ocurrido un plan y esperaba que funcionara.

—Espérame en los sanitarios, te veo en 10 minutos. —Colgó y guardo su celular.

Caminó con prisa hacia la tienda de ropa más cercana y tomó varias prendas dirigiéndose hasta los vestidores. Kang iba detrás de ella como mosca. Antes de entrar en uno de los cubículos se giró y lo miró seria.

—¿Al menos puedo probarme la ropa sin que me vigiles? —dijo molesta. El hombre la miró con ojos cansados y asintió caminando hacia otra parte de la tienda. Odiaba su trabajo.

Luna sonrió cuando su plan funcionó, ser bajita y menuda le ayudó a camuflarse por los estárteres y salir de la tienda sin ver vista e ir directo a donde David la esperaba.

Apenas se miraron, se fundieron en un beso profundo. Se habían extrañado mucho. Necesitaban saber que estaban ahí, el uno para el otro.

A pesar de que nada había salido como planearon, Luna necesitaba saber que aún podía contar con él. Ella lo amaba mucho más de lo que él realmente imaginaba y estar en ese momento, ahí, infraganti para que no los vieran juntos, le dolía en el alma.

—Necesito que tú sepas que... —David cerró los labios de Luna con su dedo y asintió. Él sabía todo, la razón de porque lo había dejado plantado en la estación de tren—. Mi mamá nos descubrió y me obligó a casarme antes. —Luna debía decirle, quería que supiera la verdad. David pegó su frente con la suya, cerró los ojos, al menos quería sentir ese efímero pero hermoso momento suyo. Porque sabía que no duraría lo suficiente.

—Ahora le perteneces a él. —Sus palabras salieron dolidas. Le pesaba tanto no haber podido luchar por su amor. Ahora nada le quedaba, solo él recuerdo de lo que habían sido.

—No me ha tocado si a eso te refieres, a pesar de todo es un caballero —le explicó sincera. Aunque eso no justificaba lo que le había hecho.

—¿Ahora te agrada? —El castaño se alejó de ella mirándola receloso. No podía creer lo que le decía, más bien le dolía pensar que ella podría ver algo bueno en él hombre que la obligó a casarse a la fuerza.

—Claro que no, yo solo te amo a ti, ¿me crees? —Luna no quería que David creyera que le gustaba Farit. Aunque él fuera decente y atractivo, no lo amaba como lo amaba a él. Y sabía que jamás lo haría.

—Si es así, entonces escápate conmigo. —Colin la miró decidido. Esperando que aceptara en ese momento, sin ninguna duda.

No había nada que deseara más en la vida que estar con él, pero Luna comprendía que no era prudente y menos en la situación en la que se encontraba. En el primer momento, después de que huyera, Farit retiraría cualquier ayuda hacia su padre. No podía permitir que eso pasara.

—No puedo, no ahora. Mi padre necesita la ayuda de Farit, yo... —le dijo suplicante—. ¿Puedes esperarme? —Esperaba que aceptara, no lo quería perder. Pero tampoco podía a obligarlo a esperar por ella.

David tomó a Luna por la cintura y juntó sus cuerpos besándola de nuevo, no podía decirle que no, cuando su vida no era nada si no estaba junto a ella.

Aceptó aun sabiendo que sus encuentros serían limitados y efímeros, solo con la ilusión de que algún día podrían estar juntos.

Esa tarde regresó a casa un poco más feliz que cuando se casó, y la única persona que la hacía sentir así era David, se prometió a sí misma que aguantaría.

Que soportaría todo para algún día no muy lejano pudieran estar juntos. Ayudaría a su padre a levantar la empresa, se posicionaría de nuevo entre las mejores y cuando al fin lo lograra, dejaría a Farit para ser feliz a lado de su amado David.

No había querido comer, no tenía apetito, y menos al saber que tenía que compartir la mesa con su esposo tirano. Aunque la llenara de regalos y obsequios, ella jamás lo vería como algo más que no fuera el hombre que la alejó del amor de su vida.

Esa noche Farit había entrado a su habitación. Luna se había hecho la dormida, no tenía ánimo de hablar con él. Casi todas las noches iba y la veía dormir y con la misma salía de nuevo de su habitación. Ese día creyó que así sería, pero no fue así.

Farit se acercó a ella y la miró directo contemplando su rostro, el cual para él era el más angelical que había visto jamás. Quiso acariciarla, pero se detuvo, temeroso a que se despertara y que Luna pudiera malinterpretar la situación. Tomó la sabana para taparla un poco mejor y salir de ahí.

Luna abrió sus ojos, expectante de lo que había pasado en ese momento. Farit actuaba raro en ocasiones, pero no creía que pudiera tener consideración de nadie ni menos que pudiera sentir algo por ella.

En su mente solo se decía una cosa, una cosa que David le hizo entender. Farit actuaba dulce y compresivo porque quería ganarse su confianza y después abusar de ella. Eso no lo iba a permitir. Rápidamente salió de la cama y fue hasta la puerta donde cerró con seguro, para asegurarse de que no volviera a entrar por el resto de la noche.

Los días fueron pasando mientras Luna se veía a escondidas con David cada vez que iba al centro comercial y se escapaba de Kang. Había resultado muy buena para escabullirse y que su guardaespaldas no se hubiera dado cuenta de nada.

Después de cada encuentro regresaba como si nada, esperando que su esposo llegara. Farit siempre llegaba con algún obsequio, como joyas o flores para ella después de un largo día de trabajo. Era atento, amable y la trataba como reina, sin un atisbo de querer más que solo verla sonreír.

Luna seguía pensando que no era tan bueno como le quería hacer creer, a pesar de todo no tenía queja alguna ante eso. Incluso seguían durmiendo en habitaciones separadas hasta que Luna estuviera lista para dar el gran paso.

Ella lo sentía como una tortura lenta, algo que le causaba escalofríos, pero que sabía que eventualmente pasaría y no sabía cómo le diría a David que se entregaría a otro hombre que no era él. Ni siquiera podía conciliar la idea.

Farit empezó a percibir a Luna más decaída. Ella tuvo que empezar actuar para que no se diera cuenta de que ver a David la mantenía de buen humor y feliz. Farit creía que esa felicidad era creada porque al fin lo estaba aceptando como pareja. No podía estar más fuera de la realidad.

Farit tenía alguna idea de por qué tal vez Luna había pasado de estar feliz a un poco triste. La monotonía, el quedarse encerrada todo el día sin que nadie conocido la acompañara, estaba formando aquella tristeza en sus ojos. De verdad quería pensar que era ese el motivo y no el hecho de estar casada con él, porque quería creer que Luna podía amarlo tarde o temprano, y no sé iba a dar por vencido.

Jamás le pasó por la cabeza que su querida esposa estuviera viéndose a escondidas con otro hombre y menos que este se tratara de su antiguo novio. Farit no sabía nada de David, el chico era totalmente indiferente e invisible ante Montalvo.

Actuando de buena fe se le ocurrió una maravillosa idea y a así llamó a Camil, la enemiga más grande de Luna. Su propia progenitora.

Ella miró a su madre cuando Farit le dio la noticia. No podía verla sin recordar lo que le había hecho, como le causó el dolor más grande en su vida. Como la había obligado a casarse con alguien que no quería.

Camil le dedicó una sonrisa hipócrita, tenía que aparentar frente a su yerno o pensaría mal de ella. Estaba maravillada con la casa, la arquitectura, los acabados, el lujoso diseño, bueno en realidad estaba entusiasmada de sacarle mucho provecho al viaje. Pronto se instaló en una de las recámaras de huéspedes, la cual estaba igual de linda que el resto de la casa.

La rubia mayor no reparó en gastos, comprando todo lo que le gustara en el centro comercial. Parecía no tener un límite con ella misma, no le costaba gastar siempre y cuando pagara con la tarjeta de crédito de Farit. Estaba maravillada, se pagaba así misma por ser niñera de su tonta hija.

No se pudo negar aún que le fastidiara ver a Luna con su cara de, “soy la más desdichada del mundo”, siempre haciéndose la mártir, la que merecía la luna y las estrellas sin esfuerzo alguno.

Ahora le daba una lección, para que se diera cuenta de que todas las buenas cosas tenían un precio, pero algo curioso noto a su llegada, algo que llamó en seguida si atención.

Luna había estado actuando de manera extraña y su curiosidad floreció. Esa niña de por sí era extraña, pero le habían bastado dieciocho años para poder saber que algo no andaba bien ahí.

Comían un aperitivo dentro de una cafetería en el centro comercial cuando Luna se disculpó para ir al baño. Kang enseguida trató de acompañarla, pero alegó que no se iba a tardar, no creyó que tuviera problema con ello. Kang aceptó, ya que le daba menos trabajo y porque las últimas semanas siempre había actuado así y no había pasado ningún incidente. Se quedó acompañando a la señora Sandoval.

Lo que Luna no sabía era que su madre estaba sospechando de ella, desde su llegada. Camil no podía creer lo tonta que era su hija para no darse cuenta de que ella no le creía nada de lo que decía. Dejó que se fuera sin problemas, esperó por unos minutos y después la siguió encontrando a su hija de nuevo con ese tipo bueno para nada.

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