La próxima vez que Caterine despertó, la luz del día entraba a raudales por las ventanas, tiñendo la habitación de un resplandor suave y cálido. El lugar estaba en completo silencio, solo roto por la respiración acompasada de Corleone.Se sorprendió un poco al notar que su padre no estaba allí; probablemente su madre tenía algo que ver con eso. Era la única que podría haberlo convencido de abandonar su lugar junto a la puerta. Sin embargo, no le cabía duda de que había dejado al menos cuatro hombres apostados fuera, custodiando su habitación.Desvió la mirada hacia Corleone y sintió un leve cosquilleo en el pecho. Él descansaba en el sillón junto a su cama, con un brazo envuelto alrededor de su vientre en un gesto instintivamente protector. Su cabeza también reposaba allí, como si buscara mantenerse lo más cerca posible de ella y del bebé. La postura era incómoda, sin duda le dejaría el cuello adolorido más tarde, pero parecía no importarle en lo absoluto.Por un instante, solo lo con
—¿Podrías traerme un helado, por favor? —pidió Caterine, mirando a Corleone con una sonrisa suave.Él estuvo a punto de sugerir que podía llamar a su madre para que se lo trajeran cuando vio algo en la mirada de Caterine y pronto entendió el mensaje. Así que, sin más preguntas, asintió y se puso de pie.—Regresaré pronto —dijo.Se inclinó hacia ella y le rozó los labios en un beso breve antes de dirigirse hacia la puerta.Caterine esperó a que él saliera de la habitación antes de volver su atención a su padre.—¿Podrías acomodarme la almohada, por favor? —pidió.Apenas terminó de formular la petición cuando su padre ya estaba a su lado.—¿Está bien así? —preguntó él después de mover la almohada.—Sí, perfecto —respondió, subiendo un poco hacia arriba para sentarse mejor—. Si siguen consintiéndome tanto, terminaran por malcriarme y nunca más querré hacer nada más por mi cuenta —bromeó.Su padre esbozó una pequeña sonrisa, pero no alcanzó a sus ojos.Caterine suspiró con suavidad. Su pad
Corleone se subió al auto de Giovanni, y este giró la cabeza para observarlo con seriedad.—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? Luka y yo podemos encargarnos de los dos.—No —dijo Corleone sin dejar de sostener la mirada de Giovanni—. Quiero estar allí cuando ellos se enfrenten al terror que Caterine sintió cuando la mantuvieron encerrada, el mismo miedo que tantas otras mujeres también padecieron por culpa de ambos. Quiero poder decirle a Caterine que ninguno de ellos nunca más podrá hacerle daño y decírselo en serio.Giovanni se quedó inmóvil por un rato antes de fijar su mirada adelante y encender el motor.A medida que la casa quedaba atrás, Corleone sintió una inquietud arremolinarse en su interior. Era la primera vez que se alejaba tanto de Caterine desde que la rescataron. Siempre había permanecido cerca, asegurándose de que estuviera bien. Aunque ella intentaba mostrarse fuerte, él temía que en cualquier momento el peso de los recuerdos la derrumbara.En su tercera noche
!️ ALERTA DE CONTENIDO !️El siguiente capítulo contiene elementos que podrían resultar sensibles para algunos lectores. Se recomienda discreción. La decisión de continuar la lectura queda a criterio del lector. ***El primer golpe de Giovanni impactó de lleno en la mandíbula de Bernardo con una brutalidad que lo hizo tambalearse. El segundo lo mandó al suelo sin piedad. Giovanni no atacó de inmediato después de eso. Se limitó a observar a Bernardo, dándole tiempo para ponerse de pie.Corleone observó la escena sin ninguna emoción.Con pasos vacilantes, Bernardo avanzó hacia su oponente y lanzó un golpe desesperado, pero Giovanni lo esquivó sin esfuerzo. En un movimiento ágil, lo sujetó por los hombros, lo inclinó hacia adelante y le asestó un rodillazo en el estómago.Bernardo retrocedió, soltando quejidos de dolor. Otra vez, Giovanni se quedó quieto, demasiado tranquilo, como un depredador jugando con su presa. Cada vez que Bernardo intentaba golpearlo, Giovanni lo esquivaba con fac
Caterine pasaba una mano distraída por el cabello de Corleone, deslizándola con suavidad entre los mechones oscuros, un poco más largos de lo habitual. La habitación estaba envuelta en un silencio íntimo, solo interrumpido por el sonido de sus respiraciones acompasadas. Corleone tenía la mejilla apoyada en su vientre, hasta hace unos minutos había estado hablándole en susurros a su bebé y aquella escena le había parecido de los más tierna.Desde su regreso del encuentro con Bernardo y Ovidio, Corleone apenas había dicho una palabra. Cuando Caterine le preguntó sobre sus secuestradores, su única respuesta fue que ya no debía preocuparse por ellos. Y ella decidió no presionarlo por más información.—¿Qué te gustaría que fuera? —preguntó de pronto, rompiendo la quietud—. Me refiero a nuestro bebé.Corleone se acomodó ligeramente, girando el rostro hacia ella sin apartarse de su vientre.—No lo sé, no he pensado mucho en eso —confesó él con voz serena—. Pero una niña con tu hermosa sonris
Corleone se despertó de golpe, con la respiración agitada y el cuerpo cubierto de sudor. Su pecho subía y bajaba rápidamente. Giró la cabeza con urgencia, al recordar lo que había soñado. Solo cuando sus ojos encontraron la figura de Caterine dormida a su lado, su corazón empezó a calmarse. Por un instante, el sueño le había parecido demasiado real.Suavemente, se recostó de nuevo y rodeó a Caterine con sus brazos, aferrándose a ella para asegurarse de que realmente estaba ahí y no era otro sueño más. Su calor y su aroma lo anclaron a la tranquilidad que tanto le costaba mantener.La había recuperado, pero el miedo a perderla todavía no se había ido por completo. —¿Está todo bien? —murmuró Caterine de repente, parpadeando con somnolencia.Él suspiró.—Lamento haberte despertado.—Descuida. —Ella sonrió—. Así que... ¿Me piensas decir porque pareces algo agitado?—No fue nada. Estoy bien —susurró, apretándola con un poco más de fuerza—. Ahora lo estoy.—¿Seguro?—Sí, solo tuve una pesa
—Entonces, ¿alguien me piensa decir por qué aún no se han publicado las noticias sobre Bernardo? —preguntó Esaú con impaciencia, cruzándose de brazos—. La última vez que hablamos todos acordamos que no esperaríamos más y luego… nada.Corleone dirigió una mirada a su padre y a Giovanni. Ambos asintieron con discreción.—Entregaremos los informes a la prensa la próxima semana —informó con calma, observando cómo los hombros de Esaú parecían relajarse, aunque su expresión aún era cautelosa.—Por un momento pensé que habían cambiado de opinión… o que Bernardo había encontrado la forma de chantajearlos. No sería nada nuevo, con lo que sucedió en el pasado. —Esaú miró al padre de Corleone al decir eso último.Corleone pasó por alto aquello, no quería iniciar una discusión.—No cambiamos de opinión —dijo—. Aun creemos que la verdad debe salir a la luz. Todo lo que Bernardo y su hijo hicieron debe conocerse —su voz sonaba firme—. Pero en cuanto a las víctimas de Ovidio… sus nombres no serán re
Caterine se inclinó sobre el mostrador de la cafetería, sus ojos recorrieron con deleite los postres perfectamente alineados tras el cristal. El estómago le rugió suavemente, y la boca se le hizo agua. No había mejor forma de empezar su día que con algo dulce.Era su primer día de trabajo en el tribunal, y la emoción se mezclaba con una pizca de nerviosismo. Para ella, el primer día marcaba el curso de lo que vendría después, y estaba decidida a que este inicio fuera perfecto.Caterine soltó un suspiro y una sonrisa se extendió por su rostro, mientras sus ojos se detenían en un delicioso sfogliatelle, cuya textura hojaldrada prometía ser tan crujiente como su aspecto. Casi podía imaginarse el sonido que haría cuando le diera el primer mordisco. Decidida, se acercó al hombre tras el mostrador e hizo su pedido.—Un sfogliatelle y un vaso mediano de Caramel Macchiato.El hombre ingresó su orden en su computadora, antes de pedirle a su ayudante que la preparara.Caterine se hizo a un lado