Los Ángeles-California, un viernes por la noche...
—Mira Sibel… mira esta sincronía tan perfecta… —Aston señaló una ronda de estrellas, mientras Sibel amplió su sonrisa y siguió su dedo dibujando el cielo negro.
—Es… maravilloso… —Aston se giró hacia ella y asintió, embelesado por su belleza.
Ambos estaban sobre una manta en medio de la nada, escapados de alguna forma, porque era la única manera en que podían encontrarse. Entonces, él acarició su mejilla y susurró:
—¿Sibel? —ella se giró encontrando sus ojos grises, mientras algunos mechones de su cabello enmarañado, caían en la frente de Aston, dándole un aspecto juvenil, a pesar de que ya tenía 28.
—Dime…
—Por favor, no olvides que movería el cielo y la tierra por ti… —Sibel amplió más su sonrisa y luego le dio un beso en la nariz.
—Nunca lo olvido… pero, creo que es hora de irme… —Aston frunció el ceño, y ella pudo notar como el aspecto de su rostro cambió significativamente—. No te enfurruñes… ya sabes cómo es…
Aston asintió y luego la ayudó a sentarse con él para abrazarla.
—Un día no me importará el estatus de tu familia… un día entraré a esa casa, y me enfrentaré con el señor MacMillan y toda tu familia…
—Ni lo menciones… —Sibel se puso sería—. No es hora de ello —se levantó y recogió la cobija, y se dirigió al auto viejo de Aston que estaba aparcado a la orilla de la carretera.
—Dijiste que no te importaba… —Ella se giró metiendo las cosas en la maleta del auto.
—Y no me importa, lo sabes, pero ahora mismo mi familia está pasando por un tema económico… creo que no es el momento… —Sibel se fue hacia la puerta para abrirla, pero Aston la detuvo.
—¿Y cuándo será el momento? —ella soltó el aliento, pero él se recostó apretando su cuerpo—. Lo siento… estoy frustrado por este juego que tenemos tú y yo de vernos a escondidas… Te amo, Sibel… lo hago con locura…
Sus labios fueron sellados por Aston, y ella acunó su cara para alejarlo un poco.
—Sabes que también te amo… solo necesito tiempo para decirle a papá, sé que él me apoyará en esto, lo sé…
Aston tomó el aliento y asintió.
—Bien… —ella le sonrió con picardía y luego se metieron dentro del auto para comenzar a andar.
A Sibel se le había pasado la hora, pero se deslizaría en la cena, que debía estar suscitándose en su familia, y luego se dormiría temprano, porque mañana tenía universidad.
Mirando por la ventana soltó el aliento. Estaba a solo unos meses de graduarse, y esto le decía que tal vez pudiera tomar las riendas de su vida, e independizarse de su familia, que en realidad era posesiva.
Aston se detuvo a unas cuadras de su mansión, y Sibel tomó su bolso para mirarlo y sonreírle.
—Iré después de la universidad… —Aston tomó su nuca y la besó con desespero.
—Entonces nos tardes… —ella negó.
—Nunca lo hago… —se bajó del auto y le envió un beso a Aston mientras caminaba hacia la mansión, sin embargo, él arrancó rápido, y luego le hizo luces para que ella se detuviera.
—¿Sibel? Te amo…
La sonrisa de Sibel se amplió y gesticuló la misma palabra, entre tanto él se perdía de su panorama.
Soltando el aliento, camino unos minutos más y luego entró a la mansión, mientras notó que no todo estaba con regularidad como de costumbre. Los guardias de su padre estaban un poco inquietos, y ella comenzó a detenerse cuando evidenció más de cinco camionetas negras, estacionadas de forma desordenada frente a la propiedad.
Sus pies se quedaron estáticos al notar muchos hombres de negro que no había visto antes ni servían a su familia, y pasándolos, entró a su casa para sentir una tensión apabullante.
Había un ambiente áspero, incluso amenazante, que dejó sus ojos en la palidez que tenía su padre, Armand, y su hermano mayor, Erich…
Ellos estaban sentados como estatuas en la sala, mientras unos hombres mantenían sus manos apretadas en sus hombros, como si los obligasen a quedarse quietos.
—¿Papá? —solo pudo soltar la pregunta con su voz nerviosa.
—¡Sibel! —ella se giró de golpe cuando la voz de su madre la llamó.
Estaba sentada en otra esquina, y tenía el maquillaje regado por toda su cara. Era obvio que había llorado. Su hermana, de quince años, también estaba sentada en sus pies, con la cara metida ansiosa y tratando de no ver las escenas que le preocupaban.
Sibel tenía diecinueve, pero le envió una mirada a su pequeña hermana, como diciéndole que no temiera.
Ella fue a dar un paso hacia ellas, pero un hombre de ellos, la frenó de golpe.
Por un momento sus sentidos se agudizaron y un olor fuerte de humo, comenzó a dispersarse desde una parte oscura en la otra esquina de la sala, que tenía la lámpara apagada. Así que achicó los ojos.
Parecía un escenario tétrico, como si se hubiese preparado específicamente para este momento.
—Llegas tarde a nuestra cena familiar… corderita… —Un hombre misterioso, dio una calada de su cigarrillo, y luego la soltó con lentitud, sin siquiera levantarse del sillón.
Su padre la llamaba así, así que ellos debían conocer a su familia.
Ella podía describir esto como un funeral, y se sentía aterrada cuando el hombre misterioso se la quedó mirando de arriba abajo. No podía notar sus facciones, pero de acuerdo a la dimensión del sillón, él debía ser muy alto, y grande.
—No metas a mis hijos en esto… —Armand MacMillan interrumpió su escrutinio, y Sibel notó como ese hombre apenas se giró en forma perezosa hacia su padre.
Fueron solo unos segundos, y luego escuchó una risa siniestra de parte de este hombre misterioso.
—No me gustan las bromas, MacMillan, pero debo decirte que fue un buen chiste… sin embargo, no me hagas perder más el tiempo y despídete de tu bella familia… que te verá cada día pudrirte… y tú a ellos…
Sibel miró a su madre que soltó un sollozo y negó sin entender.
—¿Por qué está haciendo esto? —se atrevió a preguntar mientras dos de los hombres tomaron a su padre, y lo empujaron hacia el frente.
Sin embargo, la atención de Sibel, que estaba pegada al suelo de los nervios, se centró en ese hombre, que ajustó su chaqueta y se puso de pie.
Sí… era muy alto, su presencia emanaba peligro, y cuando su rostro salió a la luz, ella se quedó sin aliento. Sus ojos estaban cargados de ira pura, mientras sus facciones, eran tan duras como el hierro.
Era evidente que era muy apuesto, peinado a la perfección y con un traje negro impecable. Sin embargo, todo en él expresaba peligro.
Él caminó dos pasos más, a una distancia de dos metros desde ella, y torció su cuello hacia un lado, mirándola de una forma despreciable.
El pecho de Sibel bajaba y subía de forma errática, pero apretó sus manos para menguar la tensión.
—Odio repetir… MacMillan… eres demasiado deficiente… —un hombre de negro empujó más a su padre, haciendo que este cayera, literalmente de rodillas, frente al hombre.
Sibel estaba sacada de forma, y sus lágrimas cayeron al ver la condición del gran Armand frente a este hombre. Literalmente estaba humillándolo frente a su familia, y su padre, que destruía todo por la misma, no hacía nada.
Ni siquiera su arrebatado hermano Erich.
—Iván… —Armand pronunció con súplica, pero un golpe en su rostro, lo echó hacia un lado, mientras unas gotas de sangre llenaron su labio.
Los pies de Sibel arrancaron hacia su padre, y llegando hasta él, gritó.
—¡Basta! ¡¿Qué es esto?! —alzó el rostro para mirar a su hermano, pero él le quitó la mirada.
—Hija… —el susurro de su padre la hizo mirarlo y luego lo vio negar—. No digas nada…
—Papá… ¿De qué se trata? —Y Armand negó entre tanto uno de los hombres lo tomó cuello y lo levantó alejándolo de ella—. Esperen… —Sibel se agitó hasta el cansancio—. ¿Qué hacen? ¿A dónde lo llevan?
Ella se dirigió hacia este hombre que estaba impasible de pie, pero él levantó la palma para que no se acercara más y tomara sus distancias.
—Tu padre… pagará deudas millonarias con su vida… —Sibel abrió los ojos y se apresuró a abrir su boca, pero este hombre se interpuso de nuevo—. Calla… no he terminado… Yo me encargaré de que tu padre pague todo lo que robó a mi familia… dejaré a su esposa en la calle… a tu hermano sin empresa, ni trabajo como un limosnero… a la chica menor sin sueños… y por supuesto… tú sigues en la lista… tu m*****a familia se derrumbará y todos verán a este pobre perro morirse en la miseria…
El hombre chasqueó los dedos, y al instante sus hombres de seguridad tomaron a su padre como un delincuente, y comenzaron a sacarlo de la casa.
Ella miró desperada cómo su madre se levantaba y su hermano era sostenido por otro guardia. El corazón quería salirse del pecho sin entender un ápice de lo que estaba pasando, y tomando el último aliento, solo pensó en una cosa.
Todos, su padre, y ese hombre estaban en la puerta cuando lo gritó.
—No estaría aquí si no quisiese algo a cambio… ¿No es así?
Sin embargo, el que ese hombre se girara, y le mostrara una sonrisa malévola, fue como si le hubiesen inyectado un veneno, tan solo con la mirada negra que le envió enseguida…
Y por supuesto que Iván Vasíliev quería una cosa… la quería a ella.
Iván bajó la mirada de forma lenta y detalló los pies de Sibel en sus sandalias bajas, como cualquier colegiala, junto con un jean desgastado que arropaba sus piernas. Apenas tenía una blusa holgada, y se veía delgaducha con su vestimenta suelta.Sin embargo, él sabía perfectamente sobre su contextura perfecta. Cuanto había en sus pechos, la delgadez de su cintura, y el tamaño de sus glúteos tonificados.Se sabía de memoria sus tiempos y rutinas, los horarios de clase y cuál era su puesto preferido en el aula de la universidad, y como le costaba levantarse temprano todos los días para cumplir sus obligaciones.Habían pasado años desde que había estudiado a esta chica de cerca, desde que su padre la presentó en la sociedad millonaria cuando apenas tenía quince años, y cuando, junto a su abuela, habían dado inicio a su venganza.Sus ojos se detuvieron en los labios entre abiertos, y notó como su cuello palpitaba rápido. Podía oler su miedo desde su distancia, y él conocía perfectamente
La pupila de los ojos de Sibel se ensanchó considerablemente y ella sintió cómo sus mismos huesos se estremecieron.¿Esclava? ¿Sirvienta? ¿Quién era este hombre para pretender semejante cosa?Sin decir una palabra, Sibel solo miró por el rabillo de los ojos, como la gente a su alrededor se movía, mientras ella no podía quitar sus ojos de aquel hombre. Él seguía de pie diciéndole con la mirada que ella sería polvo en sus manos, y sintió una necesidad grande del saber por qué.En algún momento, una mujer se detuvo delante de él y le entregó una especie de vestimenta doblada, pero él no la tomó, sino que la detalló con recelo para decir.—Toma la ropa… ve con ella a donde dormirás… y cámbiate por la mañana.Ella pasó sus ojos al montículo de las manos de la mujer, y notó que era una especie de uniforme.—Yo… no estoy entendiendo.—¿Qué no has entendido? Se supone que eres la más inteligente de tu familia… una que firma un papel solo porque un maldit* se estaba ahogando… era mejor que lo
Sibel estaba estresada, cansada y con una irritación en su cuerpo, como para soportar este tipo de humillaciones, tenía miedo sí, pero este hombre ni siquiera estaba cerca de conocerla tampoco. Ella no sabía en qué punto el peligro podría estar rondándola, pero si él hubiese querido matarla desde un principio, ya estaría muerta. Alzando su barbilla, le dio una mirada retadora, y luego tomó un sartén que encontró al azar. Sin quitarle la mirada partió unos huevos directos en la cazuela, y con un tenedor, rastrilló batiendo de mala gana. Incluso no dejó que se cocieran bien cuando los sirvió medio crudos en un plato, y luego lo puso en la encimera cruzándose de brazos. —Desayuno listo… Señor… que tenga buen provecho —Iván bajó la mirada a la comida con muy mal aspecto, y luego sonrió. —Perfecto… ahora cómelo. Sibel amplió su sonrisa cerrada, asintiendo sin dejarse amedrentar, luego tomó el tenedor, y se metió los huevos medio crudos en la boca sin apartar la mirada de él. —Exquisi
Sibel estaba a punto de saltar de un muro, que ahora estaba notando demasiado alto. Sus piernas temblaron con anticipación y ella pensó que podría romperse las piernas con este salto, pero estaba segura de que podía irle peor si se quedaba. Tomando una aspiración fuerte, se limpió una lágrima, pero el grito a continuación, hizo que detuviera su pie. —¡Sibel MacMillan…! —ella se giró un poco y notó a Iván caminando de forma lenta hacia ella como si tuviera el control absoluto, sacando su teléfono celular y mostrándolo—. Una bala... una directa al cráneo de tu padre ahora mismo con mi orden... Sibel apretó la boca estremeciendo su cuerpo, para negar. —Uno... —Iván comenzó a contar—. Dos... Sibel miró hacia adelante notando como esa mujer mayor, que se veía bastante conservada, se detenía a mirar la escena. Se cruzó de brazos y achicó los ojos como si esperara su acción. —Tres…—¡Bajaré…! —se apresuró a decir, mientras Iván asintió con una mirada asesina.Él ordenó abrir los p
Había pasado horas desde que la señora de servicio cerró la llave de agua. Sibel estaba sentada con las manos atadas, colgando aún en la pared, mientras su cuerpo, frío y tembloroso, se adaptaba a la situación. Este castigo no la doblegaba nada, ahora solo tenía ganas de ser más fuerte, incluso solo esperaba a ese hombre para mirarlo. Necesitaba hacerlo para que se diera cuenta de que con ella nunca iba a poder, y que de seguro debería pensar en matarla antes, en convertirla en nada en sus manos. Sibel se preguntó cómo estaría su familia, si estaban buscándola como unos desesperados, así como ella sufría por ellos. Pensó en su padre, y tomó el aliento. ¿Qué podía deberle? ¿En qué lío oscuro estaba metida su familia para que una persona, como la abuela de Iván, los odiara tanto? Ella intentó acomodarse al otro lado. Sus muñecas estaban dormidas, todo su cuerpo estaba adolorido, cuando escuchó la puerta, y se puso alerta. Se levantó con dificultad, y con las mismas muñecas amarradas
“Ha pasado algo grave… mi familia está problemas, yo…” Sibel se frenó.¿Cómo le explicaría tal cosa?“No estoy con mi familia, alguien nos quiere hacer mucho daño, mañana saldré a algún lugar, tal vez pueda hablar contigo en algún momento, te enviaré la ubicación”Sibel envió el mensaje, pesé a que podía ser muy peligroso para Aston, sin embargo, necesitaba decirle el motivo de su desaparición. Ella vio que llegaron algunos mensajes, pero apagó el móvil sabiendo que debía aprovechar su carga.A la mañana siguiente, cuando abrió los ojos, una mujer estaba entrando a su habitación, colocando algunas prendas encima de una mesa.—Buenos días, señorita… el señor la espera en media hora en el comedor principal…Sibel se levantó rápido, y tomó la ropa para irse al baño fuera de la habitación.La indumentaria solo eran unos pantalones holgados, unos tenis y otra camiseta. Tal vez Iván quería pasarla desapercibida. Y aprovechó en guardar su teléfono en la ingle para enfrentar el nuevo día.—Ll
Exactamente, cuando Armand iba a contestarle al abuelo, la pantalla se apagó y Sibel puso las manos en la mesa ante la ansiedad. —No… —ella se giró hacia Iván que la miraba detenidamente. Estaba examinando su reacción ante esa información, incluso él nunca miró a la pantalla. Algo estaba haciendo Sibel en ese baño, y lo único que pudo pensar, es que él mismo había olvidado un detalle. Su novio… —Debe haber un error… mi abuelo es… Iván le mostró la palma con un poco de fastidio. Cuando él maquinaba en su cabeza, detestaba cortar. —No vine aquí a entablar una conversación contigo, ni a prestarte mi hombro para que llores tus desgracias de tu maldit@ familia. La situación es como es… Armand, tu adorado padre, te ha mentido todo este tiempo. Sibel se levantó: —Él es mi padre… tenemos el mismo tipo de sangre… tú no… no vas a engañarme… Iván sonrió moviendo la silla de lado, y luego se levantó arrinconándola contra la mesa larga. —¿Y quién dijo que tu abuelo habla sobre la paternid
«Será por poco tiempo, cariño… por favor resiste…»Sibel escuchó la última frase de su padre en su mente, mientras unas lágrimas cayeron en sus mejillas. Iba en una camioneta, junto con guardias a su lado, y ella no pudo hacer, sino pegarse a la ventanilla, y abrazar su cuerpo.Ella sabía que él no podía enfrentarse a este hombre, no cuando era un mafioso, e incluso estaba rodeado de todo ese poder. Su padre nunca podría rescatarla, así que tendría que salir de esto por sus propios medios.Se bajó de la camioneta y caminó por la mansión. Se detuvo mirando a su alrededor, pero no vio a Iván por ninguna parte.Entró al baño con urgencia y lo primero que hizo fue revisar el teléfono que Aston le dio.“Dame un nombre, dime el nombre de la persona que te tiene en esto”Sibel tecleó rápido.“Iván Vasíliev”Los golpes en la puerta alertaron su atención, y en vez de guardar su móvil en su cuerpo, ella prefirió buscar un lugar, dejándolo en silencio. Y la ventanilla, fue su mejor opción.Se la