Los días transcurrieron con calma, mi suegra venia todos los días a verme, se quedaba hasta la hora de la cena y después se iba, ella me decía que una mujer en embarazo no puede estar sola y que Samuel había hecho mal al dejarme aquí, pero yo la tranquilizaba al decirle que estaba bien y que todo saldría perfecto con mi embarazo. — no deberías ir a ese orfanato, es peligroso — me regaño mi suegra esa mañana. — me gusta estar allí, y no hago nada pesado, Amelia y la señora Adelaida se encargan de casi todo — le respondí. — iré contigo entonces, me asusta que les pase algo — me dijo. Yo me reí un poco y asentí con la cabeza, era inútil decirle que no, ya que ella era igual de terca que yo, así que no quise ir en contra de la corriente. — esta bien, estoy segura que le encantara el lugar — le asegure. Ella puso su típica expresión de no lo creo, pero no me dijo nada. Así que, mi suegra y yo nos dirigimos juntas al orfanato. En cuanto bajamos, note la mirada de algunas personas pue
Cuando llegamos a casa, me tope con la sorpresa que Samuel ya había llegado, yo corrí a el y lo abrace con mucha fuerza. — estas bien — dije con emoción. Samuel me aparto y me miro a los ojos. — ¿pasa algo? — me pregunto con preocupación. Sentí como se me llenaron los ojos de lágrimas, pero le sonreí. — solo estoy emocionada de que estes aquí, me hiciste mucha falta — le mentí. Samuel sonrió mas ampliamente y me abrazo. — también te extrañe muchísimo — me dijo mientras le daba besos a mi cabeza. — ¿y a mí no me extrañaste? — pregunto mi suegra. Yo me aparte de Samuel y este de inmediato fue a su madre, el, la abrazo con fuerza y después la cargo, dándole varias vueltas, la risa de felicidad de mi suegra lleno todo el lugar, era muy lindo ver como se querían. Samuel la bajo y después me miro a mí. — ¿cuándo paso? — pregunto emocionado. Yo camine a él lentamente y lo abrace por la cintura. — cuando te fuiste — le dije. Samuel atrajo a su madre y la rodeo sus hombros con un
Los meses pasaron y mi vientre creció de una manera muy exagerada, mi suegra bromeaba con que tal vez eran dos, pero yo sabía que solo era uno; podía sentirlo, mi instinto de madre me decía que era un bebé.— ¿Cómo le pondremos? — le pregunté a Samuel esa mañana mientras desayunábamos en el jardín.— No lo sé, yo aceptaré el nombre que más te guste — me respondió.Hice un puchero, amaba a Samuel, pero esas respuestas me molestaban muchísimo.— Solo propón un nombre, quiero llamarle de alguna manera — le pedí.Samuel asintió con la cabeza.— Si es niña, Luisana y si es niño, Samuel — me dijo.Lo miré molesta.— Mejor yo me encargo de los nombres — le dije ya resignada.Samuel sonrió sobre su taza de café y asintió con la cabeza.— ¡Eres horrible! — le dije molesta.— Lo siento, pero soy malo para eso. Yo estaré bien con cualquier nombre que le pongas — me dijo.Asentí con la cabeza, resignada. Con Samuel, hablar de estas cosas era una pérdida de tiempo.— Amor, hoy vendré más tarde, te
Me levanté de la silla y fui a caminar por el jardín. Me gustaba el olor a césped mojado; de hecho, era uno de mis olores favoritos. Mientras caminaba, acariciaba mi vientre; mi pequeño niño se ponía muy inquieto cuando daba esos pequeños paseos. Era obvio que también le gustaba el olor. — ¡Qué hermosa te ves! — me dijo Erick detrás mío. Yo me quedé helada; aquella voz me hacía querer correr lejos del lugar. — Ahora podemos estar juntos los tres — me dijo Erick. Yo me di la vuelta de inmediato y lo quedé viendo. Él se veía tan mal, no era ni la sombra del hombre que yo había conocido. — ¿De qué hablas? — le pregunté. Erick sonrió de oreja a oreja. — Lo maté — me dijo. Yo negué con la cabeza de inmediato; eso no podía ser verdad. — Vamos, mi amor — me dijo mientras me ofrecía su mano. Me resistí a tomar su mano. Mi corazón latía con fuerza, y la confusión se apoderaba de mis pensamientos. Miré fijamente sus ojos, buscando alguna señal de que esto era una broma de mal gusto. — D
El bullicio en la casa continuaba. Me encontraba encerrada en la oficina de Samuel con la señora Adelaida y Amelia. Todos los sirvientes corrían de un lado a otro, ya que Erick había intentado escaparse, pero gracias a Dios lo habían atrapado. Él seguía gritando cosas en el jardín.— Pronto vendrá la guardia y se lo llevará — me tranquilizó Adelaida. Aunque sus palabras intentaban calmar mis nervios, yo no estaba tranquila. Quería saber dónde estaba Samuel.— ¿Ya enviaron a buscarlo? — pregunté. La señora Adelaida asintió con la cabeza. La puerta de la oficina se abrió, y entró uno de los sirvientes.— Han traído al Duque — nos informó. Salí rápidamente de la oficina, y entonces me desmoroné. Caí al suelo y empecé a gritar y llorar. Samuel yacía tendido en el suelo, en un charco de sangre. Me arrastré hacia él y comencé a acariciar su rostro pálido.— No me dejes, por favor — le supliqué. Adelaida y Amelia me apartaron del cuerpo de Samuel.— Ya el doctor está en camino — me dijo Amel
En cuanto me dejaron sola en la habitación, aproveché para levantarme de la cama. Mi hijo estaba plácidamente dormido en su cuna, así que con todo el esfuerzo, caminé fuera de mi habitación. Hacía horas que nadie me decía algo sobre la salud de Samuel, y yo necesitaba verlo. Quería saber si aún estaba con vida. Caminé lentamente hasta llegar a la puerta de la habitación donde él estaba. Puse la mano en el pomo de la puerta y lo giré lentamente; mi corazón latía con fuerza. Aunque no estaba preparada para enfrentar una posible mala noticia, me armé de valor, decidida a afrontar cualquier cosa que el destino tuviera reservado para nosotros. Cuando abrí la puerta por completo, pude ver a Samuel tendido en la cama. Estaba inmóvil, parecía dormido, así que poco a poco me acerqué a él y lo miré por un largo rato. — Nuestro hijo ya nació, es igual a ti —le conté. Podía ver su pecho subir y bajar, y eso me tranquilizaba demasiado. — Cuando lo conozcas, te enamorarás profundamente de él —
Una semana había pasado desde lo ocurrido y Samuel aún no despertaba. Yo moría de angustia cada vez que alguien entraba a mi habitación; de inmediato pensaba lo peor, pero me tranquilizaba cuando me decían que Samuel estaba un poco mejor. Esa tarde entré a la habitación donde estaba Samuel. La habitación estaba en penumbras y se sentía tan fría. Fui a las cortinas y las abrí. Cuando volví a verlo, pude notar su piel aún más pálida que de costumbre. Me acerqué a él y miré su rostro. Estaba considerablemente delgado, tenía unas manchas oscuras debajo de sus ojos, y sus labios se habían vuelto pálidos. Me arrodillé frente a la cama y puse mi cabeza en su pecho; quería escuchar su corazón, necesitaba saber que él aún estaba conmigo.— Despierta, por favor —le supliqué.La puerta de la habitación se abrió y entró mi madre. Ella me miró y caminó lentamente hacia mí; después, me ayudó a ponerme en pie.— No deberías estar aquí —me regañó.Pero, ¿qué quería que hiciera? La incertidumbre me es
Me desperté sobresaltada por el llanto agudo de Sam. Mis ojos se abrieron de golpe, y en un instante ya estaba de pie, corriendo hacia su cuna. Lo levanté en mis brazos y me dirigí de vuelta a la cama, pero mi corazón se detuvo en seco al ver a Samuel con los ojos abiertos, mirándome con confusión.— Hola — le saludé, sintiendo mi voz entrecortada por la sorpresa y la preocupación. Mis brazos temblaban ligeramente mientras intentaba mantener la calma. Las lágrimas corrían por mis mejillas como una cascada, pero luché por parecer tranquila.— ¿Estás bien? — le pregunté a Samuel, pero él no pronunciaba palabra alguna. Simplemente me observaba con ojos inquisitivos. Lentamente, me acerqué a él y con sumo cuidado me subí a la cama. Samuel miró a nuestro hijo y luego a mí.— Ya le he puesto un nombre — le dije, tratando de romper el silencio. Los ojos de Samuel se llenaron de lágrimas, y su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y emoción.— Te escuché — me dijo con la voz ronca, confirma