Los meses pasaron y mi vientre creció de una manera muy exagerada, mi suegra bromeaba con que tal vez eran dos, pero yo sabía que solo era uno; podía sentirlo, mi instinto de madre me decía que era un bebé.— ¿Cómo le pondremos? — le pregunté a Samuel esa mañana mientras desayunábamos en el jardín.— No lo sé, yo aceptaré el nombre que más te guste — me respondió.Hice un puchero, amaba a Samuel, pero esas respuestas me molestaban muchísimo.— Solo propón un nombre, quiero llamarle de alguna manera — le pedí.Samuel asintió con la cabeza.— Si es niña, Luisana y si es niño, Samuel — me dijo.Lo miré molesta.— Mejor yo me encargo de los nombres — le dije ya resignada.Samuel sonrió sobre su taza de café y asintió con la cabeza.— ¡Eres horrible! — le dije molesta.— Lo siento, pero soy malo para eso. Yo estaré bien con cualquier nombre que le pongas — me dijo.Asentí con la cabeza, resignada. Con Samuel, hablar de estas cosas era una pérdida de tiempo.— Amor, hoy vendré más tarde, te
Me levanté de la silla y fui a caminar por el jardín. Me gustaba el olor a césped mojado; de hecho, era uno de mis olores favoritos. Mientras caminaba, acariciaba mi vientre; mi pequeño niño se ponía muy inquieto cuando daba esos pequeños paseos. Era obvio que también le gustaba el olor. — ¡Qué hermosa te ves! — me dijo Erick detrás mío. Yo me quedé helada; aquella voz me hacía querer correr lejos del lugar. — Ahora podemos estar juntos los tres — me dijo Erick. Yo me di la vuelta de inmediato y lo quedé viendo. Él se veía tan mal, no era ni la sombra del hombre que yo había conocido. — ¿De qué hablas? — le pregunté. Erick sonrió de oreja a oreja. — Lo maté — me dijo. Yo negué con la cabeza de inmediato; eso no podía ser verdad. — Vamos, mi amor — me dijo mientras me ofrecía su mano. Me resistí a tomar su mano. Mi corazón latía con fuerza, y la confusión se apoderaba de mis pensamientos. Miré fijamente sus ojos, buscando alguna señal de que esto era una broma de mal gusto. — D
El bullicio en la casa continuaba. Me encontraba encerrada en la oficina de Samuel con la señora Adelaida y Amelia. Todos los sirvientes corrían de un lado a otro, ya que Erick había intentado escaparse, pero gracias a Dios lo habían atrapado. Él seguía gritando cosas en el jardín.— Pronto vendrá la guardia y se lo llevará — me tranquilizó Adelaida. Aunque sus palabras intentaban calmar mis nervios, yo no estaba tranquila. Quería saber dónde estaba Samuel.— ¿Ya enviaron a buscarlo? — pregunté. La señora Adelaida asintió con la cabeza. La puerta de la oficina se abrió, y entró uno de los sirvientes.— Han traído al Duque — nos informó. Salí rápidamente de la oficina, y entonces me desmoroné. Caí al suelo y empecé a gritar y llorar. Samuel yacía tendido en el suelo, en un charco de sangre. Me arrastré hacia él y comencé a acariciar su rostro pálido.— No me dejes, por favor — le supliqué. Adelaida y Amelia me apartaron del cuerpo de Samuel.— Ya el doctor está en camino — me dijo Amel
En cuanto me dejaron sola en la habitación, aproveché para levantarme de la cama. Mi hijo estaba plácidamente dormido en su cuna, así que con todo el esfuerzo, caminé fuera de mi habitación. Hacía horas que nadie me decía algo sobre la salud de Samuel, y yo necesitaba verlo. Quería saber si aún estaba con vida. Caminé lentamente hasta llegar a la puerta de la habitación donde él estaba. Puse la mano en el pomo de la puerta y lo giré lentamente; mi corazón latía con fuerza. Aunque no estaba preparada para enfrentar una posible mala noticia, me armé de valor, decidida a afrontar cualquier cosa que el destino tuviera reservado para nosotros. Cuando abrí la puerta por completo, pude ver a Samuel tendido en la cama. Estaba inmóvil, parecía dormido, así que poco a poco me acerqué a él y lo miré por un largo rato. — Nuestro hijo ya nació, es igual a ti —le conté. Podía ver su pecho subir y bajar, y eso me tranquilizaba demasiado. — Cuando lo conozcas, te enamorarás profundamente de él —
Una semana había pasado desde lo ocurrido y Samuel aún no despertaba. Yo moría de angustia cada vez que alguien entraba a mi habitación; de inmediato pensaba lo peor, pero me tranquilizaba cuando me decían que Samuel estaba un poco mejor. Esa tarde entré a la habitación donde estaba Samuel. La habitación estaba en penumbras y se sentía tan fría. Fui a las cortinas y las abrí. Cuando volví a verlo, pude notar su piel aún más pálida que de costumbre. Me acerqué a él y miré su rostro. Estaba considerablemente delgado, tenía unas manchas oscuras debajo de sus ojos, y sus labios se habían vuelto pálidos. Me arrodillé frente a la cama y puse mi cabeza en su pecho; quería escuchar su corazón, necesitaba saber que él aún estaba conmigo.— Despierta, por favor —le supliqué.La puerta de la habitación se abrió y entró mi madre. Ella me miró y caminó lentamente hacia mí; después, me ayudó a ponerme en pie.— No deberías estar aquí —me regañó.Pero, ¿qué quería que hiciera? La incertidumbre me es
Me desperté sobresaltada por el llanto agudo de Sam. Mis ojos se abrieron de golpe, y en un instante ya estaba de pie, corriendo hacia su cuna. Lo levanté en mis brazos y me dirigí de vuelta a la cama, pero mi corazón se detuvo en seco al ver a Samuel con los ojos abiertos, mirándome con confusión.— Hola — le saludé, sintiendo mi voz entrecortada por la sorpresa y la preocupación. Mis brazos temblaban ligeramente mientras intentaba mantener la calma. Las lágrimas corrían por mis mejillas como una cascada, pero luché por parecer tranquila.— ¿Estás bien? — le pregunté a Samuel, pero él no pronunciaba palabra alguna. Simplemente me observaba con ojos inquisitivos. Lentamente, me acerqué a él y con sumo cuidado me subí a la cama. Samuel miró a nuestro hijo y luego a mí.— Ya le he puesto un nombre — le dije, tratando de romper el silencio. Los ojos de Samuel se llenaron de lágrimas, y su rostro reflejaba una mezcla de sorpresa y emoción.— Te escuché — me dijo con la voz ronca, confirma
UN MES DESPUÉS Samuel se había recuperado por completo, pero yo aún seguía cuidándolo. Me daba tanto miedo que, por un descuido mío, él volviera a recaer. Me moriría si eso volviera a pasar. — ¿A dónde vas? —le pregunté en cuanto lo vi vestirse. Él me quedó mirando y sonrió. — Iré a revisar algunas cosas con mi contador —me dijo. Me acerqué a él y lo abracé con fuerza. — Por favor, cuídate y vuelve a mí —le pedí. Samuel me apartó de él y me miró a los ojos. — Lamento haberte preocupado tanto, pero te juro que no los dejaré solos nunca más —me dijo para tranquilizarme. Volví a abrazarlo. Sé que él estará bien, pero no dejo de preocuparme cada vez que sale. Me da tanto miedo que Erick salga del lugar donde está y vuelva a hacernos daño. — ¿Te demorarás mucho? —le pregunté. Samuel volvió a separarme de su cuerpo, agarró mi rostro entre sus manos y me dio un beso en los labios. — Vendré lo más rápido que pueda, así que no te preocupes. Ahora ve y saca a Sam al jardín. Estoy se
El viaje de Londres a Norwich resultó ser increíblemente extenso; nos vimos obligados a detenernos en varias posadas a lo largo del camino, ya que continuar era difícil y peligroso. Luisana se quejaba constantemente, y no podía culparla; permanecer sentados durante horas era agotador, especialmente con un niño tan pequeño. Sin embargo, después de muchos días, finalmente llegamos a nuestro destino. Fui el primero en bajar del carruaje y luego ayudé a Luisana a descender. Observó el lugar con una enorme sonrisa, y su felicidad era contagiosa. Sabía que este lugar le encantaría. — ¿Y esto? —preguntó, sus ojos brillando de curiosidad. La conduje en silencio hacia el interior de la casa. — Es tu lugar soñado —respondí cuando entramos. Volteó a mirarme, y sus ojos se llenaron de lágrimas. — Quiero que vivas en paz, y sé que en Londres nunca lo lograrás. Así que, si quieres, podemos quedarnos aquí —le propuse. Ella no dijo nada y comenzó a explorar el lugar. Antes del incidente con Eri