Allí me encontraba, sentada en el pasillo, aguardando la llegada del profesor. Tenía a mano algunas hojas en un intento de repasar para el examen que rendiríamos en menos de diez minutos. Aún no había llegado el profesor, pero todo el curso estaba dentro del aula hace ya más de quince minutos. No me mintieron con respecto al asunto de la puntualidad en éste lugar.
Levanté la mirada en busca de un descanso para mis ojos. Si seguía mirando por más horas las pilas incontables de hojas, sabía que no me haría para nada bien.
Entonces, descubrí que no era la única dando el repaso final a unos apuntes hecho a mano. Justo frente a mí, al otro lado del pasillo que daba a los barandales que nos protegían de caer del tercer piso del edificio, había un sujeto que había visto un par de veces atrás.
Me p
—Hola…— saludó mostrando amabilidad mientras se aparecía de la nada por la puerta de la habitación, la cual había dejado entreabierta yo misma.La miré de reojo, analizando qué era y después de una inspección minuciosa y rápida, donde mi mirada gélida había resultado incómoda para ella, descarté que fuese un chupasangre y finalmente dije:—¿Quién eres?—Soy tu vecina, pasaba a presentarme. Soy Elizabeth, pero casi todos me llaman Ely. Te aviso porque el sobrenombre Liza no me gusta tanto como el de Ely.Quedé perpleja por unos segundos, era la primera conversación decente y agradable que tenía desde que había llegado a Cielo Azul. Y pensar que la última vez que había hablado sobre temas tan triviales como el de un nombre
Ya no importaba la medicina, ahora me resultaba indispensable saber todo lo relacionado al pasado de esta ciudad y del mundo entero. Si estas criaturas existían, entonces quería saber desde cuándo y cómo fue que llegaron a este lugar.Quería saberlo todo, si hicieron pactos con demonios o brujas, cómo nacían, cómo morían, si existían otros seres como ellos. Y por sobre todo, quería saber cómo exterminarlos. Seguramente, a lo largo del tiempo habrían intentado matarlos de distintas formas… yo encontraría el modo de cobrar mi venganza a como dé lugar.—Ely… ¿Qué estudias? — traté de no ser descortés y le devolví la pregunta.—Medicina, ya estoy en tercer año. — dijo sonriente.Me alegré por ella, al menos alguien cu
Escuchamos unos pasos medio apresurados a través del pasillo lateral.—Deberíamos ir a presentarnos…— dijo Ada, pero por alguna razón su voz se escuchó lejana y por demás distante.Mi concentración estaba puesta en otro lado. Mis ojos se perdían en los últimos rayos de sol que se colaban por la ventana.Se acercaba la hora del toque de queda… un día más sin que pudiera verme al espejo sin que me desarmara entre lágrimas.—Vas a estar bien. — me animó Ely al ver mi rostro frío y carente de expresión.Me volví hacia ella y asentí. Ada ya nos esperaba en la puerta para partir al encuentro de nuestros nuevos vecinos.—Ah… eres tu Esteban. No sabía que también estarías aquí.—Estoy
—¿Peligroso? ¿Por qué sería peligroso? — replicó ella.—Por ellos…— le señalé con la mirada y su inquietud hizo que saliera disparando hacia la cornisa desde la cual me encontraba observando la ciudad.—¿Quiénes? — quiso saber y cuando miró, el horror le bañó la expresión. Su rostro se volvió tan pálido y blanco como el de un papel, similar a Ely cuando supo que Ada no estaba al tanto del toque de queda.—¡¿Qué rayos está haciendo ese tipo con esa mujer?! La dejó ahí tirada… ¡Tirada! Esta… Él la…—Son chupasangres… por eso no puedes salir, Ada. — le dije indiferente, sin medir mis palabras.—¿Chupasangres? — r
Segundos previos a que pudiera tomar el cuello de mi amiga, retuve su mano sin ningún tipo de inconveniente. No le agradó para nada que una humana pudiera retenerle la mano con el solo hecho de aprisionar su muñeca. El temor que había dejado paralizada a Ely, no provocaba ningún efecto sobre mí y, gracias a eso, podía defendernos a ambas casi sin problemas. La joven que los acompañaba, se mostró disgustada con las circunstancias y no dudó en relucir sus colmillos para defender a su aliado. Su cabello morocho, largo y ondulado prácticamente ocultaba sus ojos verdes detrás de un flequillo cuidadosamente peinado. —Veo que ya están todos reunidos— interrumpió una voz adulta. Un hombre que no llegaba ni a los treinta años, probablemente rondaba en sus veintiocho, aunque no podía afirmarlo a ciencia cierta. —. Elizabeth, podrías venir aquí un minuto, tengo algunos papeles que deberás firmar para mañana. — la
Tras la bienvenida del Sr. Tiunf, nos quedamos cenando en el gran comedor. Pero la verdad era que aún no sobrellevaba bien el tema de actuar con naturalidad en presencia de aquellas sanguijuelas.Los chupasangres bebieron sus copas de sangre mientras que Hernán y Esteban, que fueron los últimos en llegar, repitieron su ración y siguieron cenando como si el hecho de ver a loschupasangresno les causara ninguna clase de incomodidad.—No deben preocuparse por ellos— les comentó Esteban a las chicas, quienes aún parecían algo sensibles con el tema. Mientras me veía partir por las puertas del comedor, añadió: —. No se meterán con ustedes si no se meten con ellos.—Además, ellos siempre nos ignoran. Actúen igual y se terminarán acostumbrando. Ellos saben muy bien que no nos p
El despertador sonó hasta el cansancio y apenas lo había oído. Cuando finalmente lo apagué, terminé por abrazarlo como si fuera un oso de peluche y continué durmiendo como si nada. Pero la calma me duró poco, hasta me atrevería a compararlo con la duración de un estornudo. Al volver a despertarme por mí misma, pegué un grito en el cielo al darme cuenta de que me había quedado dormida. Me levanté exasperada y mientras caía la manta sobre la cama, salí disparando de la habitación para ir directo a los baños y así alistarme para empezar el nuevo día. Me lavé la cara y tras cepillar bien mis dientes, confirmé que estaba lista para cambiarme el pijama. Sin embargo, me quedé contemplando el espejo por varios minutos en completo silencio. Estaba evaluando a esa persona que se reflejaba en aquel vidrio. Mis ojos nunca se le parecieron, pero nuestras sonrisas siempre fueron idénticas. Mi melliza ya no estaba para golp
—¡Corran! ¡Corran! — fue su primera indicación.—¡Salten! ¡Salten! ¿A eso le llamas saltar? ¡Voy a tener que llamar a una liebre para que te enseñe a dar brincos! ¡Salta, soldado! ¡Salta! — Continuó gritando y dando indicaciones, hasta que llegó a un punto en que pareció volverse loca de remate…— ¡Corran! ¡Esquiven! ¡Evadan! ¡Rueden! ¡Corran de espalda! ¡Vamos! ¡VAMOS!Bueno… digamos que en parte todos estábamos bastante fuera de estado y que por esa razón nuestra profesora parecía bastante exasperada. Pero dos horas seguidas de gimnasia tampoco era una tarea fácil. De hecho, en ése preciso momento me acordé con mucho cariño de Mónica.—¡Grr! ¡Mónicaaa! &md